¿Cuál es la forma más humana de matar a un preso? Varios estados norteamericanos se enfrentan a este debate de nuevo. Aunque había consenso alrededor de la inyección letal como método menos cruel para ejecutar las penas de muerte, la negativa de las farmacéuticas a suministrar drogas con este fin está llevando a las autoridades norteamericanas a plantearse alternativas como la horca, la silla eléctrica, el pelotón de fusilamiento o la cámara de gas, fórmulas constitucionales y legales en algunos territorios del país. Además, tampoco existe certeza de que la muerte química sea ni la más indolora, rápida e infalible. 

Esta disputa vuelve a la actualidad estos días a cuenta de una una batalla legal que se libra esta semana en el Tribunal Supremo de Texas, que deberá decidir si hace pública la identidad de las empresas que suministran los medicamentos utilizados en las ejecuciones. Si los jueces optan por la transparencia, el sistema penitenciario tejano teme que las compañías corten el suministro para no ver dañada su imagen, lo que supondría paralizar los procesos pendientes, según recoge la prensa local.

Éste es el último escollo al que se enfrentan la treintena de gobiernos estatales que aplican la pena capital. Conseguir las sustancias químicas es cada día más complicado, al tiempo que las reservas que acumulan desde hace años van caducando. Ante esta situación, se plantean dos alternativas, volver a fórmulas arcaicas o probar con drogas nuevas y no testadas.

Nevada y Nebraska son un ejemplo. Agotaron sus suministros y decidieron probar una nueva combinación de tres medicamentos, nunca antes administrados a la vez: diazepam, cisatracurium y fentanilo, potentes relajantes, junto a una dosis de potasio para paralizar el corazón. Oklahoma y Alabama también han estudiado optar por la hipoxia nitrogenada, mediante gas.

Pero hay otras posibilidades. Desde posponer las ejecuciones a recurrir a métodos anteriores. En Carolina del Sur, que lleva sin estos productos químicos desde 2013, el Senado estatal aprobó un proyecto de ley el pasado año para reemplazar la inyección letal por la silla eléctrica en caso de no contar con suministros. La propuesta no salió adelante, pero se volverá a discutir en la cámara. Hasta ahora los presos podían elegir entre las dos formas de morir. De salir adelante esta reforma, el estado tomará la decisión.

La horca, la cámara de gas y el pelotón de fusilamiento también están sobre la mesa, ya que siguen en vigor en algunos estados. Y aunque parezcan formas desterradas, no se dejaron de emplear hace tanto. 

Por ejemplo, la última vez que se colgó a un preso fue en 1996. El último fusilado, en 2010. La cámara de gas se utilizó en 1990, y la silla eléctrica funcionó hace unos meses, en noviembre de 2018.   

El caso de Texas vuelve a agitar la discusión. La demanda se remonta a 2014, cuando los abogados de varios condenados a muerte pidieron al estado saber el nombre de la farmacéutica que suministra pentobarbital, la droga empleada en las ejecuciones, para comprobar que estaba en buen estado.

Phillip Durst es el abogado que representa la causa. “Los presos en el corredor de la muerte sufren ejecuciones prolongadas y a veces fallidas. Estas farmacéuticas están poco reguladas, por lo que no hay forma de saber si la pureza y la toxicidad de la que hablan es exacta”.

El estado de Texas ha ido perdiendo esta batalla en todas las cortes de menor rango donde se ha librado. El Supremo se había negado a corregir a los otros tribunales hasta que el gobierno alegó que, si pierde, la pena de muerte sería imposible de aplicar en adelante, calificando la demanda como un “ataque encubierto” contra el castigo capital.

Reos que prefieren los fusilamientos

Otros estados han vivido la misma situación. En Ohio se levantó una gran polémica el pasado verano cuando un fiscal de condado pidió que se recuperaran los pelotones de fusilamientos para frenar los retrasos provocados por las apelaciones a la inyección letal. Según dijo, las drogas no funcionan de manera efectiva o rápida, mientras que los fusilamientos son constitucionales.

Algunos prisioneros, además, prefieren morir rápidamente por el impacto de las balas o por una descarga eléctrica, antes de someterse a un largo proceso sobre una camilla, que además no garantiza la falta de dolor. 

Esto ocurrió el pasado noviembre. Cuatro reclusos condenados a muerte en Tennessee pidieron a un tribunal que les permita morir frente a un pelotón de fusilamiento. Sus abogados argumentaron que el método era más humano y rápido que la inyección letal. La solicitud fue denegada.

Uno de ellos, Edmund Zagorski -fue condenado a muerte por el asesinato con robo a dos personas en 1983-, reclamó la silla eléctrica, que sí está en vigor allí. Le fue concedido. En noviembre lo electrocutaron a los 63 años. No se usaba este método desde 2007.

Según datos del Centro de Información de la Pena de Muerte, la silla eléctrica es legal en nueve estados: Alabama, Arkansas, Florida, Kentucky, Mississippi, Oklahoma, Carolina del Sur, Tennessee y Virginia); la cámara de gas, en siete: Alabama, Arizona, California, Mississippi, Missouri, Oklahoma y Wyoming; y la horca, en dos estados: New Hampshire y Washington. El pelotón de fusilamiento está en vigor en Mississippi, Oklahoma y Utah.

Este último método es uno de los que más polémica genera. En Utah, Ronnie Lee Gardner, un recluso condenado por un asesinato en 1985, eligió ser ejecutado a tiros el 18 de junio de 2010 por razones religiosas. No se recurría a esta fórmula desde hacía 14 años. En 2015 el estado promulgó una legislación que permite el fusilamiento si no hay medicamentos disponibles para la inyección letal. 

En cuanto a la cámara de gas, la última vez que se empleó fue en 1999, en Arizona. Walter LaGrand eligió esta opción tras ser condenado por el asesinato de un gerente de banco en 1984.

La horca y la silla eléctrica fallan menos

Más reciente fue la última ejecución en la horca, el 25 de enero de 1996 en Delaware. El recluso Billy Bailey rechazó la inyección letal y optó por la horca por dos asesinatos cometidos en 1979. Ha sido el tercer estadounidense colgado por un gobierno desde 1965, y el último por ahora.

Aunque parezcan métodos más brutales, lo cierto es que el porcentaje de ejecuciones fallidas muestra que los prisioneros sufren menos, al menos sobre el papel. Según los datos recogidos por el Centro de Información de la Pena de Muerte, la inyección letal falla en un 7,12 por ciento de las ocasiones. Por su parte, la silla eléctrica o la horca muestran cifras  menores, con el 1,9 y el 3,2 por ciento de fallos, respectivamente. El método que resulta infalible es el pelotón de fusilamiento, con un cero por ciento de error.

También se relatan casos concretos que ponen los pelos de punta. Por ejemplo, el 15 de septiembre de 2009, Ohio se disponía a ejecutar a Romell Broom por inyección letal. Debido a su adicción a las drogas, resultó imposible encontrarle una vena por la que administrarle el tratamiento. Más de dos horas estuvieron pinchándole, entre lágrimas del reo, que trató de ayudar a sus ejecutores sin éxito.

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Antes, en 1999, Florida ejecutó a Allen Lee Davis por descarga eléctrica. Construyeron una silla especial para él, por su gran tamaño. Antes de que lo declararan muerto, estuvo minutos sangrado por la boca y sufriendo. Las imágenes de su cadáver sirvieron para librar a otros presos de ese método en favor de la inyección letal. En Virginia, en 1982, otro reo, Frank J. Coppola, empezó a arder por las piernas y la cabeza durante la descarga que acabó con su vida. La lista es interminable.

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