Los austriacos han dado otra oportunidad a Sebastian Kurz, el jovencísimo líder del Partido Popular de Austria (ÖVP). Kurz celebraba el domingo una holgada victoria electoral tras los comicios legislativos organizados después del escándalo de corrupción gestado en Ibiza que tumbó la pasada primavera al Gobierno que formaran 'populares' y ultraderechistas del Partido de la Libertad (FPÖ).
Aquel escándalo obligó a dimitir al vicecanciller y otrora hombre fuerte del FPÖ, Heinz-Christian Strache. El caso dejaba, además, a Kurz contra la espada y la pared, sin Gobierno tras perder una moción de confianza y forzado a convocar unas nuevas elecciones. No obstante, en vista de los resultados del domingo, para Kurz, parece que no hay mal que por bien no venga. Su ÖVP se hacía en esta cita con las urnas con un 37,2% de los votos, según las primeras estimaciones. Muy por detrás quedaban los socialdemócratas del SPÖ (22%) y, acusando fuertemente el 'Ibizagate', el FPÖ (16%).
Liderado en esta última campaña electoral por Norbert Hofer, aspirante a presidente de la pequeña república alpina vencido en 2016, y Herbet Kickl, el incómodo ministro del Interior que tuvo Kurz en su Gobierno de colación con la ultraderecha, el FPÖ quedaba el domingo como tercera fuerza política. El FPÖ fue el partido que más votos perdió. Sus resultados constituían “una debacle”, según el término empleado por los medios austriacos.
En 2017, votó por la formación ultraderechista un 26% del electorado, un porcentaje que le abrió las puertas del Ejecutivo. El domingo, sin embargo, el FPÖ apenas quedaba por delante de Los Verdes (14,3%), una formación ecologista que volvía con fuerza al Parlamento austriaco. Los ecologistas no superaron en 2017 los mínimos para la representación parlamentaria.
Con cara de circunstancias, Harald Vilimsky, el secretario general del FPÖ, estaba obligado ante las cámaras a interpretar el domingo el decepcionante resultado de su partido como un “encargo” de los votantes “para empezar de nuevo”. No se le dio bien a la ultraderecha gobernar con Kurz. Basta con mirar el ejemplo de Herbert Kickl. En su poco tiempo como ministro, a Kickl se le ha reprochado, entre otras cosas, estar detrás de una polémica operación policial lanzada en 2018 contra los servicios de inteligencia del país. Aquello le granjeó antipatía entre los grandes defensores de libertad de expresión en Austria. “Es el ministro del Interior más peligroso desde 1945”, se ha llegado a decir de Kickl desde el SPÖ.
El 'Ibizagate' ha hecho daño al FPÖ
Kurz no ha podido gobernar ni dos años con el FPÖ. No le ha sido fácil hacerlo, sobre todo, por crisis como las desatadas por Kickl y compañía. La gestada en Ibiza, después de que el pasado mes de mayo se dieran a conocer gracias al periódico alemán Süddeutsche Zeitung y el semanario germano Der Spiegel las imágenes de Strache mostrándose dispuesto a ofrecer jugosos contratos públicos a cambio de apoyos, llevó a Kurz formular su “¡Ya es suficiente!”. Esa frase ha marcado buena parte del debate público austriaco de un tiempo a esta parte.
“Lo ocurrido en Ibiza ha hecho daño al FPÖ. Se le ha castigado. Sin ese escándalo podría haber conseguido un mejor resultado. Muchos de los votantes que ha perdido el FPÖ se han ido al ÖVP”, dice a EL ESPAÑOL Heinz Gärtner, politólogo de la Universidad de Viena.
Kurz y sus 'populares' salían reforzados de la votación del domingo. El 37,2% cosechado por el ÖVP supone una notable mejora respecto al 31,5% obtenido en 2017. “No sorprende que el ÖVP haya ganado, pero sí que lo haya hecho con tan buenos resultados”, afirma Gärtner.
De ahí que Kurz se mostrara exultante en la noche electoral. “En mayo salimos del Gobierno. Han sido cuatro meses difíciles, pero hoy los votantes nos han vuelto a elegir. ¡Muchas Gracias!”, manifestaba sobre una tribuna a sus seguidores el joven político y líder de los populares, de apenas 33 años.
Por su parte, los socialdemócratas no estaban para celebraciones. El SPÖ perdía el domingo un 5% de los votos respecto a los comicios de 2017, según las primeras estimaciones. El partido que dirige Pamela Rendl-Wagner, la primera mujer en estar al frente de los socialdemócratas austriacos, se tenía que conformar, pese a ser la segunda fuerza más votada, con un resultado peor que malo.
De hecho, el del domingo era, para el SPÖ, el peor resultado de su historia. “Esperábamos un mejor resultado. No podemos estar contentos”, reconocía a cuenta de la decepción electoral socialdemócrata Thomas Drozda, uno de los grandes responsables del SPÖ de Rendl-Wagner.
Muchas opciones para gobernar
Con todo, los socialdemócratas podían ofrecerse a Kurz como socios para formar un gobierno de 'gran coalición', la opción políticamente más estable pero no la más probable. Se sabe que Kurz no guarda buenos recuerdos de su tiempo como responsable gubernamental antes de 2017, cuando gobernaban juntos ÖVP y SPÖ. Además, a Kurz se le ha escuchado defender en la última campaña el trabajo de 'su' coalición con el FPÖ.
“A no ser que el FPÖ decida ir a la oposición, lo más probable es que Kurz quiera formar una coalición entre el ÖVP y el FPÖ, porque las coincidencias en el contenido de las políticas que defienden, ya sea en inmigración, en asilo o en el Islam, son muy grandes. Apenas hay diferencias”, señala Gärtner, el politólogo de la Universidad de Viena. “Ahora, Kurz puede tener más poder incluso que antes en una coalición así porque el FPÖ está muy debilitado”, abunda este experto.
A disposición de Kurz hay otras alternativas para formar Gobierno. Puede, por ejemplo, renovar la alianza con la ultraderecha, pero también contar con Los Verdes, optar por un Gobierno en minoría e incluso decidirse por lo que en Austria llaman “coalición dirndl”, nombre que alude al típico traje centroeuropeo que realza la figura de las mujeres que lo visten.
En esa coalición, además del ÖVP, entrarían Los Verdes y la formación centrista Neos, la quinta más votada el domingo (7,4%). Con dirndl o sin él, Kurz se prepara para ser de nuevo canciller.