El 30 de abril el mundo despertó con la noticia de que Juan Guaidó comandaba en Venezuela un alzamiento militar contra la dictadura. Parecía que la Fuerza Armada, principal soporte del régimen, finalmente se estaba colocando del lado de la Constitución. En todas las latitudes del mundo los corazones de los venezolanos se aceleraron. Se veía cerca. Se acariciaba con la punta de los dedos.
Casi dos semanas después seguimos rozando la libertad pero sin poder abrazarla.
¿Fracasó la Operación Libertad? La pregunta me la han repetido mil veces desde el 30 de abril. Uno de los primeros que me cuestionó al respecto fue Alberto D. Prieto, periodista de EL ESPAÑOL. En la conversación, con la ligereza usual entre colegas y amigos, le comenté la jornada como quien piensa en voz alta. Sirvió para organizar y unir las piezas en un tablero sumamente revuelto. Las informaciones que llegaban se cruzaban entre sí. Había mucho que decantar. Cada versión de los involucrados era distinta y buscaba pasar la responsabilidad al otro. Sin embargo, algo estaba absolutamente claro en medio de la maraña informativa: Diosdado Cabello había trancado el partido.
¿Tanto poder tiene el teniente? Es otra pregunta del millón. Cabello parte con la ventaja de que él y su grupo de narco-generales han sido subestimados. En los últimos años, esta banda conocida como el Cartel de Los Soles ha venido perdiendo control militar en favor de Vladimir Padrino López e influencia económica en favor de personajes como Tareck El Aissami, pero sigue teniendo suficiente poder como para demorar el tránsito a la democracia.
Cabello parte con la ventaja de que él y su grupo de narco-generales han sido subestimados
Cabello, como el resto del Cartel de Los Soles, no tiene futuro. Es un trofeo para los zares anti-drogas estadounidenses. EEUU asegura que es capaz de perdonar a quien sea con tal de que facilite el tránsito a la democracia, pero eso no es del todo cierto. Al general Manuel Cristopher, ex director del Sebin que liberó a Leopoldo López este 30 de abril, lo perdonaron porque no estaba acusado de narcotráfico o terrorismo. En cambio, al general Hugo Carvajal, ex director de la contra-inteligencia militar que reconoció a Guaidó casi inmediatamente, no le han levantado las sanciones porque está acusado de haber participado en el negocio de la droga.
El 30 de abril hizo público las negociaciones de factores de la más alta importancia en el régimen con las fuerzas democráticas, aparte del hecho de que Maduro está dispuesto a montarse en el primer avión en el que le permitan huir. El día de la rebelión contra la dictadura la idea era que Guaidó se alzara con militares, Padrino como ministro de la Defensa lo respaldara, Maikel Moreno como presidente del Tribunal Supremo reconociera la legitimidad de la presidencia interina y el usurpador se marchara a un exilio dorado. Putin y Trump, “los dueños del circo”, habían dado luz verde a la operación. Sin embargo, aparecieron los egos. Las ansias de protagonismo en ambos bandos generaron desconfianza entre los involucrados y Cabello aprovechó la indecisión para presentarse en Miraflores, el palacio presidencial, vacante en ese momento porque Maduro desde hace meses no lo pisa si no es estrictamente necesario.
Una vez en el centro del poder, Cabello amenazó con formar la grande si Maduro y Padrino lo dejaban en la estacada. Ante eso, Putin ordenó a sus apparátchick que no procedieran con el plan. Una cosa es tener a Guaidó en Miraflores, con la capacidad para pagar la deuda rusa, y otra muy distinta a un radical militar nacionalista. Con Cabello en el poder, el presidente ruso no sólo no cobrará sino que perderá su carta de negociación con Trump en lo que es su gran objetivo: asegurar para Moscú la anexión de Crimea a cambio de facilitar un cambio democrático en Venezuela.
Con Cabello en el poder, el presidente ruso no sólo no cobrará sino que perderá su carta de negociación con Trump
Pero en la práctica, Cabello ha tomado el poder. Ha aprovechado para colocar al frente del Sebin a un cuadro suyo, el general Gustavo González López, quien había sido destituido de ese cargo a finales de 2018 por Maduro. Desde ahí, lidera una razzia contra los diputados opositores con decisiones tan bizarras como remolcar un vehículo con el vicepresidente de la Asamblea Nacional adentro cuando éste se negó a entregarse a sus captores. Está claro: los narco-generales prefieren una jaula de oro en Venezuela que una de hormigón en EEUU.
La Operación Libertad no fracasó. Resquebrajó como nunca al régimen. Lo desmoronó. La guerra intestina en el monstruo ya es pública, pero a la bestia en agonía se le debe rematar porque es en ese momento cuando se torna más peligrosa. Toca a Putin y a Trump, y a Guaidó y al binomio Maduro-Padrino, encontrar una solución a sus problemas: el atrincheramiento de Cabello.
*** Francisco Poleo es un analista especializado en Iberoamérica y Estados Unidos.