En la noche de este viernes, el presidente encargado de Venezuela Juan Guaidó no descartó la posibilidad de pedir una intervención militar de Estados Unidos en su país para "acabar con la usurpación" de Nicolás Maduro en el poder. "Sé que éste es un asunto muy polémico, pero haremos lo que sea necesario", añadió a preguntas de un periodista de la agencia Afp.
Es evidente que de la posición del Ejército venezolano depende la salida definitiva a la crisis política venezolana. Otra cosa será la económica, la institucional, la social... el hundimiento del país caribeño es absoluto. Nada funciona, no hay trabajo, no hay medicinas, no hay comida, no hay futuro ni esperanza.
A esto, el tirano chavista ha respondido bloqueando el puente Simón Bolívar, en el paso fronterizo con Colombia, concretamente a la ciudad de Cúcuta. Cada día, desde hace años, han sido decenas de miles de personas las que han cruzado a Colombia desde Venezuela en busca de productos de primera necesidad imposibles de encontrar en su país. Bien para su consumo personal, bien para comerciar con ellos luego dentro de territorio venezolano y hacer algo de dinero.
En los últimos meses, de los alrededor de 35.000 venezolanos diarios que cruzan el "puente de la libertad" muchos no vuelven. Buscan su futuro en el país vecino, abierto al acogimiento de refugiados, sobre todo desde la llegada de Iván Duque al poder el pasado agosto. O aprovechan el suelo colombiano para alargar su diáspora hacia otros destinos.
Es precisamente en Cúcuta donde se ha habilitado uno de los almacenes de productos con ayuda humanitaria -por cientos de toneladas- y es precisamente por ahí por donde desconfía Maduro. "¡No necesitamos limosna!", ha bramado el dictador, "Estados Unidos debe dejarnos comerciar con nuestro petróleo, en lugar de bloquearnos, y con ese dinero ya daremos de comer a los venezolanos".
En realidad, el temor del heredero de Hugo Chávez es que junto con los víveres pasen espías estadounidenses y oficiales de su ejército. Y que lo hagan como amenaza de invasión silenciosa o como agentes de desestabilización de sus propios altos mandos de la Fuerza Armada Bolivariana. Por eso ha bloqueado el paso, por eso se niega a aceptar el órdago de Guaidó -que ha convocado "voluntarios" para hacer entrar la ayuda humanitaria-, por eso está cada vez más preocupado con su aislamiento internacional.
De hecho, John Bolton, asesor de Seguridad de la Casa Blanca, dejó ver una anotación entre sus papeles hace unas semanas en la que se leía "5.000 soldados a Colombia"... ¿torpeza o amenaza encubierta?
Ya sólo le quedan sus aliados cubanos y nicaragüenses, pues México y Uruguay han tenido que ver cómo su convocatoria para un grupo de contacto en Montevideo se topaba con que la Unión Europea decía no a su plan de diálogo en cuatro pasos: "Hemos venido a lograr elecciones libres en Venezuela", dijo Federica Mogherini, Alta Representante de la UE.
El puente que cambió de sentido
Basta con mirar el paso fronterizo al caer la tarde para constatar que el número de personas que salen de la ciudad colombiana de Cúcuta para regresar a sus casas es mucho mayor que el de las que llegan de la venezolana San Antonio del Táchira.
Pese a que las filas son largas, el tránsito por el puente ha fluido a buen ritmo y miles de venezolanos se van de Colombia con costales llenos de comida, ropa o medicinas, mientras que otros simplemente terminan su jornada laboral y se van a descansar a su país.
En ese ir y venir hay quienes se mueven en sillas de ruedas empujadas por algún familiar para conseguir atención médica, hombres y mujeres con niños en brazos y los vendedores de todo, desde medicinas hasta paletas y refrescos para disimular el calor que caracteriza a esta zona.
Ese es el caso de Víctor Guzmán, nacido en Maracay, en el estado de Aragua, en el norte de Venezuela, y que está radicado en San Antonio, ciudad que en el pasado fue el paraíso de las compras para los colombianos, una especie de Miami de clase media, pero ahora los papeles se han invertido y el dorado está en Cúcuta.
Eran otros tiempos aquellos en los que familias enteras viajaban a San Antonio desde distintas partes de Colombia para comprar el mercado básico, ropa, juguetes o electrodomésticos a precios mucho más asequibles que los de su país, por entonces una economía más cerrada, a diferencia de la apertura que vivía Venezuela por la bonanza petrolera.
Pero vino la crisis venezolana y la situación dio un giro de 180 grados.
"Hace apenas dos semanas que vine por primera vez y es una maravilla, me agrada mucho la atención, es totalmente lo contrario a lo que pasa en Venezuela", aseguró a Efe Guzmán sobre la manera cómo lo tratan en Cúcuta, capital del departamento de Norte de Santander.
Pero no todos los venezolanos que merodean por el puente regresan a su país a dormir, y uno de ellos es Juan Carlos Olivares, quien vive desde hace tres meses en Cúcuta luego de que le robaran parte de su patrimonio en una barbería de su propiedad en Venezuela.
"Yo soy barbero profesional, estoy trabajando en una barbería y trabajaba en Venezuela en mi barbería, donde me robaron, y por eso ahora estoy acá", afirma el hombre, que llegó a Colombia "buscando bienestar en comida, salud y medicinas".
Según cuenta, cuando tiene que ir a San Antonio a buscar a algún familiar se siente atropellado. "Me da miedo cruzar para allá, por la inseguridad que hay", aseveró.
En las filas que se forman sobre el Simón Bolívar, algunos tratan de pasarse por donde la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) tiene habilitada una puerta para que crucen las personas discapacitadas, los adultos mayores y las madres con bebés en brazos.
En las largas filas se escuchan críticas a Nicolás Maduro, a quien la gente culpa de sus penurias, como lo hace Fidelia Maldonado de Durán, quien asegura a Efe que fue el mandatario quien "destruyó el país".
"Nos acabó el país y no tenemos comida ni medicina, una grosería de ese señor", manifiesta.
Maldonado no cruza el puente todos los días porque vive en San Cristóbal, que está a unos 40 kilómetros de San Antonio, y no siempre consigue dinero para pagar el viaje en autobús.
"Esto lo hace mucha gente venezolana porque nos vemos obligados a ir a esta ciudad colombiana que nos abre las puertas para comprar comida y medicinas, lo que esté a nuestro alcance con lo poco que tenemos", dice desconsolada.