Las negociaciones entre la Asamblea Nacional de Venezuela y el régimen de facto de Nicolás Maduro avanzan. La piedra fundacional está colocada: ambas partes aceptan en privado que el conflicto se debe resolver mediante unas elecciones presidenciales. Luego, vienen los detalles, y en los detalles se esconde el diablo.
El último cara a cara en la isla de Barbados terminó con el juego trancado. Juan Guaidó le exige a Maduro que abandone el palacio presidencial como condición sine qua non para cualquier acuerdo. Este se ha convertido en el mantra de la mayoría de la oposición al régimen: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Pero el madurismo ha recogido la pelota. Los negociadores del régimen de facto le exigen a Guaidó que sea él quien cese la usurpación de la presidencia de la República antes de unas nuevas mediciones presidenciales.
Así terminó la última ronda de conversaciones. ¿Juego trancado? Un negociador experimentado e imparcial, como lo es el gobierno de Noruega, que media entre el régimen y el parlamento, propondría una solución a medio camino entre la intransigencia de ambos. Si Maduro no acepta a Guaidó y Guaidó no acepta a Maduro, habrá que buscar un tercero que encabece el segundo paso del mantra: el gobierno de transición.
Si Maduro no acepta a Guaidó y Guaidó no acepta a Maduro, habrá que buscar un tercero que encabece el segundo paso del mantra: el gobierno de transición
El gobierno de transición debe atender las necesidades urgentes de los ciudadanos (alimentos y medicinas) y refundar las instituciones. Esas son las condiciones para llegar al tercer paso: elecciones libres. Venezuela necesita un Tribunal Supremo de Justicia equilibrado y unas Fuerzas Armadas que defiendan la voluntad popular. Pero, sobre todo, un Consejo Nacional Electoral renovado, sin la actual dirigencia que ha demostrado su público sometimiento a los designios de Maduro. Esas nuevas cabezas del organismo electoral deben limpiar el registro de votantes, garantizar el derecho al voto de los más de cuatro millones de venezolanos en el exterior, impedir la presencia de colectivos paramilitares en centros de votación, prohibir el uso de recursos públicos en la campaña y permitir una observación internacional total a cargo de las Naciones Unidas.
La dimensión de esas funciones previstas para el gobierno de transición hacen que la duración de esa administración deba ser de entre nueve meses y un año, según estimaciones de la dirigencia opositora a Maduro. ¿Quién asumirá la presidencia durante ese lapso? Hasta ahora se había dado por sentado que sería Guaidó en su condición de cabeza del parlamento. Sin embargo, el “Estatuto que rige la Transición a la Democracia para Restablecer la Vigencia de la Constitución” aprobado por la Asamblea Nacional el 5 de enero de 2019 establece que para la “conformación de un gobierno provisional de unidad nacional” el parlamento deberá ratificar o designar al presidente pro tempore.
Este Estatuto, según el jurista Juan Manuel Raffalli, muy cercano a la dirigencia opositora al régimen de facto, “bajo el principio de flexibilidad que lo rige, contiene una cláusula de ‘competencia residual’ que le permite a la Asamblea Nacional resolver todo lo que no esté previsto en el mismo”.
Es decir, es posible una tercera vía. Por esa rendija se quiere colar el ex gobernador Henri Falcón. Este dirigente fue el principal candidato opositor a Maduro en las cuestionadas elecciones del 2018. Viene del mundo militar y llegó a la gobernación de Lara como figura del chavismo antes de cambiarse de bando hace más de diez años. Con buenas conexiones en el mundo de las altas finanzas estadounidenses, Falcón ha contratado a una poderosa firma de cabildeo en Washington. Según el jefe de la agencia, la intención es convencer tanto a la Casa Blanca como al Kremlin de que este político es el ideal para desatascar el juego. Fuentes cercanas a la operación, cerrada por 200 mil dólares según la revista norteamericana Politico, nos aseguran que lo que realmente buscan es montar un programa de intercambio de petróleo por alimentos.
Estas gestiones de Falcón para asumir el gobierno de transición pueden estar ya avanzadas, a tenor de los reportes de constantes reuniones de su partido con el régimen de facto. Además, el ex gobernador ha comenzado una campaña en redes sociales para destacar su imagen como hombre de diálogo y entendimiento.
En contra de Falcón lo que juega, paradójicamente, es el rechazo en dos de los tres bloques opositores, la extrema derecha y el centro. Al chavismo lo puede convencer por su pasado. A Trump y a Putin también por sus políticas económicas totalmente abiertas a los mercados de capitales. ¿Podrá convencer, al menos, al centro encabezado por Guaidó?
El tiempo de las negociaciones, sin embargo, no es eterno. La dirigencia de la Asamblea Nacional ha acordado que a Barbados no le darán más de treinta días si no se producen resultados concretos.