El periódico New York Times, en un ejercicio de transparencia y responsabilidad con sus lectores, ha hecho pública una investigación interna en la que se concluye que el podcast Califato, publicado en 2018, no cumplió con los estándares periodísticos del medio.
La serie de capítulos, publicada por su reportera estrella y especializada en terrorismo Rukmini Callimachi, versaba el universo que envuelve al Estado Islámico. El problema es que su fuente principal, el relato sobre el que se sustentaba gran parte de la información, era falso.
La periodista ensalzó' la historia de Shehroze Chaudhry, un residente en Canadá que afirmaba haber participado en ejecuciones del Estado Islámico. Las alarmas se dispararon en la redación de Times cuando Chaudhry fue detenido en su país de residencia.
Califato era el proyecto más ambicioso del diario. La apuesta por las nuevas tecnologías y las narrativas periodísticas del siglo XXI se plasmaban en la publicación
Arresto
La policía canadiense lo arrestó por las declaraciones vertidas en los textos del New York Times. Ahí empezaron a dudar de que su testimonio fuese cierto. Citando a fuentes policiales y de inteligencia, el periódico afirma que Chaudhry "no era un terrorista, es casi seguro que nunca viajó a Siria, y se inventó historias horribles sobre su pasado como verdugo del Estado Islámico como parte de una huida".
El director del periódico ha entonado el mea culpa. "Creo que yo o alguien más deberíamos haber aportado ese nivel de vigilancia (de los artículos de Callimachi), porque era un ejemplo notable y ambicioso de periodismo. Y no aporté ese nivel de vigilancia, ni lo hicieron mis ayudantes con una amplia experiencia en la edición del periodismo de investigación", escribió Dean Baquet.
El diario define la cadena de fallos de escrutinio y fiscalización de la información como un “fracaso institucional” y protege a Callimachi, “que será reubicada en otra sección porque su credibilidad en la cobertura del terrorismo islamista” ha quedado en entredicho.
La periodista trabaja en el periódico desde 2014 cuando la contrataron precisamente por sus exclusivas sobre el terrorismo yihadista en África como reportera de la agencia AP.
Callimachi es la que menos se ha mojado en el tema más allá de un escueto tuit en el que explicaba su versión. Ni si quiera respondió a las preguntas de sus compañeros durante la investigación. Ella no firma ninguna pieza desde que empezase la revisión, y ahora tendrá que ver cómo se le retiran dos importantes premios.
Antecedentes
La sombra de la duda ya se vertía sobre la reportera. La familia del fotoperiodista asesinado en 2014 por el ISIS James Foley la acusó de haber tergiversado e incluso inventado parte de su muerte. El viernes, el rotativo incluyó una nota en otro reportaje de Callimachi de 2013. La aclaración del diario señala que el relato de la fuente “ha dado muestras de inconsistencia”.
La situación no es nueva en el periódico neoyoquino. En 2002 y 2003, la dirección del diario apostó por una serie de informaciones relativas a las armas de destrucción masiva que el Gobierno de George Bush sotenía que estaban en manos del Sadam Hussein y le sirvió como justificación para invadir Irak.
En aquel caso también firmaba su reportera estrella, Judith Miller. El New York Times hizo también una investigación interna sobre los errores cometidos, aunque es cierto que mucho tiempo después de publicarse. Las lecciones no se aprendieron entonces, por lo que se han cumplido los mismos fallos.