Para los Lobos de la Noche, una banda de moteros venidos a más, el mundo es un gran bar donde ir buscando pelea. Comandados por Alexander Zaldostanov, un gigante de casi dos metros apodado el cirujano, los aproximadamente 6.000 miembros de este grupo mezclan la estética roquera con el fanatismo religioso, el nacionalismo paneslavista y un violento odio a las minorías y a los “enemigos de Rusia”. O sea, al feminismo, la homosexualidad, la OTAN y a quienes nieguen que Stalin fue el mayor héroe de la historia. Eso sí, adoran el rock & roll clásico llegado de la decadente América.
Su padrino es Vladimir Putin, de cuya estrecha amistad presume el cirujano. En más de una ocasión, se ha podido ver al líder ruso vistiendo ropa ceñida de cuero negro y gafas de sol mientras conduce una de las Ural tuneadas que suelen usar los lobos y que son algo así como la versión rusa de las Harley Davidson.
El año pasado, Putin fue el invitado de honor de la fiesta en la que los Lobos celebraron su décimo aniversario. Significativamente, el lugar elegido fue Sebastopol, capital de la Crimea ocupada por Rusia desde 2014. El mandatario ruso hizo una entrada triunfal, jaleado por los Lobos y a los mandos de su propia moto. En el sidecar iba el primer ministro de Crimea.
Esta provocadora mezcla de política y estética de cuero no es algo nuevo en Vladimir Putin. Otro presidente, el inefable Ramzan Kadyrov, que gobierna Chechenia con mano de hierro, es jefe de la manada de los Lobos en aquel país.
Tras una solemne ceremonia en el Palacio Presidencial, Kadyrov fue aceptado en la hermandad motera y recibió su bandera negra en una mesa cubierta por una piel de oso blanco. Nada extraordinario para alguien que, como Kadyrov, suele usar las redes sociales para publicar sus fotos con tigres, cocodrilos y, cómo no, lobos, pero sí desde luego una muestra más del respaldo de alto nivel, premiado con millones de rublos, que ha convertido a los Lobos de la Noche en una especie de embajada rodante que intenta defender y difundir a pie de calle una forma de política que no tiene cabida en los despachos. Ellos dicen usar ambas cosas, dinero y poder, “para promover el patriotismo y los valores tradicionales entre los jóvenes”.
Hace unos meses, al saber que el Gobierno de Montenegro preparaba una ley que limitará el poder de la Iglesia ortodoxa, los Lobos rodaron hasta allí para exhibir su poder y pedir la “unidad eslava”. Su presencia, vetada en países como Polonia, es toda una declaración de intenciones que debe tomarse como una orden expresa del Kremlin.
Para no tener que viajar por carreteras donde no siempre son bienvenidos y absolutamente siempre escoltados por las policías locales, los Lobos han abierto capítulos locales en varios países europeos donde la nostalgia por el pasado de la URSS o la esperanza en el futuro de Rusia les ha granjeado un gran número de seguidores. Alemania, Bielorrusia, Bulgaria, Rumanía e incluso Australia o Filipinas tienen guaridas de estos Ángeles de Putin, como se les conoce a veces. Pero su mayor base de operaciones fuera de la Madre Rusia está en Eslovaquia.
Auge en Eslovaquia
En un campamento situado en las afueras de Bratislava han instalado una impresionante guarida donde, bajo el nombre de museo militar, albergan vehículos blindados y hasta carros de combate. El rechazo e inquietud que mostraron las autoridades contrastaba, el día de su inauguración, con el entusiasmo que mostraban algunos grupos de eslovacos que les brindaron una bienvenida digna de ídolos del rock.
Entre sus otras apariciones se incluye desplegar una bandera rusa en una base militar abandonada de la Antártida, además de varias intervenciones como patrulleros del orden en los territorios ocupados de Crimea y Ucrania para impartir su ley y orden particulares. No pocos de los lobos son veteranos con experiencia de combate. Sus convicciones políticas se resumen en el culto a la personalidad de Putin: “Él es nuestro patriarca, un hombre enviado por Dios para salvar al mundo del fascismo; es fuerte, es un patriota, es un Lobo de la Noche”.
El "patriarca" invocado por los moteros llegó al poder en el año 2000, pero en los últimos tiempos su popularidad entre los jóvenes rusos, aquellos que por su edad no han conocido otro dirigente y a los que en Rusia se conoce como generación P, ha descendido hasta el 20%. En un país donde los despliegues de poder forman parte del mensaje político, incluso contar con una legión de moteros puede no ser suficiente.
La 'catedral roja'
La Catedral de las Fuerzas Armadas es un impresionante templo que hace honor a todas y cada una de las palabras que forman su nombre. Aunque ya se le conoce como la catedral roja, no hay epítetos que puedan describir la extravagante mezcla de imágenes religiosas, belicistas y políticas que encierra.
Se inauguró cerca de Moscú no hace mucho y su imponente silueta, coronada por una cúpula de 19,45 metros de diámetro (en referencia a 1945, el año en que acabó la Segunda Guerra Mundial) y 14,18 metros de alto (por los 1.418 días que la URSS luchó en dicha guerra) domina el Parque de los Patriotas, una explanada que parece fuera de escala en la pequeña ciudad donde se sitúa. Es Kubinka, a unos 60 kilómetros de la capital rusa que también acoge un museo de tanques.
La catedral es un himno hecho piedra que glorifica a la Armada Roja y que contiene escaleras forjadas con el hierro de cañones nazis, una larguísima galería de fotos de héroes de guerra, vidrieras decoradas con condecoraciones militares y el que dicen es el mayor mural del mundo, donde aparecen representados la Virgen, Stalin, el propio Putin, misiles nucleares, fusiles Kalashnikov y varios ángeles con aire aguerrido.
Para no desmerecer a tanta parafernalia, el obispo que presidió el acto -y que militó en las fuerzas armadas como oficial de misiles- llamó la atención del público asistente sobre las imágenes del imponente mural: soldados rusos victoriosos en Georgia, en Chechenia, en Crimea, en Siria…
La efigie de Putin, que según estaba previsto iba a formar parte del cóctel de devociones religiosas, patrióticas y políticas, se quedó fuera del diseño final “por su gran modestia”, según el obispo, y por la polémica que se desató, según opinan otros. Ni siquiera las fuerzas paramilitares que actuaron en Ucrania se han quedado sin el honor de aparecer en una pintura que aún tiene un inquietante espacio por rellenar destinado a plasmar las futuras batallas de la Armada Roja.
Falsa oficina de Putin
Según las recientes reformas aprobadas por él mismo, Vladimir Putin podrá permanecer en el poder hasta el año 2036. Un cargo de tal responsabilidad, ejercido durante tanto tiempo, es capaz de pasar factura incluso en las fuerzas de un lobo de la noche.
Tal vez para aliviar esa carga, se acaba de descubrir que Putin tiene una réplica exacta de su despacho moscovita en unas instalaciones gubernamentales del Mar Negro. De esta manera, el mandatario ruso puede aparentar, en fotos y entrevistas públicas, que sigue trabajando incansablemente en la capital, aunque en realidad esté en la playa. En tiempos como los que corren, trabajar desde casa es una opción que a veces se convierte en una obligación, pero el Kremlin ha negado la noticia. Sin embargo, los frecuentes registros de vuelos oficiales entre la capital y Sochi, la ciudad de veraneo donde Putin supuestamente tiene su otra guarida, han acrecentado las dudas al respecto.
En la actualidad, las medidas de seguridad alrededor de Putin son aún más extremas que de costumbre, y cualquiera que vaya a entrevistarse con él o a permanecer en la misma habitación debe guardar una cuarentena previa de dos semanas, además de desinfectarse pasando por un túnel de espráis. Sólo los miembros más importantes de su equipo, sus seres más allegados o, tal vez, el cirujano motero, dicen haberle visto en persona en los últimos meses.