Jacinda Ardern es una superviviente. En menos de un año, la primera ministra neozelandesa ha tenido que enfrentarse al peor atentado terrorista del país, con más de 50 muertos, a un desastre natural (la erupción del volcán Whakaari que mató a más de 20 personas) y a una pandemia mundial. Y lo que para cualquier líder mundial sería una catástrofe a las puertas de un año electoral, a Jacinda Ardern le ha supuesto récords de popularidad y la más que probable reelección como primera ministra del país.
En agosto de este año, su Gobierno tenía un porcentaje de aceptación del 71% entre los neozelandeses, según la consultora Roy Morgan. Los últimos sondeos de la misma consultora, proyectan una victoria para su formación, el Partido Laborista, con el 47,5% de los votos, diez puntos más de los que consiguió en las elecciones de 2017. Atrás quedaría el Partido Nacional y Judith Collins, su principal rival en estas elecciones.
Si estos resultados se confirman, el partido podría obtener entre 59 y 61 escaños de los 120 del Parlamento neozelandés. La duda es si necesitarán aliarse con el Partido Verde u obtendrán una mayoría absoluta que les permitiría formar el primer gobierno sin coalición desde hace más de dos décadas.
El fenómeno ya conocido como 'Jacindamania' empezó con su elección en 2017, como una de las líderes más jóvenes de siempre. A los 37 años, se hacía con el poder en Nueva Zelanda e inauguraba otra forma de hacer política. Su empatía y su autenticidad han sido sus mejores cartas en este primer mandato.
Tras la masacre de Christchurch, en la que un supremacista blanco mató a más de 50 personas en dos mezquitas, Ardern se puso el yihad para visitar a los supervivientes y a los familiares de las víctimas mortales del atentado, en señal de compasión y respeto.
Además, presentó un proyecto de ley para endurecer la venta de armas y menos de un mes después del ataque logró que se prohibieran la venta de armas militares, automáticas y semiautomáticas, como las que había usado el supremacista.
La gestión de la pandemia
Durante la pandemia de coronavirus, mientras que casi todos los países se centraban en aplanar la curva de contagios ella anunció que quería erradicar el virus del país. Para los expertos, su decisión de cerrar las fronteras y decretar una cuarentena de cuatro semanas con una centena de contagios y sin haber registrado ninguna muerte, fue clave en los buenos resultados del país.
Su estrategia, que incluyó un importante sistema de alertas, rastreo de contactos y test de diagnóstico, permitió al país pasar lo peor de la pandemia con poco más de 1.800 casos y 25 muertes.
Además, tanto Ardern como sus ministros se han bajado el sueldo un 20% durante seis meses para mostrar "solidaridad" con los trabajadores y las consecuencias que la pandemia estaba provocando en la sociedad. "Si alguna vez hubo un momento para cerrar la grieta entre grupos de personas de Nueva Zelanda en posiciones diferentes, es ahora", señaló la mandataria.
Sus comunicaciones a la población, cercanas y directas, y su utilización de las redes sociales para interactuar con los ciudadanos fueron ampliamente elogiadas a nivel internacional. En largas ruedas de prensa diarias, la primera explicó cada paso que se daba, el razonamiento que había detrás y pidió a los ciudadanos sólo dos cosas: “Cumplid las normas y sed amables”.
El talento de Ardern para conectar con los demás tiene un secreto: su humildad, según explica a Bloomberg James Shaw, líder del Partido Verde, que apoya a su Gobierno. "Ella no quería el trabajo; se vio obligada a cogerlo tras la renuncia de Andrew Little. Si miramos a otros líderes mundiales, todo se trata de ellos. Para ella, se trata de todos los demás".
De mormona a primera ministra
Hija de un oficial de la policía, nació el 26 de julio de 1980 en Hamilton, en la isla Norte de Nueva Zelanda, Ardern se crió en las localidades de Morrinsville y Murupara, donde el 16% de los niños viven en hogares pobres y un 11% de los menores de 15 años sufren inseguridad alimentaria.
Criada como mormona en su infancia y adolescencia, Ardern abandonó la iglesia a los 20 años por su condena a los derechos LGTB, que no compartía. Tras afiliarse al Partido Laborista a los 17 años y destacar rápidamente en las Juventudes de la formación política, se licenció en Comunicaciones por la Universidad de Waitako.
Después de hacerse con el cargo de primera ministra en su país con tan sólo 37 años, en 2018 se convirtió en la segunda líder mundial en dar a luz durante el ejercicio del cargo (después de la primera ministra de Pakistán, Benazir Bhutto, en 1990). Disfrutó de seis semanas de licencia de maternidad y volvió a ser protagonista de una imagen icónica, al llevar a su bebé en brazos a una reunión de la Asamblea de Naciones Unidas.
Su pareja, un conocido presentador de televisión, ajustó su carrera para poder cuidar a la pequeña Neve mientras Ardern se reincorporaba al frente del país, haciendo bandera de la necesidad de lograr la paridad en los cuidados para alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres.
"Tengo mucha suerte", declaró Ardern a la Radio NZ entonces. "Tengo una pareja que puede estar a mi lado, que toma una gran parte de esta responsabilidad conjunta. Porque él es el padre, no es un niñero".
Elecciones y referendos
Además de elecciones generales, este sábado se celebran dos referendos: uno para legalizar la eutanasia, el otro para permitir el uso recreativo de la marihuana. Ardern ha votado sí en el de la eutanasia, pero no se pronunció sobre su voto en la consulta del cannabis. Sin embargo, en uno de los debates electorales admitió haber probado la marihuana hacía "mucho tiempo". Lejos de escandalizar al electorado, esta declaración volvió a reforzar su imagen de líder honesta y cercana.
La pobreza infantil y las desigualdades fueron dos de sus promesas más importantes en su primer mandato y en las que ha avanzado poco. "Hizo promesas utópicas para 'sacar a innumerables niños de la pobreza' y construir 100.000 hogares en 10 años. Según ese cálculo, ya deberían haberse construido 10.000 y hemos visto menos de unos pocos cientos", explica el analista político Ben Thomas a Al Jazeera.
Su coalición de Gobierno abandonó los planes para un impuesto a las grandes fortunas, por considerarlo un riesgo demasiado grande a nivel político, y los precios de la vivienda han seguido aumentando, hasta un 10% sólo en los últimos dos años. Las políticas gubernamentales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y limpiar los ríos también fueron criticadas por grupos ambientalistas por ser demasiado blandas.
Sin embargo, en declaraciones a Bloomberg, Ardern defendió sus políticas y señaló que había sentado las bases para el cambio. "Ruth Bader Ginsburg dijo que el cambio, el cambio real, viene paso a paso", dijo, parafraseando a la jueza de la Corte Suprema de Estados Unidos recientemente fallecida.
Tras haber conseguido mantener la pandemia a raya, Nueva Zelanda se enfrenta ahora a una crisis económica que no ha podido evitar, pese a la buena gestión del virus. Es de esperar que el historial de Ardern en la gestión de desastres la avale ante el electorado para revalidar de su mandato.