El triunfo de la Revolución Islámica hace mañana 40 años estableció en Irán un sistema teocrático que resiste en el poder pese a las presiones de Estados Unidos y algunas potencias regionales y al descontento de parte de la ciudadanía.
Las protestas contra el Sha Mohamad Reza Pahlaví (1941-1979) se recrudecieron en enero de 1978 en la ciudad santa de Qom, después de que el periódico Etelat publicara un artículo denunciando que el ayatolá Ruholá Jomeiní no era de origen iraní y llevaba un estilo de vida libertino.
Los estudiantes de los seminarios de Qom se lanzaron a las calles y se produjeron enfrentamientos con la policía en los que murieron dos personas, según el régimen de Sha, y unas 70, de acuerdo a sus opositores. "Qom representa el origen de la revolución y sus seminarios son la columna Espiritual del movimiento que sacudió al mundo", afirmó el mes pasado el líder supremo de Irán, Ali Jameneí.
Al clero se unieron pronto los dueños de los comercios de los bazares, fundamentales en la economía de la época, lo que supuso un gran impulso al levantamiento contra la monarquía, encabezado también por partidos izquierdistas como el Frente Nacional, Tudeh y Fedayín.
"Viernes negro"
El siguiente baño de sangre se registró en septiembre de 1978, el llamado "Viernes negro", cuando las fuerzas de seguridad abrieron fuego contra los manifestantes que gritaban en Teherán "el Sha tiene que irse".
Según un informe de la Fundación de Mártires de Irán, más de 2.700 manifestantes murieron entre octubre de 1977 y febrero de 1979, la mayoría en la capital.
Mohamad Reza Pahlaví huyó finalmente del país el 16 de enero de 1979 y el 1 de febrero de ese año regresó a Irán Jomeiní, quien logró la renuncia del Gobierno de Shapur Bajtiar, nombrado por el Sha.
El 11 de febrero de 1979, después de que las tropas se retiraran de las calles, la radio de Teherán anunció en un histórico boletín: "Esta es la voz del verdadero Irán, la voz de la Revolución Islámica".
Sobre el papel "prominente" de las Fuerzas Armadas, Jameneí aseguró en un reciente discurso que "una de las bendiciones de la revolución fue que el Ejército se unió al movimiento de la nación".
"Victoria del bien sobre el mal"
Por su parte, el presidente iraní, Hasan Rohaní, definió hace unos días la Revolución Islámica como "la victoria del bien sobre el mal, y de la democracia sobre la dictadura". "La Revolución Islámica fue una esperanza para los oprimidos y un terremoto para EEUU y los sionistas (Israel)", subrayó Rohaní, quien criticó las actuales presiones de Washington contra Irán.
EEUU, que rompió relaciones diplomáticas con Irán en 1980 tras el asalto a su Embajada en Teherán y la toma de 52 funcionarios estadounidenses como rehenes, volvió el año pasado a imponer sanciones al país persa.
El presidente estadounidense, Donald Trump, decidió restaurar las sanciones y abandonar el acuerdo nuclear multilateral de 2015, mientras que algunos responsables de su administración han hablado sin tapujos de un cambio de régimen en Irán. También se oponen con firmeza al sistema teocrático iraní potencias de Oriente Medio como Israel y Arabia Saudí, con las que Teherán ha intercambiado amenazas bélicas.
Además de las presiones externas, en el interior del país la situación tampoco es muy alentadora. La crisis económica ha fomentado protestas esporádicas, las más fuertes hace un año, que han derivado en críticas contra el sistema.
Ejecuciones de opositores
Por el momento, cualquier conato de oposición ha sido aplacado por las autoridades, aunque sin llegar a la represión registrada después de la victoria de la revolución, cuando fueron detenidos y ejecutados numerosos dirigentes y simpatizantes de los partidos izquierdistas contrarios a la deriva islámica del sistema.
Al creciente papel de los clérigos en la toma de poder tras la aprobación en referéndum en abril de 1979 del sistema de la República Islámica, se sumó la censura de periódicos y la obligatoriedad del velo a las mujeres, entre otras restricciones.
El primer ministro interino, Mehdi Bazargan, afirmó que en realidad el que gobernaba era Jomeiní y dimitió de su cargo tras la toma a la Embajada de EEUU.
En opinión de Bahar, una mujer de 60 años que asistió a las protestas contra el Sha, muchos de los revolucionarios se arrepintieron en los primeros años "a causa de las presiones sociales".
Bahar explicó que se involucró en la revolución debido a "las diferencias sociales y a la pobreza existente", y que creyó que un sistema islámico podía ofrecer igualdad. "Ahora, después de 40 años, vemos que lamentablemente hemos colapsado a nivel económico y que la política exterior de Irán no ha funcionado", se lamentó.