El sistema judicial estadounidense se ve cuestionado en ocasiones por escándalos que evidencian graves fallos de funcionamiento, que muy a menudo afectan a las minorías raciales. El último caso se acaba de cerrar en la ciudad de Nueva York, que ha aceptado indemnizar con más de tres millones de dólares a la familia de un joven afroamericano del Bronx que se pasó tres años en prisión, sin juicio ni condena, y que acabó suicidándose.
Kalief Browder estuvo de 2010 a 2013 entre rejas sin ser juzgado ni sentenciado por ningún delito. Sufrió agresiones por parte de otros reclusos y de los guardias de seguridad, y estuvo confinado en régimen de aislamiento durante la mitad de su estancia en prisión. Quedó tan traumatizado que terminó por quitarse la vida.
Ahora, este penoso capítulo para la ciudad de Nueva York termina con un acuerdo entre las autoridades locales y sus familiares para el pago de 3,3 millones de dólares (2,8 millones de euros) y la promesa de unas reformas que eviten que esta situación se produzca de nuevo. Sin embargo, no está claro que esas modificaciones estén surtiendo efecto.
La tragedia de la familia Browder comienza en 2010. En el mes de mayo, este chico de 16 años volvía a casa con un amigo cuando ambos fueron detenidos por la Policía en el barrio de Little Italy. Un inmigrante mexicano les había acusado de robarle dos semanas antes una mochila con 700 dólares, una cámara de fotos, un iPad y una tarjeta de crédito. Kalief y su compañero negaron los cargos, pero acabaron en el juzgado.
El juez encargado de la vista inicial dejó en libertad provisional a su amigo, pero a Kalief lo mandó a prisión a la espera del juicio, por sus antecedentes, ya que había tenido problemas menores con la Justicia anteriormente. El magistrado le impuso una fianza de tres mil dólares que su familia no pudo afrontar al momento, por lo que fue enviado al centro de reclusión de Rikers Island.
Cuando su madre consiguió reunir el dinero, el juzgado cambió de criterio y le denegó su salida. Ahí empezó un calvario que el propio joven narró al The New Yorker en 2014, cuando se destapó su caso. Denunció agresiones y amenazas por parte de internos y funcionarios de prisiones, abusos en el empleo del régimen de aislamiento y dilaciones interminables para celebrar su juicio.
Durante aquellos tres años Kalief tuvo la posibilidad de declararse culpable y quedar en libertad, pero decidió defender su inocencia. Así pasó de 2010 a 2013 privado de libertad, sin ser juzgado ni condenado, sólo con la acusación de robo de un individuo que había cambiado la versión de su denuncia varias veces.
En plena adolescencia, se perdió la boda de su hermana, el nacimiento de su sobrino y su fiesta de promoción. Según su familia, en aquel periodo de tiempo intentó suicidarse hasta en seis ocasiones.
Juzgados saturados
En el año 2013, tras años de retraso por la saturación de los juzgados del Bronx, un juez acabó por desestimar todos los cargos que pesaban contra el joven y archivó la causa. Kalief era inocente y libre.
Sin embargo, ya no era el mismo. “Estoy tratando de salir de mi concha, pero creo que ya soy así, callado y distante”, explicaba en The New Yorker en aquel artículo en 2014. Vivía con una sensación de miedo constante a ser atacado, después de su experiencia en prisión. “Antes de entrar en la cárcel, no me preocupaban muchas cosas, y ahora, estoy paranoico. Creo que me robaron mi felicidad”.
Estaba traumatizado. Dos años después de su puesta en libertad, en junio de 2015, con sólo 22 años, Kalief Browder entró en una habitación de la casa de su madre, extrajo el aparato de aire acondicionado de la pared, se colocó una cuerda alrededor del cuello y saltó por el hueco con los pies por delante.
Su madre escuchó un fuerte ruido en la habitación de su hijo, subió las escaleras y entró. No vio nada raro. Tuvo que salir al jardín para percatarse de lo ocurrido. Ella moriría un año después.
El suicidio reactivó su historia, se grabaron documentales y reavivó el escándalo que había puesto la lupa sobre el sistema penal de Nueva York, especialmente severo con jóvenes detenidos, sobre todo con los afroamericanos. Fue entonces cuando se anunciaron reformas para evitar que se mandaran a los menores de edad a centros penitenciarios donde se practicaba el régimen de aislamiento.
Estos encierros fueron lo que más traumatizaron al joven Browder. Incluso un juez de la Corte Suprema, Anthony Kennedy, ya retirado, mencionó este caso en una resolución escrita para denunciar que en EEUU hay casi 25.000 reclusos cumpliendo condenas en régimen de aislamiento, un castigo que tienen “un precio terrible”, según recoge la CNN.
El escrito del magistrado se refería a un preso condenado a muerte en 1989 que había pasado la mayor parte de los 25 años de espera en régimen de aislamiento, “en una celda sin ventanas, no más grande que una plaza de aparcamiento, 23 horas al día”.
536.000 presos sin condena
El de Kalief Browder no es un hecho aislado. Según datos de Prison Policy Initiative, en EEUU hay 536.000 personas detenidas en prisión sin una condena, mientras esperan un juicio. De ellos, se estima que 9.000 son menores.
“Aunque este dinero no nos devolverá a Kalief Browder, esperamos que la solución de este caso y los cambios en Rikers Island eviten que esto le suceda de nuevo a otra persona”, expresa Sanford A. Rubenstein, abogado de la familia.
Por su parte, la ciudad ha emitido un comunicado donde dice confiar en “que este acuerdo y las modificaciones legales ayuden a que la familia Browder tenga cierta paz”.
Estas reformas empezaron en diciembre de 2014, unos meses antes de la muerte de Browder. Rikers Island dejó de internar a los jóvenes de 16 y 17 años en régimen de aislamiento. Un mes más tarde, en enero de 2015, se descartó también este tipo de confinamiento para menores de 22 años.
“La muerte de Kalief Browder fue una llamada de atención a esta ciudad, nos abrió los ojos”, aseguró en 2017 el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio.
Sin embargo, no todos ven tan claro estos progresos. El pasado verano, el New York Times denunció que aunque la ciudad ya no aislaba a menores de 22 en Rikers Island, sí los mandaba a cárceles del norte del estado donde sí les aplicaban este régimen. En septiembre, Político desveló que Rikers continuaba alojando a presos jóvenes de entre 18 y 21 años con población reclusa adulta.
La familia de Browder tampoco cree que la ciudad haya cumplido con sus compromisos de cambiar las cosas. De hecho, el hermano mayor de Browder, Akeem, que aspiró a la alcaldía, pidió el cierre de la cárcel donde estuvo su hermano. La ciudad, por contra, no tiene prevista esta medida al menos hasta 2027.