Entre todos la mataron y ella sola se murió. Theresa May ha anunciado su dimisión poniendo punto final a su agónico mandato como primera ministra británica. Se va sin cumplir el principal y casi único mandato con el que llegó al número 10 de Downing Street: consumar la salida del Reino Unido de la Unión Europea.
"He hecho todo lo posible pero no lo he logrado y por lo tanto tendrá que venir otra persona que lo pueda hacer", ha dicho May. "He intentado negociar los términos del acuerdo y la relación con nuestros vecinos de de la mejor manera posible. He intentado conseguir la aprobación de los diputados por varias veces y creo que insistir en el acuerdo era lo correcto. Pero no ha sido posible", continuó la premier.
La dimisión como líder del partido conservador se hará efectiva el 7 de junio, pero May continuará como primera ministra en funciones hasta que se complete un proceso de primarias para sustituirla en el partido y en Downing Street.
Theresa May ha señalado que su sucesor "tendrá que conseguir el consenso del Parlamento", algo que ella "no he conseguido" y que, advirtió, "solo se consigue si todas las partes quieren llegar a un compromiso".
Ha resaltado que "el referéndum no era solo para abandonar la UE, era para hacer un cambio profundo en el país" y ha insistido en que lograr ese cambio obliga "a un compromiso por parte de todos".
Un fracaso anunciado
El brexit que pidieron los británicos en el referéndum de junio de 2016 precipitó la dimisión de David Cameron. Y entonces, tras unos meses de interinidad, llegó Theresa May. "Brexit means brexit" y "una salida sin acuerdo es mejor que un mal acuerdo" se convirtieron en sus mantras para presentarse como una mujer terriblemente complicada -bloody difficult woman- .
Pero la leyenda de estratega y tipa dura le duró muy poco a Theresa May. Tras más de dos años de negociaciones con Bruselas para pactar los términos del divorcio, las filas del partido conservador se revolvieron contra su líder. La premier volvió de Bruselas con un acuerdo -el único posible, según ella- que no gustó a casi nadie y puso en evidencia su credibilidad negociadora.
Empezó entonces un absurdo periplo del acuerdo en Westminster. La cámara encadenó decenas de votaciones en las que rechazaban el plan de May, un segundo referéndum, una salida a las bravas o un acuerdo mejorado. Un bucle infinito que puso en solfa la reputación democrática de Reino Unido. El bochorno tuvo muchos responsables pero sólo una cara visible: Theresa May.
La segunda mujer que ocupa el cargo de primera ministra británica no ha sobrevivido a la última rebelión 'tory'. Empezó la semana anunciando una última alternativa para desatascar el brexit con el señuelo de un posible segundo referéndum -una opción que siempre desdeñó- y termina contando las puñaladas que ha recibido durante casi tres años al mando del país. Hasta 36 ministros le han dimitido por desavenencias y discrepancias.
May, que en diciembre sobrevivió a una moción de confianza de sus colegas que en principio la protegía en el cargo durante doce meses, había ligado su futuro a la votación de la ley del brexit, tras lo cual debía comparecer ante su grupo parlamentario para detallar el calendario de su marcha. La sucesión estaba ya en marcha desde hacía semanas y suenan los nombres del exministro de Exteriores Boris Johnson o Andrea Leadsom, la última en abandonar el barco de su gabinete.
Su odisea recuerda a la sufrida por su antecesora Margaret Thatcher (1925-2013), la primera mujer que gobernó en el Reino Unido (1979-90) que, en un proceso más corto y al final de su mandato, fue también arrinconada por su partido.