Conocido desde hace años como "el último dictador de Europa", Alexandr Lukashenko dio un paso más este domingo para perpetuarse en el poder. Al frente de Bielorrusia desde hace más de 25 años, Lukashenko se hizo con la victoria en las elecciones de este fin de semana con números aplastantes: un 80% según las cifras oficiales. Sin embargo, la oposición contesta los resultados, se niega a reconocer su victoria y miles de manifestantes se han echado a las calles para protestar por los resultados
Al término de las votaciones, la oposición salió a las calles de Minsk y de otras ciudades bielorrusas a protestar contra lo que denunciaron como fraude electoral, y los manifestantes fueron dispersados por la policía antidisturbios, que empleó carros lanzaaguas, gases lacrimógenos, proyectiles de goma y porras.
Este lunes, el Ministerio de Interior bielorruso anunciaba la detención de cerca de 3.000 personas en todo el país. "Por participar en acciones masivas no autorizadas fueron detenidas cerca de 3.000 personas en todo el país", escribió en su cuenta de Telegram la portavoz de esa cartera, Olga Chemodánova. La ministra indicó también que las detenciones se practicaron en 33 ciudades y localidades del país, y que en Minsk la policía detuvo a cerca de un millar de personas.
Los detenidos pueden ser condenados a entre 8 y 15 años de prisión, advirtió el director del Comité de Investigación de Bielorrusia, Iván Noskévich, ya que se han abierto causas penales por desórdenes masivos y violencia contra agentes de la policía.
La oposición, liderada por Svetlana Tijanóvskaya, obtuvo el 9,9% y se niega a reconocer los resultados, denunciando la manipulación de las urnas. "No reconocemos los resultados. Hemos visto los protocolos de votación", dijo en rueda de prensa Tijanóvskaya, que llamó a los que creen que les han robado su voto a "no quedarse callados" y pide al actual presidente que inicie conversaciones para una transferencia pacífica del poder.
Bielorrusia vive estos días una de sus mayores crisis políticas de consecuencias aún imprevisibles. Estas son las claves del conflicto.
Aleksandr Lukashenko
Alexander Lukashenko ha gobernado Bielorrusia desde 1994. A sus 65 años, ha estado al frente del país durante más de un cuarto de siglo. Su régimen autoritario, la represión a los ciudadanos y a los opositores y sus constantes violaciones de los derechos humanos, denunciadas por Occidente le han valido el mote de "último dictador de Europa". Implementó su autoridad apoyado en el KGB, y Bielorrusia es el único país donde el Comité de Seguridad Estatal aún conserva su acrónimo.
Acosado por las revueltas en las calles, el presidente se ha apresurado a acusar a los países vecinos de alentar las protestas en contra de su Ejecutivo. Rusia, Polonia, la República Checa y Ucrania son las naciones que están en la diana de Lukashenko.
"Por lo que dicen, vemos quiénes son los que manejan los hilos. Una de las líneas (de investigación) nos lleva a Chequia", dijo. Lukashenko asegura que desde Praga presionaron a los activistas opositores para que tomaran las calles con el fin de entablar negociaciones con las autoridades para la "entrega pacífica del poder".
"Es decir, Lukashenko, que se encuentra en la cúspide de la vertical de poder, al frente del Estado debe cederles el poder tras lograr un 80 % de los votos", subrayó, en alusión al porcentaje que le otorga la comisión electoral.
También acusó a Polonia, que ha respaldado a la candidata de la oposición unificada, Svetlana Tijanóvskaya, y ya ha propuesto convocar una cumbre de la Unión Europea para abordar la crisis en Bielorrusia, de patrocinar los desórdenes masivos. "De Polonia ya ni hablo. Allí todos se han puesto cómodos y también han comenzado a tirar de los hilos", apuntó.
Mencionó también entre los instigadores a Ucrania, donde habría revolucionarios “de sobra”, aunque negó que se trate de una política estatal, y destacó que “lamentablemente” de Rusia también llegaron grupos interesados en desestabilizar la situación en el país vecino. "En resumen, intentan controlar la situación desde el exterior", resaltó.
"Pero no lo lograron. Ya les advertí de que no habría un Maidán (revolución a la ucraniana). Por todo ello, la respuesta será adecuada. No permitiremos que destruyan el país", advirtió.
Descontento creciente
Años de estancamiento económico y la negativa de Lukashenko a tomar medidas contra la crisis del Covid-19 han alimentado el descontento de la población. Mientras el ministerio de Sanidad seguía informando diariamente sobre cientos de contagios, Lukashenko se mantiene firme en su actitud negacionista en un intento desesperado de salvaguardar la imagen del país.
"Os lo advertía hace tres meses. La pandemia no solo es una enfermedad. Es una lucha política y, como vemos hoy, una guerra económica. Todos los países intentan aprovechar esa enfermedad para sacar ventaja y, si pueden, aprovecharse de los otros", afirmó recientemente.
Ni siquiera reconoció el peligro de la enfermedad después de que sus médicos personales le informaran de que había contraído el virus, aunque de manera asintomática. "Como yo he dicho, el 97% de nuestra población está pasando esta infección asintomáticamente. Gracias a Dios, yo he logrado entrar en este ejército de asintomáticos", señaló.
La oposición
En los últimos años, Lukashenko había intentado contener sus instintos opresores y había liberado un buen número de presos políticos. No obstante, Lukashenko acabó por perder los nervios ante la imparable campaña de movilización popular puesta en marcha por la oposición democrática.
El bloguero Serguéi Tijanovski se convirtió de la noche a la mañana en un héroe nacional y el banquero Víctor Babariko recogió casi medio millón de firmas. "Algunos siguen incitando a la gente a un Maidán el 9-10 de agosto. Dios no lo quiera que estalle un incendio y se propague por todo Minsk. No podemos permitirlo y no lo permitiremos", dijo.
Lukashenko no tardó en hacerles pagar caro su descaro. El primero fue detenido y acusado, entre otras cosas, de instigar desórdenes masivos. El segundo fue apresado después de presentar sus firmas por diversos delitos económicos.
Detrás de ambos, según Lukashenko, estaría Rusia, representada por el consorcio gasístico Gazprom, interesado en la desestabilización de Bielorrusia, a la que está enfrentada debido a los suministros de gas. Miles de bielorrusos salieron a las calles en el período previo a la votación para protestar contra la negativa de las autoridades a incluir a dos candidatos de la oposición en la carrera presidencial.
Pero la oposición tenía un as en la manga. La esposa de Tijanovski, Svetlana, tomó el testigo y logró lo imposible, unificar a la oposición con la promesa de convocar unas elecciones auténticamente democráticas en un plazo de seis meses. "El pueblo bielorruso ha despertado de su letargo", aseguró.
Uniendo fuerzas con otras dos mujeres, la campaña de Tikhanouskaya, de 37 años, atrajo a las multitudes más grandes en Bielorrusia desde la caída de la Unión Soviética en 1991.
La posición de Rusia
Durante mucho tiempo Rusia fue su principal socio económico y militar, fuente de créditos, destino de sus exportaciones y mayor suministrador de petróleo y gas.
Pero las estrecheces económicas en Rusia cambiaron las tornas. Después de varios años de pulso, los liberales rusos se llevaron la partida en su intención de convencer a Putin de que Moscú no podía seguir subsidiando a Bielorrusia y Lukashenko empezó a quejarse de que la "hermana" Rusia le quería cobrar por el gas y el petróleo lo mismo que a otros clientes como Polonia o los bálticos.
Las tensiones alcanzaron su cenit a principios de año, cuando Rusia suspendió el suministro energético después de que Lukashenko se negara a firmar el tratado de la Unión Estatal entre ambos países con el argumento de no querer ceder ni un puñado de soberanía nacional.
Dicho desplante puede tener graves consecuencias geopolíticas para el Kremlin, ya que Bielorrusia es el único territorio que separa a la OTAN de las fronteras de Rusia.
Sin embargo, tras el anuncio de los resultados, Putin fue uno de los primeros líderes en dar la enhorabuena a Lukashenko. En un telegrama, publicado en la web del Kremlin, Putin expresó su confianza en que durante su nuevo mandato Lukashenko contribuirá al desarrollo de las "mutuamente ventajosas relaciones ruso-bielorrusas en todos los ámbitos".
La posición de la UE
Este mismo lunes, la UE mostraba su preocupación por la violencia de las autoridades contra los participantes en las protestas en Bielorrusia, pedía que se respetaran los derechos fundamentales y mostraba sus dudas ante el resultado. En un mensaje en la red social Twitter, Ursula Von Leyen interpeló directamente a las autoridades bielorrusas y reclamó que "los votos de las elecciones de ayer sean contados y publicados de manera precisa". Y subrayó que tanto "el acoso como la represión violenta no tienen sitio en Europa".
El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, instó también al Gobierno de Bielorrusia a cesar la represión policial contra los manifestantes. "La violencia contra los manifestantes no es la respuesta", escribió Michel en su perfil de Twitter. El político belga llamó al respeto de "la libertad de expresión, de reunión y de los derechos humanos básicos".
Asimismo, el alto representante de la Unión Europea (UE) para la Política Exterior, Josep Borrell, y el comisario europeo de Vecindad y Ampliación, Olivér Várhelyi, criticaron la violencia "desproporcionada e inaceptable" contra manifestantes "pacíficos", que causó un muerto y numerosos heridos.
"Condenamos la violencia y pedimos la liberación inmediata de todos los arrestados anoche. Las autoridades de Bielorrusia deben garantizar que se respeta el derecho fundamental de la libre asamblea", destacaron en un comunicado conjunto.
El desenlace al conflicto es de difícil predicción. Tras años de silencio, los bielorrusos han llenado las calles en protestas masivas a las que el Gobierno ha respondido con miles de detenciones. Mientras Lukashenko sigue amenazando con el arma de la represión, la oposición dice estar dispuesta a mantener las protestas hasta conseguir un traspaso "pacífico" del poder. Lukashenko ya ha anunciado que ni va a permitir una revolución ni huirá del país.