No segreguemos a las atletas. Celebremos su presencia
Las mujeres han llegado al más alto nivel en el deporte profesional. Acostúmbrense.
Punto de inflexión: el equipo femenino de fútbol de Estados Unidos ganó su cuarto Mundial este verano y utilizó la victoria para presionar en favor de la igualdad salarial entre el deporte masculino y el femenino.
¿Qué supone ser vencido por una mujer en un deporte dominado por hombres?
De entrada, la mayoría de la gente diría que no significa nada; ha ganado el mejor. Personalmente, no había pensado mucho sobre este tema hasta el año pasado, cuando me convertí en la primera mujer en ganar el British GT. La abrumadora reacción que desencadenó mi victoria evidenció que se trataba de un logro poco frecuente.
Otras experiencias han tenido un efecto similar en mí. He ganado más de un premio al 'Piloto del fin de semana'; algo digno de celebrar, sin duda, pero empañado al saber que el título había sustituido muy recientemente a su forma anterior: 'Caballero piloto del fin de semana', el término tradicional para los pilotos amateur. El reloj que recibí junto con mi trofeo en la ceremonia de los premios GT -de la marca Blancpain- también tiene una historia esencialmente masculina. Si hablamos de relojes de carreras, ¿quién nos viene a la cabeza sino Paul Newman y su Rolex Daytona?
Si bien nunca me he sentido muy diferente a los pilotos hombres, para mí está más claro que nunca que el motor y otros deportes profesionales deben hacer de la igualdad salarial una de sus prioridades. La cuestión de si debe hacerse y cómo debe hacerse siempre ha estado latente bajo la superficie. El impulso reciente ha hecho que la igualdad salarial en el mundo del deporte se haya integrado dentro de una lucha más amplia por la igualdad de derechos en general, y con toda la razón. Mi victoria en el British GT fue una excepción a la norma, y eso no cambiará en el mundo del deporte hasta que la desigualdad de género desaparezca de la sociedad como conjunto.
Si educamos a los niños en la igualdad antes de que los deportes aparezcan en escena, la igualdad se convertirá en la norma más adelante.
Crecí en una granja, otro ámbito mayoritariamente masculino, y siempre me sentí igual y capaz. Aunque recuerdo las miradas de perplejidad que me dedicaban algunos paseantes al ver a una niña que casi no llegaba ni a la edad necesaria para conducir utilizando el montacargas o moviendo balas de heno con un enorme tractor, la verdad es que a mí nunca me molestó. Tampoco hubo nunca distinciones de género con los juguetes que usábamos mi hermano y yo de niños. Él me prestaba los suyos y yo le prestaba los míos y, la mayor parte del tiempo, jugábamos bien juntos.
Este tipo de experiencias y situaciones positivas son los cimientos sobre los que se construye nuestra vida adulta. Yo aprendí muy pronto que mi género no tenía por qué ser un impedimento a la hora de progresar en cualquier profesión. Si somos capaces de educar a los niños en la igualdad antes de que los deportes aparezcan en escena, la igualdad se convertirá en la norma más adelante.
Esa actitud fue la responsable de que no tuviese duda alguna sobre mis habilidades cuando me introduje en el mundo del motor. Yo era una piloto más y estaba ahí por la misma razón que el resto: para ganar. Me uní al Club de Carreras Caterham donde me dieron una calurosa bienvenida y cuyo equipo me trató siempre con el máximo respeto. Desafortunadamente, no todo el mundo piensa que este deporte deba ser tan abierto.
Bernie Ecclestone, el anterior director ejecutivo de la Fórmula Uno, jamás ha ocultado lo que opina sobre que las mujeres piloten coches de F1. Muchos otros piensan igual que él. Decir, no obstante, que las mujeres no serían tomadas en serio, o que no podrían competir con los hombres por su condición física es sexista, corto de miras y rotundamente falso. Los deportes de motor requieren que los pilotos estén en forma, pero no exigen una fuerza o un tamaño concretos. Las mujeres no parten en desventaja respecto de los hombres, ni tan siquiera al más alto nivel.
Se ha sugerido que la creación de una liga exclusivamente femenina, al desarrollarse en unas condiciones en teoría más igualadas, atraería a más mujeres pilotos y también a más aficionados. Esta idea parte, no obstante, de la concepción, errónea, de que hay razones físicas que hacen que las mujeres no puedan competir con los hombres. Evita, además, un problema mucho mayor: el de la falta de oportunidades para que niñas y mujeres se introduzcan en este deporte y la falta de concienciación para animarlas a ello.
Visualicemos la implicación en el mundo del motor como una pirámide y coloquemos a los pilotos de élite en la cima y a los niños y entusiastas en general en la base. En la actualidad en Gran Bretaña, el 92,8% de las licencias de karting de menores de 16 años son masculinas. Si la participación femenina está tan limitada en los niveles a priori más amplios y accesibles, no es de extrañar que haya tan pocas posibilidades de que una mujer llegue a la Fórmula Uno. Y eso es sin tener en cuenta la suerte y el dinero que se necesitan para llegar.
Cuando era joven tuve la fortuna de ser invitada a pasar el día en un circuito donde pude probar todo tipo de coches. Esta experiencia me introdujo en el mundo de las carreras, pero para cuando realmente me inicié en el deporte, ya superados los veinte años, tenía muy poca experiencia si me comparaba con los pilotos que me rodeaban.
En lugar de utilizar el género de los niños para negar una igualdad de oportunidades, esforcémonos por cultivar sus intereses al margen de lo que son.
Tanto padres como colegios tienen un importante papel que jugar a la hora de asegurar el acceso a sesiones de karting, de la misma forma que financian programas para fomentar otros deportes, la música o la danza. Los consejos de administración del mundo de las carreras también deben dar un paso adelante e invertir para hacer el karting más asequible y accesible. Como en cualquier otro deporte, los que están arriba son los que tienen el poder y la responsabilidad de generar estas oportunidades y asegurarse de que estén abiertas a todos los géneros.
Deberíamos, asimismo, replantearnos cómo presentamos el deporte a los niños al nivel más básico. El año pasado una niña de trece años dijo en una entrevista a la BBC que sus compañeros la habían llamado lesbiana en repetidas ocasiones por jugar al fútbol y que sus profesores le habían dicho que no se le estaba permitido jugar a lo que ellos consideraban un juego de "niños".
En lugar de utilizar el género de los niños para negarles una igualdad de oportunidades, hagamos un esfuerzo por cultivar sus intereses al margen de lo que son y permitamos que se inspiren con lo que vayan descubriendo. La participación en deportes ha subido en Gran Bretaña de un 34,6% a casi un 37% después de los Juegos Olímpicos de Londres de 2012. Tras haber ganado el campeonato he notado un incremento en el número de padres e hijas que me buscan los fines de semana en las carreras para pedirme un autógrafo.
Cuanto más visibles sean para las niñas los modelos femeninos que las rodean, más crecerán sus aspiraciones de ser como ellas. Es posible que las mujeres no estemos compitiendo al más alto nivel en los deportes de motor pero eso no significa que no existamos. Ganamos trofeos y batimos récords en todo lo demás, y el deporte debería evolucionar para ser un fiel reflejo de nuestros logros y ambiciones. Esto no solo atañe a las carreras. Las organizaciones deportivas del mundo entero deben adecuarse a los tiempos. Las deportistas femeninas estamos luchando para llegar a la cima y hemos llegado para quedarnos.
*Flick Haigh es una piloto de carreras y la primera mujer en ganar el British GT.