Calles vacías, comercios y cafés cerrados, líneas de metro y de autobuses interrumpidas, numerosas intervenciones policiales con medios excepcionales, incluidos blindados, y cientos de detenciones que han limitado la magnitud de unos disturbios que se temían muy violentos este sábado en París.
Esa precaución estaba justificada porque horas después, el rastro de las protestas que amenazan la calma en las calles de las principales ciudades francesas se traduce en mobiliario urbano destrozado, coches quemados y decenas de heridos: 118 manifestantes y 17 miembros de las fuerzas del orden.
Este cuarto sábado consecutivo de protestas del movimiento de los "chalecos amarillos" han reunido a 125.000 personas en toda Francia, de los que 10.000 se han contado solo en la capital. Dados esos números se comprende la magnitud de otra cifra: la de los 1.723 detenidos, 1.082 solo en París, en donde además resultaron heridas 96 personas, de ellas, 10 agentes del orden. Esta crisis ya es la mayor del mandato del presidente francés, Emmanuel Macron.
Sin paz en los Campos Elíseos
Mientras los puntos de mayor fricción fueron los barrios de los Campos Elíseos parisinos y de los Grandes Bulevares, que concentran algunas de las zonas más comerciales y turísticas de la ciudad, en todo el centro de la capital francesa era palpable el nerviosismo.
La avenida de los Campos Elíseos fue el principal punto de concentración de los 'chalecos amarillos' y también donde más presentes se hicieron las fuerzas del orden, que no dudaron en intervenir ante el menor incidente con cargas y gases lacrimógenos.
Los altercados de mayor magnitud durante la mañana, sin embargo, tuvieron lugar en los Grandes Bulevares, donde grupos de manifestantes formaron barricadas con jardineras, contenedores y mobiliario urbano y les prendieron fuego.
Los agentes antidisturbios echaron mano de gases lacrimógenos, apoyados por vehículos con mangueras que lanzaban agua a presión para hacer retroceder a los alborotadores. En la retaguardia, las fuerzas del orden tenían varios blindados para arrastrar y traspasar las barricadas.
Un número significativo de manifestantes iba equipado con cascos y máscaras antigás, lo que hace pensar que estaban preparados para altercados como los de la semana pasada.
Detenciones preventivas
Otra de las estrategias de las fuerzas del orden para impedir que la situación se les fuera de las manos fue llevar a cabo detenciones preventivas de cualquier persona que estuviera en posesión de objetos susceptibles de ser utilizados para causar disturbios o con actitudes sospechosas.
Unas cifras que hay que poner en relación con los 8.000 manifestantes en toda la ciudad (31.000 en toda Francia), de acuerdo con el secretario de Estado francés de Interior, Laurent Núñez.
La emblemática plaza de la Bastilla, donde estuvo la prisión cuyo asalto por el pueblo de París es el símbolo de la Revolución Francesa de 1789, era otra de las zonas escogidas para la protesta de los "chalecos amarillos", pero allí llegaron pocos.
Philippe, de 70 años, un funcionario jubilado, dijo que acudió "por solidaridad" y, sobre todo, para censurar a Macron por la supresión del impuesto sobre la fortuna. A su juicio, las concesiones que ha hecho a los "chalecos amarillos", como la anulación de la subida de los impuestos al carburante, llegan demasiado tarde.
En torno a la plaza de la Bastilla, al igual que en los Campos Elíseos y en los Grandes Bulevares, buena parte de los comercios permanecieron cerrados por precaución. Muchos han colocado tablones de maderas en sus vitrinas para evitar las escenas de pillaje del pasado sábado.
Al igual que en los otros puntos de concentración de este movimiento surgido de forma espontánea e inicialmente contra el incremento de las tasas al combustible, los mensajes contra el presidente francés fueron el denominador común y el grito "Macron dimisión" resonó con insistencia durante las protestas.