La muerte este viernes de la mítica jueza progresista del Tribunal Supremo de EEUU Ruth Bader Ginsburg ha desatado un pulso entre republicanos y demócratas por la búsqueda de un sustituto, un asunto que cambiará radicalmente la dinámica de la campaña para las elecciones presidenciales del 3 de noviembre.
Anoche, tras conocer su fallecimiento, el presidente no hizo mención a esta pugna y se limitó a alabar la figura de la jueza, pero este sábado ha instado a los republicanos a cubrir "sin demora" la vacante dejada en el Tribunal Supremo.
"Se nos ha puesto en una posición de poder e importancia para tomar decisiones por la gente que nos eligió con orgullo, de las que la más importante ha sido considerada durante largo tiempo la selección de los jueces del Tribunal Supremo de EE.UU. ¡Tenemos esta obligación, sin demora!", ha tuiteado el presidente norteamericano.
El Tribunal Supremo de EEUU está compuesto por nueve magistrados con puestos vitalicios que tienen el poder de cambiar las leyes del país durante décadas. En concreto, juegan un papel crucial en temas como el aborto, los derechos de los migrantes, la privacidad, la pena de muerte y la tenencia de armas.
Los magistrados son nombrados por el presidente y tienen que ser confirmados por el Senado. Hasta el fallecimiento de la jueza, el alto tribunal contaba con 5 magistrado conservadores y 4 progresistas.
Para la derecha cristiana, el Tribunal Supremo es un asunto central y, por eso, este mismo mes, Trump renovó su promesa de nombrar a jueces que se opongan al aborto y prometan proteger el derecho a portar armas.
Poco después del anuncio de la muerte de Ginsburg, el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, publicó un comunicado en el que se comprometió a someter a voto al candidato que Trump seleccione para el Tribunal Supremo.
Para confirmar a un nuevo juez, McConnell necesita una mayoría simple, algo que podría conseguir si 53 de los 100 senadores republicanos se mantienen fieles a Trump. No obstante, el proceso de confirmación podría complicarse si hay deserciones entre los senadores republicanos más moderados.
Por su parte, el candidato demócrata a la Casa Blanca, Joe Biden, consideró anoche que el presidente de EEUU que salga elegido en las urnas el 3 de noviembre deber ser quien elija a un sustituto para Ginsburg.
Trump logró en su primer año como presidente que la mayoría republicana en el Senado diera luz verde a su primer nominado para el Supremo, el juez Neil Gorsuch, y después, el 6 de octubre de 2018, consiguió lo mismo para que Brett Kavanaugh, acusado de abusos sexuales, se pusiera la toga en el alto tribunal.
Ginsburg, tres décadas históricas
La jueza Ginsburg falleció el viernes a los 87 años de edad por "complicaciones" en el cáncer de páncreas que sufría, según informó la corte en un comunicado. El tribunal ha indicado que la magistrada "falleció rodeada de su familia en su casa de Washington, D.C., debido a complicaciones de una metástasis en el cáncer de páncreas".
En el mismo comunicado, el jefe del Tribunal Supremo de EEUU, John Roberts, nombrado por el expresidente republicano George W. Bush (2001-2009), ha rendido homenaje a la magistrada. "Nuestra nación ha perdido a una jurista de estatura histórica. Todos en el Tribunal Supremo hemos perdido a una compañera querida. Hoy guardamos luto, pero tenemos confianza en que las futuras generaciones recordarán a Ruth Bader Ginsburg como nosotros la conocimos, una campeona de la justicia incansable y resuelta"
Nominada por expresidente Bill Clinton en 1993, Ginsburg era la jueza de más avanzada edad de los nueve que conforman el Supremo y en los últimos años había tenido problemas de salud que habían forzado varios ingresos hospitalarios.
La jueza llevaba años luchado contra el cáncer: en 2009 superó uno de páncreas; en 2018 tuvieron que extirparle unos nódulos malignos de su pulmón izquierdo; y en el verano de 2019 reapareció el tumor en el páncreas. El cáncer también le arrebató al amor de su vida, su esposo, Martin Ginsburg, fallecido en 2010.
Ginsburg llevaba casi tres décadas en el Tribunal Supremo, donde llegó en 1993 como la segunda mujer de la historia que ocupaba un puesto en esta corte, después de toda una carrera dedicada a causas feministas y a los derechos civiles.
La salud de la magistrada, por su avanzada edad, ha tenido en vilo al país, especialmente a las filas progresistas, que temían que si Ginsburg abandonaba el Supremo, su sustituto sería elegido por el presidente, Donald Trump, para ampliar la ya existente mayoría conservadora de la corte más importante del país.
El presidente y la magistrada mantuvieron una difícil relación después de que Ginsburg lo calificara de "farsante" antes de las elecciones de 2016, un comentario del que tuvo que retractarse y que provocó que Trump pidiera su dimisión.