Ilustración del artículo '50 años del Watergate: la investigación sobre Trump y el Capitolio revive la pesadilla americana' Lina Smith

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De la A de América a la W de Watergate: diccionario del mayor escándalo político de EEUU

Medio siglo después repasamos algunos de los grandes hitos del suceso que condujo hasta las cloacas de la Casa Blanca.

17 junio, 2022 03:38

Nunca antes un presidente se había visto obligado a dimitir sin concluir su mandato. Nunca antes una investigación periodística había llegado tan lejos. Nunca antes un aparentemente anecdótico suceso había conducido hasta las cloacas de la mismísima Casa Blanca. Nunca antes la libertad de expresión había demostrado tal eficacia en el control del poder. Nunca antes el trabajo de una redacción había tenido tal resonancia mundial hasta el punto de convertirse en icono de nuestra cultura contemporánea.

Todo ello hace del llamado "caso Watergate", de cuyo inicio se cumplen este viernes 50 años, un caso único en la Historia, en la Historia con mayúscula y en la historia de la política y de la prensa. Lo que sigue es un repaso de los grandes hitos de un escándalo endiabladamente intrincado, al que el orden alfabético intentará ofrecer un poco de estructura y de luz.

A de allanamiento

La madrugada del sábado 17 de junio de 1972 el editor de local del Washington Post, Barry Sussman, aún dormía cuando le despertó el teléfono. Era el responsable de noche, Howard Simons, que acaba de recibir un chivatazo. Cinco hombres habían sido detenidos cuando asaltaban y colocaban micrófonos en el Comité Nacional Demócrata. El cuartel general en el que el partido preparaba las elecciones de ese año se encontraba en un singular complejo de apartamentos y oficinas, una edificación con vistas al río Potomac, emblemática en Washington, entonces y ahora.

El 17 de junio de 1972 cinco hombres fueron descubiertos cuando asaltaban el Comité Nacional Demócrata

Sussman decidió encargar del asunto a un veterano periodista de sucesos y a un novato llamado Bob Woodward. Ese sábado también deambulaba por la redacción, dando vueltas a una historia que ya debería haber cerrado un tal Carl Bernstein. El periodista consiguió colar su nombre entre los ocho que figuraban a pie de página por su contribución en la que iba a ser la primera noticia publicada sobre el Watergate. La firma principal fue de Woodward y del reportero de sucesos Al Lewis.

Sussman necesitaba gente para trabajar al día siguiente, domingo, y reclutó a Woodward y a Bernstein. Poco después, los dos, como reporteros y el jefe de local, como editor, se encargarían en exclusiva del caso durante los dos largos años que llevaron a la portada: "Nixon Resigns".

[Carta del director: Regreso a Watergate. Primera parte: el espionaje]

B de Berstein (Carl) y de Bob (Woodward)

Para abreviar acabaron siendo conocidos como Woodstein. Woodward tenía entonces 30 años. Era el chico fino y formal. Republicano militante, se había graduado en Yale y había servido cinco años como oficial de la Marina. Apenas si tenía experiencia como periodista y en los mentideros de Washington se decía que se había dedicado con tanto ahínco al caso porque le acababa de dejar una novia. En la profesión estaba considerado "un entrevistador fluido, pero un escritor mediocre". Lo que no impidió que después escribiera numerosos libros. Tras el escándalo, ocupó altos cargos directivos en el Post y él mismo fue objeto de escándalos, acusado de relaciones demasiado estrechas con la CIA y de encubrimiento de altos cargos.

Su partner, Carl Bernstein, con 29 años entonces, era la otra cara de la moneda. Había abandonado la universidad, llevaba melena, tenía aspecto descuidado, iba vestido de cualquier manera, su imagen no era la de los encorbatados periodistas de la época. Algunos compañeros llegaron a definirlo como un "personaje salido de la película Primera Plana". Eso sí, nadie discutía su gran talento para la escritura. Dejó el Washington Post poco después del Watergate y se dedicó a colaborar con diversos medios y a escribir libros. Tras su divorcio de la guionista Nora Ephron, vivió una época de escándalos públicos y llegó a ser detenido por conducir borracho. La editora, Kaherine Graham, se olvidó de sus méritos y ni siquiera le invitó al 70 aniversario del periódico.

Carl Bernstein a la izquierda  y Robert Woodward a la derecha, periodistas del Washington Post

Carl Bernstein a la izquierda y Robert Woodward a la derecha, periodistas del Washington Post

C de cubanos

De los cinco asaltantes a las oficinas del Partido Demócrata en el edificio Watergate, cuatro eran nacidos en Cuba. Anticastristas convencidos, se habían trasladado a Estados Unidos con intención de derrocar a Fidel Castro. Fueron reclutados para este encargo por un veterarno de la invasión de la Bahía de Cochinos, Howard Hunt, el hombre que organizaba los trabajos sucios de H.R. Halldeman, jefe de gabinete de Nixon. El quinto "plomero" ("si hay filtraciones, somos fontaneros", dijeron) era el estadounidense James McCord, jefe de seguridad de la campaña de Nixon. McCord confesaría ante el juez tiempo después que aquella noche también estaba trabajando para la CIA.

Uno de los asaltantes era James McCord, jefe de seguridad de la campaña del presidente

Uno de los cubanos, Eugenio Martínez, conocido como el "musculitos'', falleció hace unos meses en La Habana. Poco antes de morir contó que él fue el último en entrar en la oficina y era el encargado de retirar la cinta aislante que habían colocado para que no se cerrara la puerta, pero se le olvidó. Un guardia de seguridad pasó por delante, vio la cinta, llamó a la policía y los detuvo a todos. Una chapuza que pasaría a los libros de historia.

D de director

El director del periódico, Ben Bradlee se encontraba, por azares de la vida, en su despacho el día en que el juez Sirica ordenó hacer públicas las grabaciones que incriminaron a Nixon. Así lo describe en su libro Palabra de director: "A pie de obra, en su despacho siempre abierto, sentado con las manos apoyadas tras la nuca y los brazos abiertos, con su inequívoco aire de truhán aristocrático, tan elitista como elegante, obsesionado por crear una redacción a su imagen y semejanza". 

Estuvo al frente del Post durante 26 años, del 65 al 91. El año anterior al Watergate, ya había alcanzado gran notoriedad al sumarse al New York Times en la publicación de la otra gran exclusiva del siglo: los Papeles del Pentágono. Amigo íntimo de J. F. Kennedy, siempre fue criticado por sus inclinaciones demócratas y por alternar con los poderosos.

Siguió con atención la investigación llevada a cabo por El Mundo sobre los Gal. Al enterarse de los procedimientos chapuceros de los implicados, comentó que al fin había entendido el comentario del portavoz de Nixon, Ronald Ziegler, calificando el Watergate como "una ratería de tercera".

[Neil Sheehan, el periodista que 'robó' los papeles del Pentágono porque pertenecían al pueblo]

E de escuchas

Fueron clave en el caso. Primero porque la intención de los fontaneros que entraron en las oficinas demócratas era colocar escuchas para espiar las conversaciones durante la campaña electoral. Y, sobre todo, porque el paranoico Nixon instaló en 1971 un sistema de grabaciones en la Casa Blanca donde recogía en cintas de casete todo lo que se hablaba, a través de escuchas telefónicas y del audio de los micrófonos ocultos. Grabó tanto las conversaciones con mandatarios extranjeros como charlas informales del trabajo cotidiano. Por supuesto, también quedaron grabadas sus palabras, que finalmente servirían para inculparlo.

En las cintas que Nixon entregó al juez faltaban 18 minutos y medio de grabación

Nixon se negó a entregar las cintas y, tras una larga batalla judicial, el juez Sirica ordenó que se hicieran públicas. Pero no estaban todas. Faltaban 18 minutos y medio de grabación. Al parecer, la secretaria del presidente, Rose Marie Woods según confesó al juez— "cometió un terrible error cuando las estaba transcribiendo".

F. de Felt (William Mark)

Más conocido como "Garganta profunda'', como se denominaría a todas las fuentes desde entonces. Su existencia correspondió al mundo mitológico ¿existiría de verdad o se lo habría inventado Woodward?, no era más que una sombra en un garaje. Hasta el año 2005, cuando el subdirector del FBI hasta 1973 confesó, tras negarlo durante 30 años, que el informante era él. Felt contó que se había reunido en secreto con Woodward varias veces y que le había confirmado la implicación de Howard Hunt en el robo de Watergate.

Su frase "sigue el dinero" aún permanece en la jerga periodística. Felt no informó en exclusiva al Post; también mantuvo contactos con la revista Time, el Washington Daily News y otras publicaciones. Recientemente se ha publicado otra "garganta profunda" de Woodward era el mismísimo Mitchell, el gran cerebro de la trama. Probablemente para intoxicarle.

G de Graham (Katharine)

Editora del Post desde 1963 hasta su muerte en 2001. Heredó el cargo tras el suicidio de su marido después de una grave enfermedad mental. Es la empresaria que todo periodista sueña tener. Amiga de los poderosos, supo contener las presiones sobre la redacción. Sin ella a la cabeza, difícilmente se hubieran publicado los Papeles del Pentágono ni las investigaciones del Watergate.

Katharine Graham, editora del Washington Post.

Katharine Graham, editora del Washington Post.

John Mitchell le lanzó una de las amenazas más famosas y groseras de la historia del periodismo. Carl Berstein telefoneó al Fiscal General para confirmar una información. Y este le respondió que si se publicaba le cortaría una teta. Merece la pena leerlo en inglés para no perder todo su significado: "Katie Graham's gonna get her tit caught in a big fat wringer if that's published". El Post lo publicó, aunque el prudente Bradlee cortó las palabras "her tit". Como único comentario, la editora diría tiempo después que era "especialmente extraño para [Mitchell] llamarme Katie, ya que nadie me ha llamado nunca así".

Con mano de hierro, se enfrentó a una huelga de 140 días en 1975 y consiguió que el Post solo dejara de imprimir una edición. Esta actitud llevó al mismísimo Richard Nixon a comentar: "En Washington hay muchos que leen el Post y les gusta, y hay muchos que leen el Post y no les gusta. Pero casi todos leen el Post, lo que constituye un reconocimiento de la habilidad de Graham como editora".

H de Haldeman (Robert)

Jefe de gabinete de Nixon, Haldeman fue el gran fontanero. Conocido como "brush" por su radical corte de pelo a cepillo, siempre fue un personaje en la sombra, no se dejaba fotografíar y evitaba las apariciones en público. Él y Ehrlichman eran apodados "Los Alemanes", por sus apellidos, pero también como "el Muro de Berlín", por la férrea barrera de protección levantada en torno al presidente. Alardeaba orgulloso de que le llamaran "el hijo de perra de Richard Nixon".

Haldeman acató la órden del presidente de buscar toda la información que pudiera "ensuciar'' a sus contrincantes demócratas. De hecho, fue Howard Hunt, su hombre de confianza para las tareas comprometidas, quien organizó el asalto. Era imposible que fuera una iniciativa personal de su disciplinado subordinado. En 1975, fue declarado culpable de conspiración y obstrucción de la justicia, y condenado a 18 meses de prisión.

[De la "conducta criminal" de Nixon al "diabólico Trump": similitudes según Woodward y Bernstein]

I de Inteligencia

Los Servicios de Inteligencia jugaron un papel clave en el escándalo y fueron utilizados por la Casa Blanca tanto en el intento de espionaje del Partido Demócrata como el posterior intento de ocultarlo. Hunt, el hombre de Halldeman era veterano de la CIA y de la invasión de Bahía de Cochinos. Y encargó el trabajo a McCord, el jefe de los cubanos, quien confesaría trabajar para la agencia. El FBI, como confesaría Felt, estaba muy interesado en el caso y seguía de cerca a los periodistas para averiguar quién les filtraba la información que publicaban.

J. de John Joseph Sirica

Fue el juez principal del escándalo Watergate. La cara de la Justicia. No sólo presidió el juicio a los asaltantes de las oficinas del Partido Demócrata, a los que no creyó que habían actuado en solitario, sino que insistió hasta la extenuación hasta convencerles de que delataran a quienes les habían encargado el robo. Por si fuera poco, él fue quien dio el empujón definitivo al caso, que podía haber quedado en vía muerta, cuando exigió al mismísimo presidente que entregara sus grabaciones de la Casa Blanca, decisivas para conectar el asalto con Nixon.

K. de Kissinger (Henry)

Secretario de Estado, hombre fuerte del gobierno. Su habilidad para librarse de cualquier responsabilidad le ha hecho legendario. Todos los implicados en el caso, menos él, acabaron cumpliendo condena. El escritor Robert Greene relató que "Kissinger se las ha ingeniado para sobrevivir a las muchas sangrías ocurridas en la Casa Blanca durante la administración de Nixon, no porque haya sido el mejor diplomático (...) Tampoco porque compartiera convicciones o ideas políticas. Kissinger sobrevivió porque se afianzó en tantas áreas de la estructura política que eliminarlo habría llevado al caos".

Según algunas fuentes, durante los días finales del escándalo, predijo que la Historia recordaría a Nixon como un gran presidente y el Watergate acabaría relegado a una "nota menor" a pie de página.

L de Libertad de expresión

Watergate y libertad de expresión se convirtieron en sinónimos. La investigación del Washington Post fue la demostración de que la prensa podía cumplir con su misión de controlar al poder, incluso al hombre más poderoso del mundo: el presidente de los Estados Unidos. Quedó palpable que el sistema funcionaba, cuando el engranaje de todas las instituciones implicadas la justicia, el legislativo, la prensa se movían de forma coordinada. Desde entonces, periodistas en las redacciones de todo el mundo se inspiran en el Watergate a la hora de emprender sus investigaciones y políticos de todo el mundo piensan en cómo acabó el Watergate antes de cruzar la línea que separa lo lícito de lo ilícito.

Quizá fue Mao Zedong, entonces presidente chino, quien mejor lo concretó cuando en 1975 definió el escándalo del Watergate como la consecuencia de la "demasiada libertad de expresión política en Estados Unidos".

Richard Nixon y Mao Tse Tung

Richard Nixon y Mao Tse Tung

M. de Mitchell (John N.)

Está considerado el cerebro de la trama. Fiscal General y director de las dos campañas presidenciales de Nixon e íntimo amigo del presidente. En Estados Unidos su cargo es el equivalente al de ministro de Justicia, pero en muchos países, como el nuestro, el Fiscal General está estrechamente ligado al gobierno. Su papel es a menudo de escudo del Ejecutivo, para evitar el avance judicial de muchas investigaciones periodísticas. Mitchell, que cumplió a rajatabla ese papel, acabó en prisión por conspiración, obstrucción a la justicia y perjurio. La condena, eso sí, fue luego considerablemente reducida.

Pero su gran maldad solo se comprende al conocer la historia de su mujer. Martha Mitchell era conocedora de todos los pormenores y manifestó su intención de contarlos a la prensa después del allanamiento en el edificio Watergate. Su marido contrató a un agente del FBI, que la retuvo durante días en una habitación de hotel de California, le arrancó el cable de teléfono y llamó a un psiquiatra para que la sedara a la fuerza. Los métodos criminales solo lograron retrasar la declaración, que sería decisiva. El propio Nixon, en la profunda entrevista realizada con el periodista David Frost, confesó que sin los testimonio de Martha Mitchell el Watergate hubiera sido solo una anécdota.

N. de Nixon (Richard)

Presidente entre 1969 y 1974. Tiene sobre sí el deshonor de ser el único de los 45 de los presidentes que se ha visto obligado a dimitir. Una vergüenza para la democracia americana. The Chicago Tribune, periódico que le había apoyado con sumisión, dijo de él tras el escándalo: "Carece de sentido del humor, hasta el punto de resultar inhumano, es tortuoso, vacilante, profano, se deja manejar, muestra lagunas inconcebibles en su cultura, es desconfiando con su personal del que siempre sospecha, su lealtad es mínima…".

El expresidente de Estados Unidos Richard Nixon (izquierda) junto a su secretario de Estado, Henry Kissinger (derecha).

El expresidente de Estados Unidos Richard Nixon (izquierda) junto a su secretario de Estado, Henry Kissinger (derecha). Reuters

En marzo de 1974, el Gran Jurado Federal consideró al presidente copartícipe, sin cargos formales, en una conspiración para obstruir la acción de la justicia en la investigación del caso Watergate. En la tarde del 8 de agosto, acorralado, presentó su dimisión. Tras años dedicándose a lavar su imagen, murió en 1994 a los 81 años. A su funeral acudieron el presidente Clinton y todos los expresidentes vivos.

O de Oposición

Pese mantener una campaña electoral agresiva ante las elecciones de noviembre del 72, sólo cinco meses después del asalto a su cuartel electoral, el candidato de los demócratas, George McGovern, sufrió una estrepitosa derrota frente a Nixon. A partir de ahí el papel del Partido Demócrata fue de perfil bajo, siendo como era la víctima de toda la trama. La verdadera oposición la asumió la prensa, McGovern se dedicó a reconstruir el partido, cambiando su línea ideológica hasta que en 1977 un demócrata, Jimmy Carter, volvió a la presidencia.

P de Post

El Washington Post, en la época del Watergate, era poco más que un importante periódico local de la capital del país. Su influencia nacional e internacional se multiplicó tras el escándalo hasta convertirse en uno de los diarios más influyentes del mundo y en un emblema del periodismo de investigación. Permaneció en manos de la familia Graham hasta 2000. En 2013, tras padecer los efectos de la crisis económica y del sector, fue comprado por el magnate Jeff Bezos, quien ha convertido el diario en un modelo de éxito en la transformación digital y la captación de suscriptores.

Q de EQuipo

La investigación periodística del Watergate se simplificó hasta el punto de convertirla casi en en un cuento moral, de buenos y malos, en el que dos indefensos reporteros doblegan al monstruo. La historia de David contra Goliat no admite personajes secundarios. El titánico esfuerzo del Post no fue solo obra de dos reporteros empeñados en descubrir la verdad. Fue necesaria una legión de reporteros, editores, documentalistas, maquetadores, abogados y un sinfín de oficios. Además, claro, de una dueña que financiara el trabajo y un director que lo estimulara y armonizara la labor del conjunto. Requería, en suma, una institución fuerte que no parpadeara ante las amenazas: la Prensa, encarnada aquí por el Washington Post.

[La carta del director: regreso a Watergate, segunda parte: el encubrimiento]

R de Reelección

La arrolladora victoria del presidente Nixon en noviembre de 1972, poco después del asalto en el edificio Watergate, fue un duro mazazo para los periodistas. Ni había pasado el tiempo suficiente, ni se habían publicado las informaciones necesarias sólo el Post seguía aún el caso para que el escándalo calara en el electorado. El presidente recibió el 60% del voto popular frente al 38% de McGovern y obtuvo 520 de los delegados electorales frente a los 17 del aspirante. Quedaba mucho por investigar.

Poco después del asalto en el Watergate, Nixon fue reelegido como pesidente

S de Sussman (Barry)

Su muerte el pasado día 1 lo ha resucitado del olvido. Su trabajo como editor fue fundamental en la investigación hasta el punto de que se considera injusto que se hable solo de Woodstein. Son muchos quienes creen que los que se conoce como los "Watergate Two" debieran ser en realidad los "Watergate Three''. Con toda probabilidad, sin la dirección férrea de Sussman, no se hubiera llegado hasta el final.

De entrada, Bernstein no hubiera estado en el equipo. Fue el jefe de local el que se empeñó en que estuviera y se enfrentó a la dirección del periódico que le consideraba un díscolo y un irresponsable. Y, sobre todo, fue Sussman el que convirtió las notas inconexas y deslavazadas de los reporteros en informaciones bien armadas de primera página.

T de Todos los hombres del presidente

La película de Alan J. Pakula, protagonizada por Robert Redford y Dustin Hoffman, fue la que convirtió Watergate en un icono popular en todo el mundo. A partir del libro de los reporteros, contaba la intrincada, y muy difícil de digerir, historia del caso. Hubo que prescindir de personajes clave, como el propio Susman, considerados poco cinematográficos. La misma Katherine Graham en sus memorias dice estar "dolida por haber sido omitida", y limitada a una mención de "una parte de la anatomía". Tras esta película vendrían múltiples recreaciones del caso o de sus protagonistas, como la reciente sobre los Papeles del Pentágono (The Post), de Steven Spielberg, en la que aparecen muchos de los personajes que luego participarían en el Watergate, como Katherine Graham y Ben Bradlee.

Fotograma de la película 'Todos lo hombres del presidente'.

Fotograma de la película 'Todos lo hombres del presidente'.

U de USA

Estados Unidos vivió una conmoción. La puritana sociedad norteamericana era aún demasiado inocente como para creer que sus políticos fueran capaces de cometer las barbaridades de las que se iba enterando. Eso no podía pasar en su país.

El sociólogo Michael Schudson escribió en los 90 un libro titulado Watergate en la memoria estadounidense: cómo recordamos, olvidamos y reconstruimos el pasado (1992). En él, detallaba cómo, "dos décadas después, los estadounidenses (y las instituciones estadounidenses) intentaban explicarse a sí mismos esta vergüenza nacional". La América de hoy, tan amiga de celebraciones, no está para conmemorar el cincuentenario del Watergate. Apenas una pequeña exposición en el Museo Nacional del Retrato de Washington, Watergate: Retrato e Intriga, recuerda lo ocurrido. Está absorbida por la investigación y las consecuencias penales del asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021.

V de Vicepresidente

Gerald Ford sólo llevaba nueve meses como vicepresidente cuando tuvo que hacerse cargo del país por la dimisión de Nixon. A él le tocó perdonar al villano. Al aceptar el indulto, su predecesor sentenció: "Una cosa que puedo ver claramente ahora es que me equivoqué al no actuar de manera más decisiva y más directa en lo relacionado con Watergate, particularmente cuando llegó a la etapa de procedimientos judiciales y pasó de ser un escándalo político a una tragedia nacional".

El vicepresidente Gerald Ford.

El vicepresidente Gerald Ford.

W de Watergate

¿Cómo concretar en pocas palabras un escándalo tan enorme y complejo? Woodward lo intentó así; "Atrincherarse en el desmentido y una operación masiva de encubrimiento". John Dean, asesor y encubridor de Nixon luego arrepentido, ha asegurado cincuenta años después: "que esta es una historia que no debemos olvidar". Según él, la sombra del escándalo está aún presente. El Watergate, como ahora el 6 de enero, son la "abreviatura de los ataques a la democracia estadounidense: fraude electoral versus ignorar los resultados electorales, con un intento de golpe de Estado".

[Trump cae en la trampa del espectáculo en 'prime time' como Nixon por el Watergate hace 50 años]

X, la incógnita

El quién, la equis, siempre fue el objetivo de las investigaciones del Watergate. Desde muy al principio del caso, Woodward y Bernstein, guiados por la sabia mano de su editor; Barry Sussman, estaban convencidos de que aquel no era un un caso aislado y de que tenía que haber alguien detrás moviendo los hilos. No pasaron muchos meses antes de que pudieran despejar la equis de la ecuación y poner al final del organigrama el nombre de Nixon. El resto fueron días y noches de investigación para recabar las pruebas que demostraran que lo que parecía un convencimiento acabara un hecho probado.