Bielorrusia vive en constante tensión desde que las elecciones celebradas el pasado 9 de agosto dieran como vencedor a Alexander Lukashenko, aferrado al poder que desde hace 26 años. Según los datos de la comisión electoral, con un 80,1% de los votos, el líder del país llegaría a su sexto mandato sin el reconocimiento de parte de la población ni de las cancillerías occidentales y frente a la mayor ola de protestas populares desde 1994.

Para contrarrestar esta situación, Lukashenko ha sacado este domingo a la calle a sus partidarios en una manifestación que ha tenido como consigna es eslogan "no dejaremos destruir el país" y que se ha celebrado frente a la sede de Gobierno.

En su discurso, el líder de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, ha asegurado que "ni muerto" permitirá la entrega del país: "Hemos construido un bello país, con sus dificultades y desperfectos. ¿A quién queréis entregarlo? Si alguien quiere entregar el país, ni muerto lo permitiré". 

"Hay tanques y aviones a 15 minutos de vuelo de nuestras frontera. La tropas de la OTAN hacen rechinar las orugas de los tanques junto a nuestra puerta. Lituania. Letonia, Polonia y, lamentablemente, nuestra querida Ucrania nos ordenan celebrar nueva elecciones. Si aceptamos, caeremos en picado", ha dicho Lukashenko, rodeado de varios miles de personas, muchas con banderas bielorrusas, que, según los medios opositores, fueron trasladadas a Minsk en autobuses contratados por las propias autoridades.

En paralelo, los opositores, en mucho mayor número, se han movilizado en la llamada "marcha de la libertad" por las calles de Minsk, que ha sido replicada en otras ciudades del país, según la imágenes difundidas en las redes sociales. 

Una pancartas vista en una manifestación convocada por la oposición. EFE/EPA/FELIPE TRUEBA

Entre gritos de "¡Márchate!", el balance hasta el momento deja al menos dos personas muertas, casi tres centenares de heridos y cerca de 7.000 detenidos. Los ciudadanos que han sido puestos en libertad han denunciado haber sido sometidos a torturas y palizas en los centros detención, y han exhibido a los medios las huellas de estas.

Rusia

En este contexto, Lukashenko ha apelado en los últimos días a Vladímir Putin, primero para asegurar que Rusia estaba detrás de una supuesta conspiración para derrocarle y ayer, en un cambio de estrategia, para hacer una llamada de auxilio. El líder de Bielorrusia ha asegurado que las manifestaciones que se vienen produciendo desde la celebración de los últimos comicios son "una amenaza no solo para Bielorrusia" sino también para Rusia. 

Ante este envite, Putin no ha tardado en mostrar la disposición de Moscú a "prestar la ayuda necesaria para resolver los problemas" surgidos en Bielorrusia. Según informó en un comunicado la Presidencia rusa, el Kremlin "confirmó su disposición a prestar la ayuda necesaria para resolver los problemas sobre la base de los principios del tratado de la Unión Estatal y también, si es necesario, a través de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva". 

En una conversación telefónica entre ambos líderes, añade la nota, los mandatarios abordaron "por segundo día consecutivo" la situación en Bielorrusa, "incluida la presión que desde el exterior se ejerce sobre la república".

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