El futuro de Afganistán baila entre dos realidades paralelas: la de las calles de Kabul, donde el caos y el miedo se extienden ante las sombras de los talibanes que las custodian, y la de los despachos diplomáticos de Doha, donde el enviado de EEUU, Zalmay Khalilzad, permanece dialogando con los insurgentes y los representantes del Gobierno afgano.
En la primera reinan la confusión y el alboroto y en la segunda, el sigilo con el que la delegación estadounidense está desplazando toda conversación a lograr el objetivo de "preservar la calma en Kabul para mantener una apariencia de seguridad".
Todo parece ser, pues, en apariencia, porque en los despachos también se palpa la tensión ante la perspectiva, cada vez más firme, de que el país retroceda y el extremismo islámico que abrazan los talibanes avance y se haga cada vez más fuerte.
La señal más clara la dio este lunes el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, que en rueda de prensa avanzó que se están produciendo algunas conversaciones con los talibanes "constructivas" pero que Washington prioriza las "acciones, en lugar de escuchar sus voces".
Al frente del diálogo se sienta una persona con experiencia en el terreno y con el objetivo de que la realidad que brota en las calles no se anteponga a la que se cocina en los despachos: Khalilzad, musulmán de origen afgano, fue embajador de EEUU en el país entre 2003 y 2005, año en el que se trasladó a Irak (donde estuvo hasta 2007).
En su momento, se opuso a la retirada de tropas de territorio iraquí y desde 2018 negocia con los talibanes la salida de los estadounidenses. Él ha sido quien estos meses ha dirigido la mediación en el diálogo entre los insurgentes y el Gobierno afgano -sin fruto alguno-.
Khalilzad ha continuado los contactos con los talibanes y el Gobierno tras las conversaciones de la semana pasada con representantes de Rusia, China y Pakistán, además de enviados de la ONU y países como Uzbekistán, Alemania y Reino Unido.
En un comunicado difundido el pasado jueves al término de estas discusiones, los representantes de potencias regionales e internacionales llamaron a un inmediato cese de "la violencia y las hostilidades en y sobre" las ciudades afganas y reiteraron que no reconocerían a ningún régimen que se instaurara a la fuerza en Afganistán.
Caos
Pero en las últimas horas todo ha cambiado. Los insurgentes han entrado en Kabul sin que las fuerzas nacionales opusieran resistencia y sin dar margen al proceso de transición de poder. Este lunes, en las calles de Kabul reinaba el silencio mientras los talibanes patrullaban una ciudad sin mujeres a la vista y el caos se instalaba en el aeropuerto, una ciudad dentro de la ciudad donde los afganos buscan a la desesperada huir.
La bandera nacional más grande del país permanecía izada a primera hora de la mañana en la cima Wazir Akbar Khan, como cualquier otro día, pero para muchos afganos era lo único que permermanecía intacto en la ciudad porque horas antes del amanecer el mulá Baradar Akhund, jefe de la oficina política de los talibanes en Catar, había declararo el fin de la guerra y la victoria de los insurgentes.
La caída de Kabul, que se completó después de que el presidente afgano, Ashraf Ghani, abandonara el país. Fue entonces cuando miles de civiles comenzaron a desplazarse al aeropuerto de Kabul, la mayoría civiles desesperados que se dejaron llevar por la idea de que Estados Unidos, que está evacuando a su personal en el país, iba también a sacar a cualquier afgano.
"Escuché anoche que tres aviones evacuaron a personas que no tenían pasaporte ni visado, por lo que varios de mis amigos y yo vinimos por la mañana al aeropuerto y nos quedamos allí horas" antes de volver sin éxito a casa, narraba a Efe Tamim Ansar.
Otros fueron más allá, invadiendo las pistas de despegue para que los aviones de repatriación no abandonasen el país sin ellos. Funcionarios del aeródromo confirmaron que hubo al menos cinco fallecidos. "Vi a tres civiles y a un combatiente talibán muertos por el tiroteo entre los talibanes y las fuerzas estadounidenses", afirmó a Efe Mirwais Yusufi, un testigo de lo sucedido que también estaba tratando de abandonar el país.
Yusufi explicó que después de que un talibán ordenó a varios civiles afganos que abandonasen el aeropuerto, y estos se negaron, el insurgente disparó contra ellos, lo que desencadenó la respuesta de las fuerzas estadounidenses, que abrieron fuego contra el combatiente, que murió en el acto.
Los otros dos fallecidos murieron al caer de un avión de las fuerzas estadounidense en el que habían logrado subir antes de que despegara del aeropuerto. Uno de ellos era Fida Muhammad, un dentista de 22 años que residía en la provincia de Kabul, según relató a Efe Ahmad, un familiar cercano: "Salió de casa para ir a su trabajo, pero nos enteramos horas después de que murió al caerse del avión".
Escenas como esa, que se difundieron durante toda la jornada por redes sociales, son una muestra de la desesperación de muchos afganos que, con los vuelos comerciales cancelados y el aeródromo tomado por miles de soldados estadounidenses que llegaron a Kabul para garantizar la salida de sus nacionales, ven en la huida la única opción de supervivencia.
El recuerdo del régimen que gobernó el país entre 1996 y 2001 es suficiente motivo. Durante esos años, los islamistas pero impusieron un rígido código moral que aisló a la población, en especial al las mujeres, que quedaron completamente confinadas en el hogar y obligadas a esconder cuerpo bajo el burka.
En el último mes, cerca de 17.500 personas se vieron forzadas a desplazarse como consecuencia del conflicto, según las últimas cifras facilitadas por la ONU, la mayoría de las cuales huyeron a las grandes ciudades del país como resultado del avance de los talibanes.
Según el portavoz de la ONU Stephane Dujarric, gran parte de los desplazados han llegado en los últimos días a Kabul, la última ciudad conquistada este domingo, y otras metrópolis desde las provincias de Ghazni y de Logar, en la zona oriental de Afganistán, "buscando seguridad ante el conflicto y otras amenazas".
A pesar del intento de sus dirigentes por proyectar una imagen moderada -el número dos del movimiento, el clérigo Abulghani Baradardamos, habló este lunes de dar "seguridad a nuestra gente" y asegurarles "su futuro lo mejor posible"- la comunidad internacional también desconfía.
El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, pidió este lunes ante el Consejo de Seguridad de la ONU actuar con unidad para preservar el respeto de los derechos humanos en Afganistán y evitar que el país se vuelva a convertir en un refugio para el terrorismo.
"Debemos hablar con una sola voz para defender los derechos humanos en Afganistán", dijo después de mostrarse "seriamente preocupado" por los derechos de las mujeres y las niñas en Afganistán tras recibir "informes escalofriantes sobre severas restricciones a los derechos humanos en todo el país".