A la exitosa empresaria paquistaní Masarrat Misbah le cambió la vida una mujer "sin rostro" que le pidió ayuda en 2003 y desde entonces ha ayudado a 700 mujeres que han sufrido ataques con ácido a rehacer sus vidas con la organización Smile Again (Sonríe de nuevo).
"En 2003 entró en mi oficina una joven con la cara cubierta y me pidió que la maquillara. Cuando se descubrió la cara me quedé horrorizada", relata Misbah en una entrevista con Efe.
"No tenía cara. Le faltaba un ojo, la nariz era un agujero y la barbilla estaba pegada al cuello ", recuerda esta mujer de 59 años y fundadora de un emporio de 74 centros de estética.
Tras ayudar a esa primera joven, Misbah puso un anuncio en varios periódicos ofreciendo ayuda a víctimas de ataques de ácido.
"Esperaba a tres o cuatro mujeres, pero el primer día se presentaron 42", recuerda, y así nació Smile Again, una ONG que ha ayudado a 700 mujeres que han pasado por el horror de sufrir un ataque de ácido o un accidente en el que han resultado quemadas.
La organización de Misbah les ofrece servicios médicos, ya que una víctima de ácido necesita a lo largo de los años entre 20 y 25 cirugías para recuperar parte de su rostro, aunque no siempre es posible.
"Nunca he visto a una chica recuperar su aspecto", reconoce la empresaria y filántropa. Pero además les ofrece formación, ya sea terminar el colegio o el instituto o convertirse en enfermeras.
Y especialmente las forma como esteticistas, su negocio, y les da la oportunidad de trabajar en uno de sus propios centros de su cadena o en la apertura de una peluquería en su pueblo.
"Cuando una mujer comienza a ganar un salario automáticamente su familia y la sociedad la acepta. Y eso les da confianza. Ya no son una carga familiar", asegura esta feminista de un país extremadamente patriarcal.
Saba Shaheen, de 19 años, es una de las víctimas de los salvajes ataques con ácido, perpetrado en este caso por un pretendiente que se negó a aceptar el rechazo de la joven y le arrojó el corrosivo líquido cuando contaba con apenas 15 años.
"Cuando vine a verla, Masarrat me abrazó y me dijo 'no te preocupes, te vamos ayudar'", recuerda.
Dos años más tarde y tras 21 cirugías, Shaheen se está formando como esteticista y planea abrir su propia peluquería en la localidad de Pakpattan con ayuda de Smile Again.
Pero su vida ha quedado ya marcada para siempre: "Vivo en un estado constante de tensión porque uno de mis ojos no está en su sitio", afirma la joven.
Y no cree que pueda casarse y tener una familia: "Después de lo que ha pasado no me gustan los hombres", señala.
Los ataques de ácido en Pakistán y el sur de Asia los suelen cometerlos pretendientes rechazados; maridos o la familia política debido a que la esposa no paga suficiente dote o porque no tiene hijos varones, o a causa de disputas entre dos clanes.
El 90% de los ataques los cometen hombres y la gran mayoría de las víctimas son mujeres, según la ONG Fundación de Supervivientes de Ácido de Pakistán.
El último informe de esta organización, de 2017, registró un descenso en los últimos años del 50 % en el número de ataques, de un pico de 204 en 2014 a 103 en 2016, algo que atribuye a la aprobación de leyes y la concienciación de la sociedad.
En 2011 el Parlamento nacional aprobó una ley que endureció los castigos con 14 años de cárcel por este tipo de crimen, y aunque solo el 10 % de los casos acaban con condenas los activistas lo consideran un paso adelante.
"Hay leyes en el país para todo. Las leyes están, pero su aplicación es lenta. Al menos algo se mueve", afirma Misbah.
La activista quiere que los legisladores del país aprueben ahora leyes para regular la venta de ácido, una medida que ha tenido éxito en la India y Bangladesh.
"El ácido cuesta 150 rupias (menos de un euro) y destruyes una vida", dice la activista.
Pero para Misbah se trata sobre todo de un problema de mentalidad.
"Los hombres quieren tener poder sobre las mujeres. Les enseñan que las mujeres son menos que los hombres, sus esclavas. Y si una mujer defiende sus derechos entonces es una mala mujer", remarca la empresaria.
"Yo a los hombres no les gusto. Se dicen todo tipo de locuras sobre mí", dice Misbah riéndose.