Cientos de ciudadanos rusos asistieron ayer martes al funeral de Darya Dugina, la hija del filósofo ruso Aleksandr Dugin, asesinada el pasado domingo tras estallar una bomba en el coche que conducía. Al funeral han asistido también docenas de políticos y empresarios rusos afines al régimen de Vladímir Putin. Muchos de ellos han clamado por una victoria en Ucrania que vengue la muerte de Dugina.
Es el caso de Leonid Slutsky, líder del Partido Liberal-Demócrata, de ideología fuertemente nacionalista, que ha llamado a la unidad de los rusos con un eslogan que algunos medios han relacionado con el lema nazi de "un pueblo, un imperio, un líder": "Sin importar cuál sea nuestro partido político, nuestra fe o nuestra edad, sólo podemos afrontar esto de una manera: un país, un presidente, una victoria".
Espoleadas por el asesinato de Dugina, las televisiones y los medios afines al Kremlin se han llenado de llamadas a la victoria en Ucrania. El comentarista político Alexei Mukhin ha llegado a calificar a la hija de Dugin, de 29 años, como "la Juana de Arco rusa".
La conversión de Dugina en martir de la "causa" ha sido prácticamente inmediata y ha llevado a Kiev a prepararse para una posible oleada de nuevos ataques rusos este miércoles, coincidiendo con el día de la independencia de Ucrania.
Teorías conspirativas
El extraño asesinato de Dugina generó de inmediato docenas de tesis conspirativas. Un atentado de falsa bandera ruso, una acción terrorista de los servicios secretos ucranianos, una venganza de la bratvá (la mafia rusa) e incluso un aviso a navegantes del MI6 fueron algunas de las teorías esgrimidas durante esas primeras horas.
La singularidad de la víctima escogida por los asesinos fue lo que espoleó esas teorías. Hoy sigue sin estar claro si ese objetivo era la propia Darya Dugina, su padre o ambos. Pero ninguno de los dos, por viscerales que fueran sus opiniones sobre la invasión de Ucrania, podrían ser considerados como algo más que objetivos de segundo nivel por los servicios secretos o los terroristas de una potencia extranjera.
Aleksandr Dugin, sí, es el principal ideólogo del euroasianismo y del neoimperialismo ruso. Pero su influencia en Vladímir Putin es relativa y similar a la que pueda tener cualquier académico o intelectual occidental en el Gobierno de su país. Dugin no era, en resumen, un insider del Kremlin.
Como tampoco lo era su hija, una politóloga y comentarista política tan o incluso más virulenta que su padre (llegó a calificar a los ucranianos de "subhumanos que deben ser conquistados"), pero cuyo peso político, social e intelectual en Rusia era casi irrelevante.
"Los británicos, en absoluto. Los ucranianos, muy difícil. Yo pondría al Kremlin el primero en la lista de sospechosos, por delante de la mafia rusa" afirma un analista consultado por EL ESPAÑOL. Algo en lo que coinciden muchos de los especialistas de los principales medios internacionales.
Y, de hecho, el único motivo razonable por el que los servicios secretos ucranianos o de cualquier otro país podrían haberse centrado en Dugin y su hija es, precisamente, su condición de víctimas "accesibles". Mucho más, desde luego, que otros elementos del régimen cuya responsabilidad en la invasión de Ucrania es infinitamente mayor.
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La rapidez con la que el Servicio Federal de Seguridad (FSB) ruso ha identificado a una presunta culpable del atentado también ha levantado sospechas en el resto del mundo. En primer lugar, por la sorprendente eficacia de un FSB que ha demostrado una soberbia incapacidad en el pasado para dar con los culpables de otros crímenes notorios sucedidos en Rusia y con obvias connotaciones políticas, entre ellos el de algunos opositores al régimen de Putin.
En segundo lugar, por la identidad de la responsable. Natalia Vovk Pavlova, una mujer de 43 años nacida en Ucrania en 1979, supuesta integrante del batallón Azov.
La presunta terrorista, según el FSB, habría entrado en Rusia en julio junto a su hija de doce años en su propio coche, un Mini Cooper al que habría cambiado la matrícula con frecuencia. Después habría rastreado y localizado al objetivo, construido una bomba, la habría colocado en el coche de Darya Dugina, lo habría detonado y luego habría conseguido escapar del país sin ser detenida por las fuerzas de seguridad rusas.
Las redes sociales ucranianas y afines a Kiev no han tardado en analizar hasta el último detalle de las informaciones hechas públicas por el FSB, entre ellas el documento de identidad de Natalia Vovk Pavlova. Algunas han identificado ya las pruebas de una manipulación digital no demasiado profesional.
Otros medios han recordado que Andrej Sergeevich Vovk, el marido de la sospechosa, fue uno de los organizadores del referéndum de independencia de 2014 en la región ucraniana de Donetsk.
Por si la confusión fuera poca, un antiguo miembro de la Duma rusa, el opositor Ilya Ponomarev, refugiado en Kiev tras ser expulsado del país, afirmó este mismo domingo que el responsable del atentado era un grupo de partisanos contrarios a la política del Kremlin llamado National Republican Army, un nombre sorprendentemente genérico para un grupo de estas características. El hecho de que no haya mayor prueba de la existencia de este grupo ha hecho que la mayoría de los analistas descarten la tesis de Ponomarev y la consideren como poco más que una operación de propaganda personal.
Por su parte, Oleksii Danilov, el secretario del Consejo Nacional de Seguridad y Defensa ucranio, ha afirmado que este ha sido sólo el primero de los atentados que perpetrará el FSB para recuperar el apoyo de los ciudadanos rusos a la invasión de Ucrania. Según Danilov, "el apoyo a la guerra está cayendo en Rusia", lo que hace que "el Kremlin necesite la movilización pública". "Se espera que el FSB organice una serie de ataques terroristas en ciudades rusas con un gran número de víctimas entre la población civil. Dugina es la primera de la serie" ha dicho también el secretario de Seguridad.
Por el momento, los únicos que parecen haber creído a pies juntillas la tesis del Kremlin sobre la supuesta asesina de Darya Dugina son los nacionalistas rusos. Y entre ellos el propio Dugin, que ha afirmado que "los corazones del pueblo ruso" anhelan "algo más" que "venganza o retribución".
"Si su trágica muerte ha conmovido a alguien, debe servir para defender la sagrada ortodoxia rusa, el pueblo y la patria" ha añadido luego el filósofo. "Ha muerto por Rusia, en la madre patria y en el frente de batalla, que no está en Ucrania, sino aquí".
Pero tampoco la teoría del atentado de falsa bandera parece tener demasiada lógica, al menos desde un punto de vista "occidental".
Porque el Kremlin no parece necesitar mayores excusas para incrementar la presión sobre Ucrania o para continuar con la invasión. Porque la única molestia que Dugin y su hija podían representar para el Kremlin era, precisamente, su exigencia de una mayor dureza contra los ucranianos (y eso suponiendo que la intención de Putin sea desescalar el conflicto, algo a lo que desde luego no contribuye un atentado en el corazón del país).
Pero, sobre todo, porque un atentado como este sólo demuestra la incapacidad de las fuerzas de seguridad rusas para controlar lo que ocurre dentro de sus propias fronteras.
Y eso es mala propaganda para Putin en un momento en el que lo que menos le conviene al presidente ruso es, precisamente, mostrar debilidad.