Aunque vayan quedando lejos en el tiempo, los meses de mayo y junio fueron especialmente duros para las tropas ucranianas en el Donbás. Por un momento, dio la sensación de que todo el frente este se derrumbaba. Tras meses resistiendo las embestidas rusas, Ucrania perdía en pocas semanas los enclaves de Sviatohirsk, Bilohorivka, Popasna, Sievierodonetsk y Lisichansk. El control sobre la autopista T1302 se convertía en la clave de la resistencia local.
Dicha autopista tenía, y tiene, como punto de llegada la ciudad de Artemivsk, conocida hasta 2016 por el nombre de Bakhmut. Hablamos de una ciudad de unos 70.000 habitantes antes de la guerra, de los cuales la inmensa mayoría ya han huido hacia el oeste. Aunque perteneciente a la provincia de Donetsk, su condición de ciudad fronteriza con Lugansk hacía que los rusos pudieran atacar a la vez desde el norte, siguiendo la citada T1302 y dejando atrás Lisichansk y Bilohorivka, y desde el este, avanzando desde Popasna. Todo parecía preparado para la pinza final que acabara con la ciudad en manos invasoras y dejara Sloviansk y Kramatorsk como únicos grandes centros urbanos bajo control de la administración Zelenski en todo el Donbás.
De aquello han pasado ya casi cinco meses. Cinco meses en los que Rusia ha visto cómo perdía la iniciativa gracias a la llegada de los HIMARS y, con el final del verano y la llegada del otoño, perdía también importantes porciones de territorio en el noreste de Járkov y la orilla norte del río Dniéper en Jersón. Ha visto cómo sus tropas se veían superadas en número y se tenía que recurrir a una movilización parcial de reservistas y ha visto, por último, cómo los ucranianos volvían a entrar en la provincia de Lugansk y se aproximaban a las ciudades de Kreminna y Svatove. Incluso la T1302 vuelve a estar en disputa, con intensas luchas en torno a la ciudad de Bilohorivka. Curiosamente, nada de esto ha variado la estrategia sobre Bakhmut y ahí siguen los rusos dándose contra el muro.
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"La locura del mando ruso"
Es un movimiento difícil de entender. En rigor, Bakhmut, ahora mismo, no es un lugar estratégicamente importante. No a expensas, desde luego, de sacrificar tropas y recursos en otros frentes. El propio Volodimir Zelenski se ha expresado al respecto en estos términos: "En Bakhmut es donde la locura del mando ruso se hace más evidente: día tras día, durante meses, están mandando a sus hombres a morir allí, concentrando la gran parte de sus ataques de artillería".
Aunque no haya tenido el mismo eco mediático que otras batallas de esta guerra, como las de Mariúpol, Mikolaiv o Sievierodonetsk, la de Bakhmut es, de lejos, la más larga. Es imposible calcular los destrozos en la ciudad ni el número de hombres que han caído en ambos bandos. Todo, para avanzar unos pocos kilómetros y seguir a las puertas de una ciudad que resiste todos los ataques. El empeño del ejército ruso por tomar una ciudad sin gran relevancia es insólito y en buena manera incomprensible. Incluso aunque acabaran consiguiendo su objetivo, solo encontrarían un montón de piedras chamuscadas en una ciudad sin agua potable ni electricidad y aislada del resto de posiciones.
Tal vez la respuesta a tanto desperdicio de vidas y de munición haya que buscarla en las altas esferas políticas y no en las militares: Bakhmut no es tanto un objetivo innegociable para el Kremlin… sino para el Grupo Wagner, dirigido por el omnipresente Eugeni Prigozhin. Prigozhin, que no dudó tras los reveses de Járkov en criticar al ministro de defensa, Sergei Shoigú, y al que se tiene como un poder paralelo en la sombra junto al líder checheno Ramzan Kadírov, se juega su prestigio y el de sus unidades de paramilitares: si son capaces de recuperar terreno mientras las tropas de Shoigú no hacen sino retroceder, su influencia sobre Putin no hará sino seguir creciendo.
Un chollo para Ucrania
Ahora bien, de momento el efecto está siendo el contrario. El Grupo Wagner, famoso por sus intervenciones en África y, sobre todo, en la guerra de Siria, siempre defendiendo los intereses de Rusia y de sus aliados, no está demostrando en la práctica una eficacia mayor que la de los regulares del ejército. Es posible que tengan mejores armas y mejores equipos, lo que sin duda les vendrá muy bien cuando llegue lo más frío del invierno, pero, por lo demás, la concentración de hombres en ese punto debería exigir algo más que mínimos avances. El pueblo ruso pide una victoria con mayúsculas y aunque no está claro que Bakhmut pueda responder a ese perfil, el caso es que ni siquiera se está consiguiendo.
Desde el punto de vista ucraniano, aunque la preocupación de Zelenski es lógica -imaginen que Francia invade España y se dedica a bombardear y masacrar Guadalajara durante cinco meses, sin piedad-, en términos puramente bélicos, el empeño ruso en Bakhmut es una golosina. Su defensa no ha sido incompatible con un avance sólido en otros dos frentes a la vez, es decir, no ha supuesto hasta ahora un problema de efectivos. Si lo que pretendía Prigozhin era fijar tropas allí para que no se utilizaran en otros lados, no parece que ahí esté teniendo tampoco ningún éxito.
Por lo demás, sí parece que la línea de defensa Svatove-Kreminna está funcionando aceptablemente. Sea por la llegada de reservistas o sea porque los daños a infraestructuras básicas con los distintos bombardeos han sido mayores de los reconocidos, Ucrania ha detenido sus avances tanto en el Donbás como en las provincias de Jersón y Zaporiyia. Las últimas noticias hablan del desalojo de la administración prorrusa de Jersón capital, pero los soldados no se mueven de sus posiciones y las órdenes de defender la ciudad son claras.
Da la sensación de que ambas partes se están tomando un respiro, preparando sus unidades para el frío, el gran factor que marcará la siguiente fase. Mientras tanto, la propaganda no deja de azuzar con sus amenazas nucleares y sus incitaciones al genocidio. Hoy mismo, Vladimir Putin insistía en que "el único garante de la independencia de Ucrania es Rusia", demostrando que la negociación no entra en sus cálculos. Ucrania será rusa o no será. Los puntos medios no están ahora mismo sobre el tapete.
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