“Debemos ser realistas y comprender que esto puede durar mucho tiempo: meses o incluso años”. Son palabras del secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg, convencido de que el plan de Putin no acaba, como proclamó su Estado Mayor, en el este de Ucrania, sino en la toma completa del país.

Según Stoltenberg, Putin no va a parar hasta hacerse con Kiev y lo que estamos viendo es una especie de reseteo: en vez de atacar desde diversos flancos, con los problemas de organización y abastecimiento que eso ha supuesto, Rusia intentará un barrido completo del este al oeste que no sabemos cuánto tiempo puede tomar ni si es viable siquiera.

Incluso si el objetivo ruso realmente fuera conformarse con Járkov, Dnipro y Odesa, las tres grandes ciudades de la Ucrania rusófona, no está nada claro que se tratara de una operación rápida, por mucho que Putin esté captando nuevas tropas allá donde puede: se habla de la llamada a filas de otros 150.000 reclutas, a los que hay que formar y preparar para una guerra de esta envergadura, además de la llegada progresiva de grupos sueltos de chechenos, osetios, sirios y mercenarios del Grupo Wagner.

La idea es formar un ejército colosal que arrase a su paso, pero a su vez este reagrupamiento, esta preparación de una nueva etapa en la guerra, puede permitir que Ucrania se refuerce y se forme en el uso del nuevo armamento adquirido. Aparte, cuanto más corra el tiempo, más daño deberían hacer las sanciones económicas… aunque de momento haya serias dudas al respecto.

Tanto el gobierno de Volodimir Zelenski como las distintas administraciones locales son conscientes de que la siguiente ofensiva rusa va a ir muy en serio y de que, en cierto modo, llueve sobre mojado: si las tropas rusas están cansadas, también lo están las ucranianas. Si buena parte de los tanques rusos han sido aniquilados, también lo han sido los ucranianos. Ucrania lucha por su autonomía y por sus hogares… pero no es fácil ver cómo esos hogares son destruidos con bombardeos sistemáticos. La adrenalina de los primeros días no puede durar siempre.

De momento, lo último que sabemos es que el gobierno regional de Dnipropetrovsk ha ordenado el desalojo de civiles de la localidad de Dnipro (casi un millón de habitantes) ahora que aún es posible. Como explicó este jueves EL ESPAÑOL, las tropas rusas buscan envolver a las JFO (Fuerzas Unidas de Operación) ucranianas que aún actúan en el Donbás tomando la ciudad de Slovyansk, desde la que, además, tendrían un acceso más fácil a Járkov (en el norte) y a la propia Dnipro (en el este). Ucrania no puede permitirse perder esta ciudad, pues dejaría libre el acceso al río Dniéper, que desemboca a escasos kilómetros de la preciada Odesa.

Los siete puntos de un futuro oscuro

La previsión de una guerra larga no es una buena noticia para nadie. No lo es para Rusia, no lo es para Ucrania y no lo es, mirando nuestros intereses, para la Unión Europea ni para Occidente en general. Hay demasiadas cuestiones que nos afectan como para pensar que todo va a seguir como antes o simplemente con pequeñas variaciones. Analicemos los siete problemas más graves a los que pueden enfrentarse ya a corto-medio plazo nuestras sociedades en un escenario tan incierto:

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1- Nos espera una colosal crisis de refugiados. Llevamos tal empacho de números en los últimos dos años que no nos damos cuenta de lo que supone una previsión de diez millones de refugiados ucranianos en un territorio tan sobrepoblado como es el continente europeo. Solo en Polonia ya son casi tres millones.

Gestionar esto de manera temporal ya es muy complicado, pues estamos hablando en la mayoría de los casos de personas que salieron de sus hogares “con lo puesto”, dejando todo atrás, y que necesitan de los distintos estados hasta los bienes más básicos. No es de extrañar que Polonia sea el país que más enérgicamente pide recrudecer las sanciones contra Putin. Su problema será el del resto de la Unión en muy poco tiempo: es mucha gente a la que habrá que albergar durante mucho tiempo.

2- Un alargamiento de la guerra en Ucrania pasa necesariamente por seguir armando al gobierno de Zelenski. Eso supone, obviamente, un incremento del gasto militar, un incremento se va a dar en cualquier caso, pues Rusia se ha destapado como un enemigo feroz y despiadado. La OTAN tendrá que reforzar todas las fronteras, habrá que actualizar los sistemas de defensa, puede que vuelvan los servicios militares obligatorios… En un escenario de “guerra fría” en el que de hecho ya estamos, los ejércitos deberán estar lo mejor equipados posible.

¿Cómo afectará eso a unas economías aún no recuperadas de la crisis financiera de 2008 ni de la crisis de consumo de 2020? ¿Cómo se consigue ese aumento en el gasto sin un aumento en los impuestos? ¿Cómo se puede compaginar ese aumento en los impuestos con la subida del precio de los bienes básicos que estamos viendo en nuestro país y nuestros vecinos?

3- Esto nos lleva a otra cuestión económica. Si se confirman las sanciones al petróleo y al gas ruso (Borrell y Von der Leyen confían en que se llegue a un acuerdo la semana que viene, Viktor Orbán ya ha dicho que no cuenten con Hungría), ¿dónde vamos a buscar la alternativa? Por supuesto, los países de la OPEP pueden incrementar su producción, pero no lo van a hacer al mismo precio. Aparte de las disputas políticas ya existentes, por ejemplo, entre Argelia y España, la situación da para buscar un beneficio económico evidente. No van a desaprovecharlo.

Ahí, Europa tendrá que elegir entre comprar menos y tirar de otras energías aún no suficientemente desarrolladas o pagar lo que se le pida. En el primer caso, los ciudadanos sufrirán importantes restricciones en su día a día; en el segundo, de nuevo, estaríamos ante una potencial subida de impuestos para hacer frente a ese gasto extra.

El enemigo interior

4- Todo esto, sostenido en el tiempo, después de dos años de pandemia y varios de desinformación en redes y radicalización de las sociedades abiertas, es una bomba de relojería. Este fin de semana se celebra la primera vuelta de las elecciones francesas y, por primera vez en la historia, la extrema derecha, simpatizante del gobierno de Putin, ha adelantado en los sondeos para la segunda vuelta al republicanismo tradicional.

Si Marine Le Pen gana, el golpe puede ser mucho mayor que el vivido con el Brexit. Se acabó la unidad y se acabó desde su mismo centro. En Alemania, Scholz no se decide tampoco: depende demasiado del gas ruso. En Hungría, como decíamos, Orbán hace la guerra por su cuenta. ¿Es posible mantener unidades y consensos en este contexto?

5- Incluso si gana Macron, incluso si no hay cataclismos electorales de por medio, es imposible no pensar en una cierta pulsión antidemócrata en el seno de las sociedades europeas y, más aún, en Norteamérica. Lo vimos con la toma del Capitolio el 6 de enero de 2021. Lo vimos con el cierre de las fronteras entre Ontario y Michigan por parte de un puñado de transportistas exaltados. La gente está muy nerviosa, muy cansada y busca soluciones alternativas.

Si a eso le añades inflación, restricciones y un posible aumento del desempleo provocado por todo lo anterior, el extremismo crecerá. Lo hemos visto antes y no acababa bien. ¿Qué medidas tomará la democracia liberal para defenderse de los extremos? No lo sabemos. De entrada, sería una buena idea no pactar con ellos.

El presidente francés, Emmanuel Macron, durante un reciente acto de campaña Reuters

6- Si la victoria de Le Pen en las elecciones presidenciales sería devastadora para el proyecto europeo, que, prácticamente, tocaría a su fin, volviendo la desconfianza, el nacionalismo extremo y el todos contra todos, más miedo da , algo que ahora mismo dan por hecho todos los sondeos.

Trump es un enamorado de la autocracia, ve a Putin como un referente en materia de liderazgo y siempre ha tenido una excelente relación con él. Cuando empezó la invasión de Ucrania, le faltó tiempo para salir a celebrarlo. Si la OTAN vuelve a estar en sus manos, la OTAN también desaparecerá como tal.

¿Qué soluciones nos quedan?

7- Incluso suponiendo que la Unión Europea sigue siendo lo que es y que lo mismo sucede con la OTAN, todo el tiempo y todas las energías que las superpotencias occidentales estén gastando en Ucrania no lo podrán gastar en otros escenarios que requieren máxima atención: surgirán nuevas organizaciones terroristas de corte islámico que pretenderán repetir sus 11-S de turno, Kim Jong-Un seguirá probando armas nucleares para intimidar a su vecino del sur, que a su vez nos mirará pidiéndonos una ayuda que no podremos darle.

Habrá que depender de China para que solucione determinados problemas porque a nosotros no nos da… y China es de todo menos un socio fiable. De hecho, ahora mismo, ni siquiera es un socio.

Vladimir Putin y Xi Jinping. Reuters

Lo desesperante de todo esto es la dificultad para encontrar soluciones paralelas. ¿Cómo evitamos todo lo anterior? ¿Bastaría con que la guerra no se prolongara y que la ganara Putin? No. Putin no se va a parar en Dnipro ni se va a parar en Kiev.

Si Putin llega a Lviv, va a amenazar Polonia, si llega a Odesa, va a amenazar Moldavia y, en cualquier caso, todo el mundo da por hecho que algo prepara contra los países bálticos, miembros de la OTAN. No tiene por qué haber otra guerra después de la guerra, pero la normalidad ha desaparecido del escenario internacional.

¿Hemos de confiar en una victoria ucraniana? Parece tan complicado que ni siquiera se está barajando como opción. Las sanciones y las ayudas se han decidido en clave de defensa, de protección. Occidente va a ayudar a Ucrania a resistir, pero no puede ayudarla a ganar una guerra al ejército ruso. Eso implicaría la participación activa en el conflicto y su conversión en una III Guerra Mundial.

La única alternativa viable es que Rusia no aguante el ritmo como no lo aguantó la URSS. Que no pueda seguir sufragando esta guerra o que, simplemente, no le compense. Que se quede con parte de lo que haya ocupado y se comprometa a una paz duradera. ¿Es eso posible? No parece, pero habrá que creer que sí, no nos queda otra.

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