Tras más de diez años en estado vegetativo por un accidente de tráfico, Vincent Lambert comenzó este lunes un nuevo viaje hacia la muerte, después de que los médicos detuvieran por quinta vez su alimentación artificial al término de una batalla judicial que ha desgarrado a su familia y dividido a Francia.
Los doctores que le tratan en el hospital de Reims, en el este del país, volvieron a aplicar el deseo de su esposa, Rachel, junto a cinco de sus hermanos, que consideran que dejarle morir es lo más humano que se puede hacer, después de que se descartara toda esperanza de restablecimiento y recuperación de la conciencia.
Frente a ellos, los padres y dos de sus hermanos, que han agotado todos los recursos posibles para que no se le retire la sonda que le nutre y le hidrata, el último vínculo que le mantiene con vida.
Los progenitores, militantes de la asociación ultracatólica San Pío X, vieron cómo el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo rechazaba, por tercera vez, un recurso para seguir alimentando a Lambert de forma artificial.
La vía judicial aparece agotada. Se aferran con fuerza a la petición de mayo pasado del Comité de los derechos de las personas con discapacidad de la ONU de frenar la desconexión mientras examinan con profundidad el caso.
Pero esa instancia es solo consultiva y Francia ya ha visto cómo el caso Lambert ha sido analizado en múltiples ocasiones.
Macron, al margen
Tampoco encontraron eco en el presidente, Emmanuel Macron, a quien pidieron una intervención de última hora, pero que a través de las redes sociales ha preferido mantenerse al margen.
Salvo sorpresa de última hora, esta vez parece que nada frenará el lento camino hasta la muerte de este enfermero, que ahora tiene 42 años, los últimos diez postrado en una cama de hospital, un cuerpo que respira autónomo, pero un cerebro que no da ningún signo de consciencia.
Vincent Lambert ha vegetado durante estos años mientras su nombre agitaba el debate sobre la eutanasia en Francia, convertido en un símbolo, con el telón de fondo de una familia dividida que llevó sus diferencias al terreno mediático.
Las dos facciones no dudaron en arrogarse la última voluntad de un paciente que no la había dejado explicitada, lo que llevó al límite a una legislación no prevista para casos tan extremos.
Rachel Lambert contaba con el respaldo de los médicos, que amparados en la ley de fin de vida de 2016 rechazaban el ensañamiento terapéutico.
En 2013 se le retiró por vez primera la sonda, aunque entonces se conservó una ligera hidratación que le mantuvo con vida algo más de un mes, tiempo suficiente para que un tribunal tuviera tiempo para intervenir y detener el proceso.
Lo mismo sucedió en 2014, 2015 y 2016, en un enjambre de decisiones, dos de ellas del Consejo de Estado -la máxima instancia de la Justicia administrativa en Francia-, y otras tantas de Estrasburgo.
Cada nuevo embate fue gasolina en el debate sobre el final de vida en Francia. Los padres no han parado de repetir que su hijo no es un enfermo terminal y que dejarle morir es negar asistencia a un minusválido que solo necesita que se le ayude a alimentarse.
La esposa cree que no sirve de nada seguir nutriendo una esperanza sin futuro, temerosa incluso de que, sin poder expresarlo, su marido sienta sufrimiento físico.
La eutanasia entra en campaña
Siguiendo la ley, Lambert fue sedado y, paulatinamente, dejará de ser alimentado e hidratado. Nadie sabe cuánto aguantará su cuerpo, que morirá por falta de líquidos, según los expertos.
Los médicos autorizaron la visita de la familia. Por la mañana, los padres y sus hermanos afines. Por la tarde, la esposa y el resto de hermanos.
A la puerta del hospital de Reims, un centenar de personas, militantes "provida", protestan contra esa decisión, azuzados por la madre que, tras tantos reveses, no pierde la esperanza de una nueva decisión judicial favorable.
A pocos días de las elecciones europeas del domingo próximo, el caso Lambert ha llegado a la campaña.
Los candidatos de la derecha, François-Xavier Bellamy, y de la extrema derecha, Jordan Bardella, se oponen a dejarlo morir. El socialista Raphaël Glucksmann, la izquierdista Manon Aubry y la "macronista" Nathalie Loiseau piden respeto a la decisión de los médicos.