El Parlamento alemán ha fijado para el primero de enero de 2021 la fecha de caducidad del impuesto de solidaridad, introducido hace 28 años para apoyar la reunificación del país, cuyas regiones del Este, en las que sin embargo no se espera un gran impacto por la decisión, siguen a la zaga del Oeste por problemas estructurales.
Dicho gravamen -un 5,5 % del impuesto sobre la renta y de sociedades- pretendía en sus orígenes sufragar los gastos extraordinarios ocasionados por la reunificación. Ahora, según decidió esta semana el Bundestag, el 90% de los contribuyentes alemanes con menos ingresos dejarán de pagar esta tasa, mientras que las empresas seguirán abonándolo como parte del impuesto de sociedades.
Con todo, el Ministerio de Finanzas prevé que la eliminación parcial del impuesto conlleve para las arcas públicas una pérdida de 10.900 millones de euros. La correlación entre lo recaudado en las últimas décadas y las cantidades invertidas realmente en el Este alemán es difícil de establecer, por lo que el impuesto ha sido blanco de numerosas críticas.
Según fuentes del Ministerio de Finanzas, entre 1991 y 2010 el impuesto de solidaridad ha proporcionado a las arcas públicas 340.000 millones de euros. A través de este mecanismo de redistribución extraordinario, conocido como "pacto de solidaridad", han fluido hacia el Este 200.000 millones en este periodo, aunque el coste total de la reunificación sea más elevado.
En los últimos años, con el aumento de los salarios y la disminución gradual de las ayudas para el Este, la diferencia entre ingresos y gastos se ha disparado. Así, en 2019 el estado ingresó 19.400 millones de euros gracias al impuesto de solidaridad, pero sólo destinó unos 1.800 millones en inversiones extraordinarias para el Este.
El ministro de Finanzas, el socialdemócrata Olaf Scholz, destacó que la eliminación del impuesto pone de relieve el éxito de la reunificación, enfatizando sin embargo la necesidad de que la "solidaridad" continúe.
El partido liberal FDP anunció que recurriría al Tribunal Constitucional puesto que la tasa no es compatible con la Constitución alemana, al no estar justificada por una circunstancia extraordinaria. Los Verdes y los izquierdistas de Die Linke, por otro lado, incidieron en la necesidad de una reforma general del impuesto sobre la renta, criticando que de lo contrario se sigue beneficiando a aquellos que disponen de más ingresos.
Problemas demográficos
Desde que en 2005 se aprobara la desaparición progresiva del mecanismo de redistribución extraordinario para las regiones del Este, éstas se han ido preparando para ser tratadas como "Länder" normales a partir de 2020.
A día de hoy, sus presupuestos son mayoritariamente sostenibles, explica Kristina van Deuverden, del Instituto Alemán de Investigación Económica. Por ello, la eliminación del impuesto no va a tener impacto en sus finanzas, asegura la economista en declaraciones a Efe, apuntando que "los retos están en otro lugar".
Por una parte, la estructura demográfica del Este -marcada por el envejecimiento y la emigración- es causa de que la recaudación fiscal de estos "Länder" se haya quedado en el 60% de la media alemana, desigualdad que se verá compensada por el momento por los mecanismos de redistribución ordinarios.
Sin embargo, la experta en finanzas públicas dibuja un escenario pesimista, dado que en las próximas décadas el crecimiento demográfico será negativo. Con ello, los "Länder" del Este no sólo recaudarán menos impuestos, sino que a menor población también les corresponderán partidas presupuestarias menores.
El PIB per cápita en el Este, que tras la reunificación suponía sólo un tercio del las regiones del Oeste, se ha estancado desde hace años en el 70% de la media federal. Aunque 30 años después el tejido empresarial se ha recuperado -como prueba una tasa de paro sólo un 2% mayor que en el Oeste- ninguna compañía oriental se encuentra en el top 30 representado en el índice bursátil Dax.
En gran medida, la desigualdad en los indicadores económicos se debe también a que en el Este predominan las zonas rurales, en general son mucho menos productivas. Para Van Deuverden, sin embargo, esta debilidad estructural sólo puede ser acometida desde la perspectiva de la política regional.
"Ya no es el momento en el que el estado deba intervenir con grandes inversiones en infraestructura como en los 90," argumenta, incidiendo sin embargo en la importancia de destinar fondos a recursos como la red digital.
"No se trata de concentrarse sólo en el Este, sino en todas aquellas regiones estructuralmente débiles. Por suerte, a día de hoy hemos llegado a este punto," remacha.