Las filtraciones de Julian Assange pusieron en jaque a las más altas esferas del poder en Estados Unidos y acabaron con el fundador de Wikileaks encerrado durante siete años en la Embajada de Ecuador en Londres. Su prolongada estancia en la modesta legación diplomática se convirtió en una pesadilla que casi termina con los nervios de Assange... y de los empleados de la embajada con los que ha convivido hasta la retirada del asilo político.
El activista presentaba una "acentuada personalidad egocéntrica y estaba acostumbrado a ser el centro de atención entre sus allegados", según describen unas actas del equipo de seguridad de la embajada a las que ha tenido acceso EL ESPAÑOL. Los informes, fechados en 2012 y 2013, relatan el complicado encaje del "señor huésped" en el día a día de la legación diplomática y los inconvenientes logísticos que desencandenó su prolongado encierro.
Boxeo y destrozos en la habitación
Assange "no acataba bien las órdenes y presentaba en ocasiones actitudes de rebeldía, aprovechándose en el pasado de la no existencia de normas establecidas y de la la falta de personal decidido a que se cumplan normas", explica el documento. El equipo de seguridad tuvo que adaptarse a las exigencias y comportamientos del fundador de Wikileaks que variaban desde la petición de que su "entrenador personal de boxeo" participara en la supervisión de los dispositivos de seguridad hasta el acceso a oficinas de acceso restringido dentro del edificio o el enfrentamiento con un escolta con agresión física y destrozos de material incluidos.
Uno de los episodios más violentos registrados en este 'diario secreto' se produjo en la madrugada del 4 de enero de 2013. "Se percibe que se enciende la luz de la habitación del señor Assange y se abre la puerta aunque él mismo no sale del interior", relata en una de las actas. "Sobre las 06.10 de la mañana el agente de guardia escucha un sonido que asocia a un golpe fuerte que procede del interior de la habitación". Acto seguido, el escolta pregunta si todo está bien y detecta que "el huésped" oculta el "campo de visión de la estancia" con su propio cuerpo.
Minutos después, Assange se encierra unos minutos en el baño "visualizando un documental con su ordenador", momento que aprovecha el encargado de seguridad para entrar en la habitación. En el interior se encuentra un gran mueble-estantería totalmente roto y volcado en el centro de la habitación.
El incidente termina con Assange recluido varias horas en el baño "por seguridad", el activista explica a su círculo cercano que "la estantería se ha caído sola" y el personal diplomático es informado del suceso. El informe detalla también que el fundador de Wikileaks "tiende a gritar y hablar de forma incoherente en sueños" y el episodio de la estantería destrozada es fruto del "estado de estrés que está desarrollando Assange como consecuencia de su situación de aislamiento".
¿Tendencias suicidas?
Los encargados de proteger al célebre activista no temían que realizara "actos en contra de su propia seguridad física" pero sí dejaron por escrito los "riesgos psíquicos" a los que se enfrentaba y alertaban de que los "estados de rabia y el sentimiento de superioridad pueden ocasionar estrés en el personal que le rodea".
El continúo estado de hipervigilancia al que estaba sometido por las autoridades británicas, que amenazaron incuso con irrumpir en la embajada para arrestarlo, provocaron una psicosis en Assange. Un estado de alerta permanente que se manifestaba de diversas formas. Los mensajes desde el balcón en la embajada al principio de la reclusión dieron paso a un encierro total: ni se acercaba a las ventanas y siempre mantenía las cortinas cerradas por temor a los paparazzis. Hasta llegó a cambiar de habitación cada noche durante una temporada.
En 2015, un especialista en aislamiento y traumas visitó a Assange en Londres y salió sorprendido y preocupado por el "tremendo desorden" que tenía en su habitación. El activista le aclaró de forma misteriosa que "las paredes de la embajada se habían convertido en el interior de sus párpados" y que su paisaje se había "difuminado".
De Puigdemont a Pamela Anderson
Durante estos siete años, la figura de Assange como personaje público ha trascendido la pesadilla de su aislamiento forzoso. El activista se ha convertido en una suerte de icono cultural y político que ha atraído a su alrededor personajes de todo pelaje. Desde la conexión ideológica con Carles Puigdemont y otros 'popes' del separatismo catalán hasta la célebre actriz estadounidense Pamela Anderson.
El periodista del New Yorker Raffi Khatchadourian relató la insólita relación entre Assange y la protagonista de Los vigilantes de la playa en este perfil de la revista estadounidense. Desde octubre de 2016, Pamela Anderson estuvo entrevistándose con Assange varias ocasiones en una estancia de la embajada. El periodista presenció uno de estos enigmáticos encuentros desde una habitación contigua. "Se escuchaban con dificultad largos soliloquios de Assange con frases más audibles en las que se lamentaba de ser un hombre perseguido", explica el reportaje.
Los encuentros han servido a los tabloides para insinuar una relación íntima entre ambos. Una posibilidad que personas del círculo de confianza de Assange se encargaron de desestimar: "Los ecuatorianos están intentando llevar su embajada y es un país bastante católico, así que la idea de que Julian se traiga a sus novias es descabellada. No creo que haya nada".
Sin embargo, las ambiguas declaraciones de Pamela Anderson al respecto han seguido sembrando la confusión. "Es una de mis personas favoritas y puede ser el refugiado más famoso y politizado de la historia" o el airado tuit tras la detención de este jueves: "¿Cómo pudiste, Reino Unido? Eres la perra de América y necesitas desviar la atención del brexit".