Tanto si Vladimir Putin realmente tiene pensado centrarse únicamente en el Donbás, como si decide ampliar su conquista a la llamada Novorossiya (incluyendo las salidas al Mar del Azov y al Mar Negro) o piensa en algún momento terminar lo empezado y avanzar hacia la zona más nacionalista de Ucrania, el oeste que siempre se ha resistido a los prorrusos en todas las elecciones, hay un enclave que necesita tomar cuanto antes para inclinar la balanza: la ciudad de Dnipro, balcón al río Dniéper, que divide prácticamente el país en dos.
Dnipro, capital de la región de Dnipropetrovsk, es, con casi un millón de habitantes, la cuarta ciudad con mayor población de Ucrania (las tres primeras son Kiev, Járkov y Odesa, todas ellas aún en manos del gobierno de Zelenski). Se trata de una de las ciudades más importantes para el tejido industrial de Ucrania y su localización es perfecta para canalizar cualquier movimiento de tropas, refugiados, armas o alimentos: queda a trescientos kilómetros casi exactos tanto de Donetsk, como de Kiev, como de Mariúpol, como de Járkov.
Cualquier avance hacia el sector occidental de Ucrania exige la toma de Dnipro y sus largos puentes sobre el Dniéper, de ahí que últimamente Putin esté aumentando la intensidad de sus bombardeos sobre una ciudad que, hasta ahora, tampoco había sufrido demasiados estragos. Su importancia estratégica a medio plazo es vital. No solo por lo que supondría para Rusia en términos de consolidación cultural (Dnipro es la frontera de la zona rusófona) sino por arrebatarle a Ucrania lo que es ahora mismo su verdadero centro de operaciones militares.
Aunque Kiev sea la capital del país y la pieza más importante del tablero -donde, al fin y al cabo, siguen luchando el rey y la reina-, Dnipro se ha convertido en el lugar más importante para el ejército ucraniano, el eje principal de comunicaciones con los distintos frentes. Desde Dnipro, Ucrania puede mandar y remplazar tropas en el Donbás, puede intentar frenar la ofensiva que viene desde Crimea y el Mar de Azov y puede repeler posibles ataques desde el norte y el oeste de las tropas que rodeaban Kiev y parecen estar en proceso de reubicación.
Uno de los centros industriales del ejército soviético
Con todo, la importancia de Dnipro no es solo militar. Como decíamos antes, es una ciudad que simboliza la mezcla de culturas. La más reacia a mostrar su apoyo a Viktor Yanukovich, el candidato del Kremlin, en las polémicas elecciones de 2004 y 2009. La que votó masivamente a Zelenski en las de 2019. Si Rusia está teniendo problemas tremendos para tomar Mariúpol o consolidar su control sobre Donetsk, donde en principio contaban con un apoyo del pueblo que no ha llegado, no deben esperar nada mejor conforme vayan avanzando hacia el oeste.
Dnipro es también el lugar adonde están huyendo la mayoría de los refugiados. Sabemos que hay millones de ucranianos sin hogar que han escapado a países vecinos… pero también hay otros tantos millones huyendo de las bombas dentro del propio país. Dnipro, en ese sentido, es la referencia para todos los que quieren huir de la guerra sin alejarse demasiado de sus casas. Es imposible calcular la cantidad de personas que se están concentrando ahora mismo en esa ciudad en busca de algo parecido a la seguridad. Las bombas caen como caen en toda Ucrania, pero los tres frentes abiertos quedan a una distancia prudencial.
Como decíamos antes, Dnipro es también una ciudad industrial llena de materias primas y fábricas. Es dudoso que Putin quiera destruirla como ha hecho con Mariúpol o está intentando hacer con Járkov, pues esa misma industria puede luego ayudarle a él a continuar la guerra. De hecho, Dnipro era una de las bases de producción militar más importantes de la Unión Soviética y su control puede servir para agilizar las torpísimas cadenas de suministro del ejército ruso.
La sensación que tenemos ahora mismo es de que estamos ante una guerra que va para largo. No quizá en esta primera fase, pero sí durante los próximos años. En ese sentido, si Rusia consiguiera controlar Dnipro podría articular la defensa del sudeste del país y plantearse un avance sobre el oeste. Asimismo, de perder Dnipro, las tropas ucranianas se verían obligadas a cruzar el Dniéper y establecer el frente a escasos kilómetros de Kiev, perdiendo en el camino muchísimo territorio.
Las prisas de mayo
Cada vez suena con mayor insistencia el rumor de que Putin quiere celebrar la victoria para el 9 de mayo, aniversario de la rendición incondicional de la Alemania nazi en la II Guerra Mundial. El problema es que le siguen faltando tropas y recursos. Del propósito de derrocar a Zelenski ocupando Kiev ha pasado a objetivos menores más ambiguos, pero todos parecen ahora mismo lejos de su alcance. Uno de esos objetivos sería vencer al ejército ucraniano en la llamada área JFO, dentro de las regiones de Donetsk y Lugansk y ampliar territorialmente su control del Donbás, aparte de cerrar el corredor con Crimea tomando definitivamente el puerto de Mariúpol, algo que, aunque parezca mentira, aún se les resiste.
Pese a que, en las primeras semanas de la guerra, todo el mundo daba por hecho que las tropas ucranianas en la zona, desplegadas desde hace ocho años, caerían con facilidad, hoy no se puede decir lo mismo. El avance ruso es lentísimo y apenas queda poco más de un mes para la fecha en cuestión. Con todo, sigue siendo el mínimo con el que se podría conformar la propaganda rusa. Menos de eso, al precio que está pagando -casi 15.000 muertos según las últimas estimaciones estadounidenses-, sería ridículo.
Probablemente, lo que quiere Putin sea más ambicioso y consista en rodear las tropas especiales ucranianas en la JFO mediante un avance desde el sur que rompa sus líneas de conexión con Dnipro y el resto de Ucrania. De esa manera, podría tomar gran parte de la zona rusófona del este y desde ahí atacar salvajemente Járkov y la propia Dnipro. En sus mejores sueños, ambas ciudades acabarían cayendo y solo Odesa resistiría para completar el puzle. ¿Es eso posible utilizando métodos convencionales? No lo parece, no en tan poco tiempo.
El eje Dnipro-Odesa como sueño casi imposible
El asunto, si de verdad Putin quiere anunciar algo parecido a una victoria provisional el 9 de mayo es cuánto va a dejar para más adelante. En Ucrania y en Occidente están convencidos de que Putin no va a parar aquí. Siempre lo han estado. La resistencia ucraniana ya ha logrado que el sueño imperialista de expandirse por Moldavia, Polonia o las repúblicas bálticas sea ahora mismo un delirio, pero eso no quiere decir que Putin se vaya a conformar con lo que consiga a lo largo del próximo mes, salvo que Dnipro entre en el paquete. Ahí sí que hablaríamos de un enorme éxito en términos de opinión pública.
Del mismo modo, es inconcebible que Zelenski acuerde una paz que prive a Ucrania de un tercio de su territorio y dos de sus ciudades más pobladas. Pasan los días y seguimos sin ver un escenario realista de acuerdo de paz. Continuamos en un escenario en el que las dos partes creen que el tiempo les beneficia. Rusia, por una cuestión de desgaste y superioridad numérica y tecnológica. Ucrania, por la llegada de nuevas armas desde Occidente y la dificultad para asentarse que están teniendo los rusos incluso en las zonas ocupadas.
Tarde o temprano, eso sí, ambos necesitarán una tregua para recomponer sus fuerzas. Una tregua no es una victoria, por eso será decisivo ver dónde quedan los distintos frentes para evaluar las posibilidades de cada bando. Si Rusia no ha conseguido romper o envolver a las tropas de la JFO, la ventaja ucraniana será evidente. El reto, por lo tanto, del ejército de Zelenski es resistir como sea en el sudeste del país y obligar a Putin a centrar ahí todos sus esfuerzos. El eje Dnipro-Odesa sigue siendo clave para las ambiciones nacionalistas rusas. Kiev puede esperar para más tarde… siempre que se mantenga un nivel mínimo de presión que obligue a Ucrania a dividir sus recursos. Si no hay un batacazo imprevisto de ninguno de los ejércitos, es improbable que en un mes vayamos a ver muchas novedades.
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