50 años del Watergate: la investigación sobre Trump y el Capitolio revive la pesadilla americana
El asalto al Capitolio y las mentiras de Trump sobre el fraude electoral han empequeñecido la criminalidad de Richard Nixon.
17 junio, 2022 03:38En un día como hoy, hace 50 años, la policía detuvo a cinco hombres robando en las oficinas del Comité Nacional Demócrata del complejo empresarial Watergate. Su detención, propiciada por una llamada anónima y auspiciada por la labor investigativa de los periodistas del Washington Post Carl Bernstein y Bob Woodward, desató una investigación que reveló múltiples abusos de poder por parte del equipo de Gobierno de Nixon y que culminó con la renuncia del propio presidente dos años después.
"Fue uno de los grandes crímenes no solo de la política, sino que nunca se había visto algo así, hasta hace poco", tal y como recuerda el propio Bernstein en una entrevista reciente. Y es que la sombra del escándalo que le costó la presidencia a Richard Nixon en 1972 se extiende por la sala en la que otra comisión de investigación del Congreso investiga al que Bernstein y Woodward consideran el "otro presidente criminal de Estados Unidos": Donald Trump.
"Es muy importante entender la progresión de la criminalidad de Richard Nixon a la criminalidad de Donald Trump. Ambos son presidentes criminales de los Estados Unidos. Pero Trump ha ido más allá. Es el primer presidente sedicioso de nuestra historia", destaca para PBS Woodward.
El Watergate de Trump
“Como reporteros, habíamos estudiado a Nixon y habíamos escrito sobre él durante casi medio siglo, durante el cual creíamos con gran convicción que Estados Unidos nunca más tendría un presidente que pisotearía el interés nacional y socavaría la democracia a través de la audaz búsqueda de intereses personales y políticos. Y luego llegó Trump”.
Así arrancaba la reflexión ´a doble pluma´ de los veteranos periodistas publicada por el ´Washington Post´ a principios de junio. Los descubridores del escándalo Watergate comparan a los “dos presidentes criminales de Estados Unidos”, llegando a la conclusión de que “Tanto Nixon como Trump crearon un mundo conspirativo en el que la Constitución de los Estados Unidos, las leyes y las frágiles tradiciones democráticas debían ser manipuladas o ignoradas, los opositores políticos y los medios de comunicación eran 'enemigos' y había pocas o ninguna restricción a los poderes confiados a los presidentes”. Ahora bien, para ambos, el hecho de que Trump y sus acólitos sigan afirmando que su derrota electoral fue fraudulenta, supone “un engaño que superó incluso la imaginación de Nixon”.
Para el historiador Garrett M. Graff y autor de ´Watergate: A New History´, ”Watergate, como lo hemos llegado a entender, no fue sólo un robo frustrado el 17 de junio de 1972, sino la punta del iceberg de una red de cerca de una docena de escándalos interrelacionados pero distintos, todos surgidos de la psique oscura, paranoica, conspiradora y criminal que Richard Nixon llevó a la Casa Blanca y permeó su administración". Situación que Graff cree "es muy similar a lo que vimos con el presidente Trump".
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Trump, peor que Nixon
Pese a los paralelismos entre Nixon y Trump que los veteranos periodistas del Washington Post establecen en una reedición de su libro Todos los hombres del presidente, tanto Bernstein como Woodward advierten que el legado de Donald Trump hace palidecer al que hasta ahora se ha pintado como uno de los peores villanos de la historia del país.
"Trump es peor porque está dispuesto a llevar las cosas hasta el punto en que no pueda haber una transferencia pacífica del poder, como sucede en los países más autoritarios del mundo. Eso va más allá de lo que hizo Richard Nixon", según Bernstein. Su compañero de fatigas se muestra totalmente de acuerdo y añade que lo realmente peligroso de Trump es que está pensando en volver a presentarse a las elecciones. "En los cuatro años que ocupó el cargo, Trump aprendió, de una manera un tanto desordenada, pero aprendió, dónde están las palancas del poder. Y si obtiene ese poder, el poder de la presidencia, la extraordinaria concentración de poder, nuevamente, este país nunca volverá a ser el mismo", advierte Woodward.
El77% de la población de EEUU ha perdido la confianza en el Gobierno federal
Para Douglas Brinkley, profesor de historia en la Universidad de Rice, "durante Watergate la gente todavía confiaba en el Gobierno federal", algo que no ocurre en la actualidad, tal y como revelan los datos de una nueva encuesta del Pew Research Center. Las cifras, publicadas esta semana, muestran que dicha confianza ha caído desde el 77% de la población que durante el primer mandato de Nixon creía que el gobierno federal hará "lo correcto" siempre/la mayor parte del tiempo a la quinta parte que lo piensa a día de hoy.
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La confianza en otras instituciones, como los medios de comunicación nacionales, también se ha derrumbado. “La gente no confía en el periodismo de alcance nacional. Quieren encontrar su nicho periodístico y que se ajuste a su predisposición”, añade Brinkley respecto a la reacción de los estadounidenses ante ambas investigaciones.
"Ojalá pudiera decir que estoy sorprendido, pero podría decirse que Fox News es un co-conspirador no acusado en la 'gran mentira' y las protestas del 6 de enero y la toma del Capitolio", lamenta por su parte Graff.
Para entender la gravedad del que podría del actual ´Watergate 2.0.´, hace falta remontarse casi medio siglo, cuando la comisión del Senado que investigó las manipulaciones y corrupciones perpetradas por el ejecutivo de Nixon presentó la pieza clave de sus indagaciones: una grabación en la que se oía a Nixon dar instrucciones precisas para amañar las primarias demócratas.
Fue esa ´pistola humeante´ la que precipitó el principio del fin para Nixon. Cincuenta años después, la duda se cierne sobre la capacidad de los investigadores del Congreso de encontrar esa ´smoking gun´ o prueba irrefutable que implique al expresidente Trump en una conspiración sediciosa y garantice un procedimiento judicial adecuado. "La historia de Watergate es que los republicanos se vuelven contra Nixon en masa, mientras que hoy vemos un Partido Republicano alineado completamente con el expresidente y que se niega a ver que la insurrección está conectada con Trump” recuerda por su parte el experto de la Universidad de Rice.
A lo que Graff añade que el Watergate comenzó con los republicanos cerrando filas en torno al presidente Richard Nixon y con unas audiencias que no llevaron "a una conclusión inevitable". En el caso de Trump, la conclusión de que se involucró en un comportamiento corrupto y posiblemente criminal ha sido asombrosamente obvia al menos desde noviembre de 2020, si no antes. Es precisamente esa certeza, junto con la negativa flagrante de millones de personas a aceptar esa realidad, la que según el historiador definirá los límites de lo que puede lograr el comité del 6 de enero.
¿Fin del excepcionalismo americano?
Un tema que preocupa en los círculos políticos y académicos estadounidenses es la posibilidad de que la versión del Watergate de Trump ponga punto y final al excepcionalismo americano. En esa línea van por ejemplo las reflexiones de Walter Shapiro, miembro del Centro Brennan para la Justicia y profesor de ciencias políticas en Yale. En un reciente artículo para The New Republic, el comentarista político busca entender si lo que “motivó a miles de conciudadanos a luchar contra los agentes de policía que protegen el Capitolio - acciones que asocio con los camisas pardas que intentaban derrocar a la República de Weimar, no a la América del siglo XXI” puede considerarse como un reflejo de la trayectoria de Estados Unidos desde que Lee Harvey Oswald asesinara al entonces presidente John F. Kennedy.
Shapiro alerta de que el asalto al Capitolio podría suponer el fín del excepcionalismo americano: “El asesinato y la insurrección no se pueden atribuir a enemigos extranjeros o al terrible alcance de un virus fuera de control. La responsabilidad es nuestra, del pueblo estadounidense, y dan forma a nuestra historia nacional. Se suponía que los golpes y las insurrecciones eran cosa de repúblicas bananeras y tierras lejanas. La transferencia pacífica del poder forma parte de lo que hace que Estados Unidos fuera reverenciado como la democracia líder en el mundo.”
De manera similar compartía su estupor y decepción Richard Haass, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores, quien un día después de ser testigo del asalto al Capitolio, tuiteó cómo los fatídicos acontecimientos resultaron ser “demasiado para la transferencia pacífica del poder y el excepcionalismo estadounidense”.