Mientras en la Europa mediterránea, especialmente Italia y España, aumentan cada día de forma dramática sus estadísticas de enfermos y de fallecidos por el coronavirus sin que la tan manida curva de infección inflexione hacia el fin de la pandemia, en el norte del continente los números relativizan, en apariencia, la gravedad de la enfermedad. Pero excepto en Suecia, no por ello sus gobiernos han dejado de aplicar cierres de fronteras, de comercios y de aproximar el día a día de sus ciudadanos al de sus vecinos del sur. De momento, con éxito en todos los casos.
Son muchos los que desde hace días se preguntan cuál es la clave del 'milagro' alemán. A día de hoy, este país cuenta con 35.000 casos registrados entre una población aproximada de 81 millones de personas. Sin embargo, las víctimas mortales 'solo' ascienden, según cifras de este martes, a 181. Obviando los casos de Italia y España, en territorio alemán hay menor letalidad que en Francia, por ejemplo, que con menos contagiados y una población algo menor (64 millones) supera ya con holgura los mil decesos.
Lo peculiar de Alemania no es solo el reducido número de víctimas sino que el país tampoco ha aplicado las medidas tan restrictivas que se están imponiendo en otros lugares, como el confinamiento de la población o el cese de la actividad no esencial. Esta vía es un ejemplo, pero no deja de traslucir la diferente forma de entender la lucha contra la enfermedad que cada país aplica según su idiosincrasia y con matices muy diferentes según la latitud.
La peculiar geografía del virus
Pero como si el virus entendiera de geografía, lo cierto es que estos registros de muertes germanos se replican en los países nórdicos, donde Suecia, con 44 víctimas, es la nación con un peor balance. A su estela, Dinamarca, Noruega, Finlandia e Islandia con 34, 14, 3 y 2 muertes por coronavirus, respectivamente.
Y si para explicar lo de Alemania los expertos no atinaban a dar un argumento para la escasa mortalidad, en el caso de estos países sí que se señalan algunas claves que explican la, en principio, escasa distribución del virus. Por un lado, la menor población, la mayor dispersión de la misma en el territorio y, por otro lado, aspectos culturales que, a diferencia de la población mediterránea, hace menos vida en la calle.
Son ideas, únicamente, pero que sirven como punto de partida para analizar el motivo por el que todos estos lugares comparten cifras parecidas pese a que las medidas adoptadas son en algún casi diametralmente opuestas. Por supuesto, en este baile de números también tiene su incidencia la manera de aplicar los tests, que no en todos los lugares se lleva a cabo de forma homogénea.
Dinamarca y Noruega, la línea dura
Dinamarca y Noruega han sido los países que han aplicado decisiones más restrictivas. Ambos gobiernos se anticiparon y fueron de los primeros países en cerrar sus fronteras a no residentes. Además, se procedió a la clausura de los centros educativos y los lugares de ocio, y prohibieron las reuniones multitudinarias. Y, en el caso danés, también se cerró todo el comercio excepto farmacias y tiendas de alimentación. Lejos de sentirse molestos con estos recortes, la población apoya a su Gobierno con un 85% de beneplácito, según sondeos.
Frente a esta dureza en las restricciones, la comunidad escandinava mira con cierto recelo a Suecia, donde se ha optado por mantener una línea laxa. El gobierno local ha apostado por la responsabilidad individual de sus ciudadanos y a la protección preferente de los grupos de riesgo, con especial cuidado a sus ancianos. Pero, más allá de estas recomendaciones, mantiene abiertos lugares de restauración y centros educativos.
Desde la Agencia Pública de Salud, según cita la agencia Efe, "no tiene sentido cerrar fronteras, la epidemia está aquí, dificultaría la circulación de materiales. Cerrar escuelas puede aumentar el contagio y reducir personal en los hospitales", según Anders Tegnell, jefe de este organismo que, además, considera que la batería de medidas adoptadas por otros países responden más a la "política" que a una practicidad real.
No tiene sentido cerrar fronteras, la epidemia está aquí, dificultaría la circulación de materiales. Cerrar escuelas puede aumentar el contagio y reducir personal en los hospitales
Sin embargo, no son pocas las voces dentro del país que censuran esta laxitud a la hora de encarar el problema. Por norma general, el Gobierno sueco no suele inmiscuirse en las decisiones de expertos y respetan la autonomía de sus agencias públicas. Pero la oposición sí que ha elevado la voz y pide más restricciones.
De momento, el Ejecutivo escucha y se mantiene atento y no descarta nada en los próximos días pero, por el momento, el mensaje parece claro: responsabilidad, individual y colectiva. Y entretanto, incluso hay competiciones deportivas que se mantienen, a diferencia de lo que ocurre en buena parte del planeta.
Finlandia, por ejemplo, también reaccionó con prontitud ante la pandemia y eso parece clave en sus reducidas cifras de víctimas. Sin embargo, la estadística tiene truco, ya que las autoridades decidieron dejar de contar casos a mediados de marzo para centrar esfuerzos en los grupos de riesgo, lo que augura números de afectados superiores en verdad. En cualquier caso tanto aquí como en Islandia, la aplicación de restricciones ha sido bastante gradual.