Seguir al pie de la letra las instrucciones del Kremlin en esta guerra es muy complicado. Más que nada porque dichas instrucciones no dejan de variar según quién salga a hacer declaraciones. La semana pasada, el presidente Putin afirmaba "que aún no habían hecho nada especial" en Ucrania, incidiendo en la tesis de que esto no es una guerra sino una "operación militar" en la que Rusia se estaría involucrando lo justo, como apoyo a las milicias del este y a los rebeldes del sur. Una manera de completar lo que se inició en 2014.
Lo que pasa es que una cosa es lo que dice Putin y otra es lo que dicen sus subordinados, llevados por el ansia de agradar al líder. Tanto María Zajarova, portavoz de la diplomacia rusa, como Alexander Lukashenko, presidente de Bielorrusia, coincidieron este martes en afirmar, de forma independiente, que Washington estaba colocando al planeta al borde de un enfrentamiento nuclear. ¿Cómo está haciendo eso Washington si no hay guerra alguna en Ucrania? ¿Cómo lo está haciendo si, de haberla, la estaría ganando claramente Rusia?
Ese es el rompecabezas al que tienen que enfrentarse los milbloggers rusos casi desde el inicio de la guerra. Poner orden a todas las afirmaciones oficiales para que tengan un sentido que se pueda vender para consumo propio y ajeno.
Estos milbloggers, expertos militares o simplemente influencers rusos con sus canales de Telegram o de YouTube y sus páginas web dedicadas a justificar cada movimiento de Rusia y sus aliados en Ucrania, son una fuente de información clave para seguir el conflicto. Obviamente, en la mayoría de los casos son poco más que "la voz de su amo". Ahora bien, como el amo tiene tantas voces, siempre es interesante acudir a ellos y comparar lo que dicen entre sí, para intentar averiguar algo parecido a la verdad.
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De hecho, hay ocasiones en las que incluso los milbloggers se cansan. Ocasiones en las que se dejan llevar por sus sentimientos -algunos tienen amigos o familiares en el frente, otros tienen un convencimiento auténtico de que la Madre Patria debe triunfar sea como sea- y se muestran críticos con determinadas maniobras del ejército ruso. Es algo esporádico y peligroso, por supuesto, pues puede llevarlos a la cárcel, pero sucede. Por ejemplo, sucedió cuando las tropas rusas intentaron cruzar el río Siverski Donets a la altura de Bilohorivka a mediados de mayo y se dejaron decenas de blindados por el camino.
La reunión con Putin y la amenaza de cierre
Ese suceso marcó un antes y un después. Las críticas fueron tan severas que el propio Ministerio de Defensa empezó a dudar si esta arma propagandística no se le estaba yendo de las manos. Los milbloggers no son prensa tradicional, no es tan fácil manejarlos o regularlos. Cierras un canal y abren dos de golpe. Aunque filtres información sensible a los que tienen cientos de miles de seguidores y les indiques cómo tienen que enfocar cada tema, siempre habrá alguien que se salga del rebaño, aunque sea por puro despiste o por afán de "ayudar" a las tropas destinadas en el país vecino.
Las noticias de estas críticas debieron de llegar al propio Vladimir Putin, pues, según informa el Institute for the Study of War, el presidente ruso tuvo una reunión privada con escogidos corresponsales de guerra; algunos de ellos, periodistas y otros, simples propagandistas en redes sociales. Si la reunión pretendía ser un tirón de orejas o simplemente un intento de congraciarse por las buenas, no lo sabemos. Según el think tank estadounidense, dicha reunión habría tenido lugar en San Petersburgo el 17 de junio, coincidiendo con el Foro Económico Internacional.
Recordemos que ahí fue donde Putin dio por finiquitado el mundo unipolar con Estados Unidos como única referencia. Una semana después, amenazaría con "convertir en cenizas" a Europa. Hablamos de una fase especialmente agresiva de su retórica. Según comenta el usuario Rybar en su canal de Telegram (medio millón de seguidores), el encuentro acabó calentándose y alguno de los corresponsales habló con excesiva franqueza sobre lo que estaba viendo en el frente. Eso no le gustó a Putin. Y mucho menos al ministro de defensa, Sergei Shoigú.
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Desde entonces, según apunta el propio Rybar, pende la amenaza sobre todos estos canales de Telegram. Rusia podría cortar directamente el acceso a la aplicación o proceder a investigaciones y detenciones para amedrentar al resto de usuarios. ¿Por qué estaría tan interesado el Kremlin en cortar lo que, en principio y mayoritariamente, es una herramienta de propaganda? ¿Solo por sus críticas esporádicas y su capacidad (rara vez utilizada) para salirse del relato oficial? Bueno, eso influye y mucho, pero hay algo más… y obviamente tiene que ver con el enemigo.
La propaganda como fuente de información
La prensa mayoritaria rusa ha basado su cobertura del conflicto en tres premisas: no hay guerra en Ucrania y desde luego no hay invasión. Lo que sí hay es una operación para luchar contra el nazismo y proteger a los que ya se habían levantado en armas en 2014, que, en el fondo, no dejan de ser rusos en territorios de tradición prorrusa.
Una operación que, por supuesto, Rusia está ganando sin mayores problemas porque tiene el mejor ejército del mundo y unos estrategas que no admiten comparación. En tercer lugar, si Estados Unidos decide ayudar a Ucrania lo hace solo por un ansia imperialista injustificado, por el odio a todo lo ruso… y porque está deseando que empiece una III Guerra Mundial con armas nucleares. Guerra que, de llegar, también ganará Rusia y sin poner víctimas de su lado.
Las redes sociales se están convirtiendo en una fuente de referencia para muchos medios occidentales
Es difícil encontrar un programa de televisión o de radio que se salga de estos tres puntos, una mezcla de arrogancia y matonismo. Ahora bien, las redes sociales son otra historia. Las redes sociales informan o desinforman, pero dan detalles. Y en pleno fervor nacionalista, están saliendo de debajo de las piedras los que quieren informar sobre la victoria rusa en Ucrania. El problema no es solo que el número les haga incontrolables y, desde luego, haga incontrolables a sus seguidores, sino que se han convertido en una fuente de referencia para muchos medios occidentales, entre otros el propio Institute for the Study of War.
Los milbloggers, dentro de su dialéctica apasionada, exagerada y con muy poco interés por la rigurosidad, dejan muchas pistas al observador sagaz. Si uno no sabe bien cómo van los avances sobre Siversk, basta con echar la tarde en Telegram: ¿Qué está publicando Rybar? ¿Qué está publicando War Gonzo? ¿Hay alguna imagen o algún vídeo representativo en la cuenta de Starshe Eddy o en la de Vlad Tatarski o en la del muy popular (2,1 millones de seguidores) Yuri Podolyaka?
Cuando desinformar no consigue dividir
Más allá de que puedan ser críticos con el Kremlin, el problema que suponen estos analistas -algunos de salón, otros sobre el terreno- es que, en su afán por publicar más información que los demás, acaban compartiendo esa información con Occidente. A Rusia le interesa la oscuridad y el silencio. A partir de la oscuridad y el silencio, la propaganda es mucho más fácil porque no se puede contrastar. Si cada uno va ahí con su cámara a publicar lo primero que se encuentra, empiezan los problemas.
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Dicho queda que la idea de admitir a estos influencers militares entre las unidades rusas y de potenciar en redes sus canales era ganar espacio en la opinión pública occidental y contrarrestar las informaciones contrarias a Putin y su ejército. No está claro que haya salido bien. Ya sabemos que es una táctica que Rusia ha utilizado repetidas veces: desinformar para confundir y confundir para dividir, pero en este caso no se aprecia dicha división y no está claro que compense.
Si la amenaza del ministerio de defensa se cumple, nos quedaremos sin buena parte del ruido que acompaña esta guerra desde el inicio… pero también sin una información vital. El propio ISW reconoce que no podrá hacer el mismo seguimiento. No dejaría de ser curioso que Rusia actuara contra su propia propaganda, pero, en general, Rusia parece bastante perdida, así que, visto lo visto, cualquier cosa es posible.
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