Hungría se ha superado en los medios de comunicación internacionales y en la discusión política en los últimos años. Y sin embargo, hace unas pocas semanas que el país ha logrado llamar la atención de manera excepcional. En el régimen híbrido de Hungría (el único de la Unión Europea), con su debilitado estado de derecho y su erosionada independencia institucional, lo que importa es el contenido y no el proceso. La "Ley Habilitante" aprobada el 30 de marzo, es tan solo uno de los instrumentos en la caja de herramientas del primer ministro, Viktor Orbán.
Demos un vistazo a algunas de las medidas de emergencia (y otras) implementadas el mes pasado. En primer lugar, el gobierno restringió las finanzas de la oposición. Usando el eslogan populista "ahorremos en políticos", las autoridades redujeron a la mitad el apoyo estatal a los partidos políticos.
Esto será muy doloroso para la oposición, pero no afectará al partido de gobierno, Fidezs, que tiene de facto un acceso ilimitado a los recursos públicos. Al mismo tiempo, los salarios de los secretarios de estado aumentarán en un 35% este año.
El gobierno húngaro también redujo muchos de los ingresos municipales, tales como los impuestos por aparcamientos, vehículos y turismo, así como algunos de los presupuestos de inversión. Esto también constituye un golpe a la oposición, que está bien representada en las dirigencias de las grandes ciudades, incluyendo a Budapest, la capital, y sus distritos.
Las autoridades también restringieron los derechos de algunas ciudades cuyos líderes pertenecen a la oposición a recaudar dinero y a determinar qué inversiones se realizan. Un decreto redefinió la ubicación de una planta de baterías de Samsung (en proyecto) en Göd, una pequeña ciudad al norte de Hungría, como "territorio económico especial", lo que significa que los ingresos fiscales del proyecto pasarán a manos del consejo regional dominado por Fidesz, en lugar de al ayuntamiento, donde la oposición es mayoría.
Contra los bulos del Covid-19
En segundo lugar, el gobierno ha tomado medidas para acallar las voces que les adversan. Escudándose en la crisis de la Covid-19, el parlamento enmendó el código penal para que la diseminación de falsedades o "hechos distorsionados" acerca del coronavirus fuese punible con hasta cinco años de cárcel. Después, una serie de grupos de expertos y medios de comunicación afectos al gobierno calificaron a periodistas de oposición como fuentes de "fake news".
La policía impuso multas a ciudadanos que protestaban pacíficamente contra algunas de las medidas del gobierno sin concentrarse físicamente, con los cláxones de sus coches y las campanillas de sus bicicletas. En el estado de emergencia, la fiscalía encontró la oportunidad perfecta para abrir casos penales contra los manifestantes que participaron en concentraciones contra el gobierno en 2018; enfrentarán penas de hasta cinco años sin ningún tipo de procedimiento judicial.
En tercer lugar, Orbán tomó medidas para redirigir flujos de dinero con el objetivo de favorecer a individuos específicos. Un decreto en que se definen algunos de sus proyectos como de especial importancia para la economía nacional eliminó las restricciones administrativas.
Una ley de ómnibus pone ciertas propiedades inmobiliarias estatales en manos de oligarcas partidarios del Gobierno. Además, ha decretado como confidenciales los detalles de un enorme proyecto infraestructural, la línea de ferrocarril Budapest-Belgrado de 5 millardos de euros (5,4 millardos de USD), con financiamiento de origen chino. Este proyecto beneficiará a los círculos más cercanos de Orbán, y a compañías chinas como Huawei.
Nuevos aliados
El último ejemplo ilustra que el principio de "interacción fundamentada", gestos hacia aliados que exhiben comportamientos cuestionables con la esperanza de que eventualmente devuelvan el favor, no ha producido ningún resultado tangible.
La deriva hacia oriente de Hungría comenzó en 2010, pero se aceleró después de que el presidente Trump recibiese a Orbán en la Casa Blanca hace un año. Después de que el coronavirus llegase a Hungría, el ministro de relaciones exteriores Péter Szijjártó visitó Moscú para reunirse con su homólogo, Sergei Lavrov, para cerrar contratos a largo plazo relacionados con gas natural.
El primer ministro Orbán critica incesantemente a sus aliados occidentales por no haberles ofrecido ayuda durante la pandemia, y al mismo tiempo expresa gratitud constantemente a dictaduras como las de China, Turkmenistán, Azerbaiyán y Uzbekistán.
La propaganda estatal húngara echa la culpa de la pandemia a los "sospechosos habituales", como George Soros, la UE y los inmigrantes ilegales, pero (sorprendentemente) no tiene casi nada que decir de China, excepto alabarles y ensalzarles por sus "regalos" de equipos de protección. A este respecto, Szijjártó comentó que "Esto despeja cualquier duda acerca de la naturaleza de la política de apertura al oriente de Hungría, que está basada en la necesidad y bien fundamentada".
Relación con Trump
Entre el acercamiento de Hungría a China y la crítica internacional generalizada, Orbán ha manejado bien su relación con los Estados Unidos. Hace apenas unos días, tuvo una conversación amistosa con el presidente Trump, quien expresó que "¡Las relaciones entre Hungría y los EEUU están en plena forma!". Esta clase de gestos no tendrán recompensa alguna.
Orbán se sirve de estas situaciones para legitimar su control sobre el poder y solidificar su reputación como modelo a seguir para otros antiliberales dentro y fuera de la EU, y alentarles a llevar adelante sus aventuras y fortalecer sus nexos con Rusia y China.
Tómese como ejemplo, el caso de Nikola Gruevski, el antiguo primer ministro de Macedonia (hoy Macedonia del Norte). Comenzó su mandato en 2006 como gran partidario de los EE. UU., y a cambio recibió un gran apoyo diplomático. A medida que su régimen comenzó derivar hacia el autoritarismo, se volvió cada vez más pro ruso y se convirtió en el principal obstáculo en la integración de su país con las alianzas occidentales.
Después de perder el poder, hizo todo lo posible por obstaculizar la entrada de Macedonia en la OTAN oponiéndose a llegar a acuerdos con Grecia respecto a su nombre. Tuvo que huir de Macedonia para evadir una pena de prisión tras haber sido condenado por corrupción. Habiendo recibido asilo político por parte del gobierno de Orbán, este autócrata fugitivo ahora disfruta de la hospitalidad húngara.
Los retrocesos de la democracia en Europa central y oriental abren las puertas a influencias malintencionadas de Rusia, China y otros países autoritarios. Esto no debe ser ignorado.
*Péter Krekó es el director del Political Capital Institute, con sede en Budapest, miembro de Europe's Future en el IWM/ERSTE Stiftung y miembro asociado del JHU SAIS Bologna Institute