Si la red ferroviaria permitió en las primeras jornadas el libre movimiento de diez millones de ucranianos, la construcción y profundidad de sus estaciones de metro, han salvado, sin ninguna duda, centenares de vidas. Familias que decidieron no huir y permanecer en su ciudad.
Cualquier espacio sirve para extender unos cartones e intentar dormir, especialmente en las estaciones alejadas del centro histórico. Cuanto mayor es la cercanía a los barrios castigados diariamente por la artillería rusa, como Saltivka, mayor es la afluencia de vecinos.