Madhumita Pandey tenía 22 años cuando comenzó a entrevistar a condenados por violación en la cárcel india de Tihar, la mayor de Asia central. Durante unos tres años llegó a conocer a unos 100 violadores que, como explica a EL ESPAÑOL en un email, le sorprendieron por ser hombres ordinarios que repetían más o menos las mismas historias, el mismo menosprecio hacia las mujeres, la misma manera de justificarse.
Debido a las continuas noticias de violaciones en grupo que se producen en la India y que saltan a las portadas de los periódicos de manera casi rutinaria, se podría hablar de una "cultura de la violación" en el país.
Pandey, que es hoy doctora en Criminología e imparte clases en la Universidad de Sheffield Hallam, dice que "esperaba encontrar monstruos obsesionados con el sexo", pero en vez de este cliché se encontró con hombres comunes que son producto de "una cultura patriarcal" donde la violencia contra las mujeres que incluso transpira hasta los políticos y jueces que se suponen deben combatirla.
"Hace tiempo, un ministro de la Mujer y la Infancia de Karnataka -un estado al suroeste del país-, dijo que las mujeres deberían ser conscientes de cuánta piel muestran en el lugar de trabajo", asegura la doctora Pandey.
El caso de 2012
La violación es el cuarto crimen más cometido en la India. En 2014 se denunciaron 37.000 asaltos sexuales contra mujeres en ese país, aunque se calcula que entre el 70 y el 90% no llegan a ser denunciados por tres razones: el 98% de las veces, el violador es un familiar o conocido de la víctima; cuando llega a celebrarse un juicio, sólo se condena a uno de cada cuatro acusados; y el código penal indio no considera violación al sexo forzado dentro del matrimonio si ambos cónyuges comparten techo.
Números aparte, cada vez que un caso de violación múltiple salta a las portadas vuelve a hablarse de una supuesta "cultura de la violación" en la India. Desde que en 2012 una estudiante fue violada en grupo en un autobús público de Delhi de un modo tan brutal que tuvieron que extirparle los intestinos –murió 13 días después-, se pusieron en marcha los juzgados rápidos para este tipo de casos y se amplió la definición legal de violación, que hasta ese momento no incluía la penetración con objetos (lo que permitió que hasta entonces que muchos violadores recibiesen condenas muy leves por sus crímenes).
En un país con solo 14 jueces por millón de habitantes, esta medida fue criticada como injusta, ya que por ejemplo no hay juzgados rápidos para asesinatos. Dos de estos juzgados funcionan en Nueva Delhi, la segunda ciudad de toda la India en número de violaciones y una urbe considerada especialmente peligrosa para las mujeres. En el año 2013, la India ocupaba el último puesto en la clasificación mundial de países que tratan bien a sus mujeres, por debajo incluso de Arabia Saudí.
Aunque los crímenes sexuales con violencia no son exclusivos de ninguna cultura, hay factores que se conjugan en la India para que este problema sea más acusado y su solución más complicada. El feticidio contra niñas, el sistema de castas y los matrimonios concertados contribuyen a sostener esta "cultura de la violación" que desprecia a la mujer, "ese veneno, esa serpiente", según el Mahabharata. Un proverbio indio dice que "traer una niña al mundo es como regar las plantas del vecino".
Sin sentimiento de culpa
Para las autoridades locales, es mucho más difícil trabajar en áreas tribales o sitios donde las castas condicionan todos los aspectos de la vida, como ocurre en la India rural: la primera tarea de la policía, las ONGs y los trabajadores sociales que operan en comunidades rurales o guetos tribales consiste en ganarse la confianza de las víctimas, que a menudo sienten que dejarán de estar protegidas cuando las autoridades dejen de estar presentes.
Ya sea por factores culturales o porque simplemente se trata de las víctimas más vulnerables, las menores de edad son el grupo que más sufre este tipo de crímenes: de las aproximadamente 40.000 violaciones denunciadas en la India en 2016, la mitad fueron contra menores de 18 años.
Otra de las características que suele repetirse es la actuación en grupo, lo que según los expertos, contribuye a difuminar el sentimiento de culpa entre quienes lo perpetran. En ocasiones, cuando alguno de estos casos llega a juicio, ocurre que alguno de los violadores se declara culpable, mientras que otros no consideran que su crimen fuese más que un acto de gamberrismo que a veces encuentra justificación si la víctima vestía de manera no tradicional, si iba caminando sola de noche o si simplemente "estaba provocando".
Esta es precisamente la razón que esgrimió uno de los presos entrevistados por la doctora Pandey, el "número 45". Se trataba de un joven de 23 años que en 2010 fue encarcelado por violar a una niña de 5 que, cuando él trabajaba limpiando un templo, le "tocó de manera inapropiada", por lo que decidió "darle una lección".
Casarse con el violador
En muchas ocasiones, en vez de mostrar arrepentimiento, quienes perpetran este tipo de crímenes piensan que el mayor perjuicio que le han infligido a sus víctimas es que, por haber sido violadas, les será más difícil contraer matrimonio, sobre todo si se trata de una niña o una chica virgen, por lo que intentan reparar sus actos prometiendo desposarse con la niña que han violado cuando ésta sea mayor de edad.
Uno de los supuestos que la ley india contempla a la hora de definir una violación es el contacto sexual bajo la promesa de contraer matrimonio; cuando el novio rehúsa casarse con la chica con la que ha estado manteniendo relaciones sexuales, puede ser acusado de violación.
La falta de educación sexual, unida al tabú que todavía rodea a todo lo que tiene que ver con el sexo en una sociedad tan tradicional como la india, un país donde la edad media es de 29 años y los matrimonios concertados se consuman sin que los novios se hayan conocido bien antes y sin que, por supuesto, se hayan elegido mutuamente, forman un panorama de represión, frustración y violencia sexual contenida.
Las manifestaciones ciudadanas que toman las calles cada vez que se produce un caso de brutalidad extrema o especialmente sangrante, demuestran que la sociedad india ha cambiado con respecto al pasado, cuando los jóvenes en busca de "documentación estimulante" acudían a determinados vendedores callejeros de revistas para pedirles en voz baja "magazines con masala".
Hoy, las películas de Bollywood e internet son ventanas a más de lo mismo: imágenes sexualizadas de la mujer que, a menudo, es presentada bien como una diosa de la pureza o bien como un simple objeto sexual. Los vagones de tren, taxis, secciones del metro o incluso filas para las taquillas del cine solo para mujeres son frecuentes en la India.
En la solución a esta lacra debería primar, además de la educación sexual, la atención adecuada a las víctimas, que muchas veces desconocen los servicios que tienen a su disposición. Por otro lado, aunque el Gobierno indio ha puesto en marcha centros de atención a mujeres agredidas donde se les ofrece ayuda médica y legal, esta red es poco extensa y no es muy eficiente, se queja la doctora Pandey.