Ante una marea roja de simpatizantes que le aguardan desde hace horas, el dirigente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva se ha convertido este domingo de nuevo en presidente de Brasil. En una toma de posesión multitudinaria que comenzó en la Catedral de Brasilia, Da Silva ha consumado un anticipado regreso sin los trámites protocolarios correspondientes, pues Jair Bolsonaro, que tenía que marcar la nueva era del país dándole la banda presidencial a su rival, ha huido a Florida. 

Junto a su esposa, Rosângela "Janja" da Silva y el vicepresidente electo, Geraldo Alckmin, Lula subió a un Rolls Royce Silver Wraith sin capota en el que ha recorrido unos dos kilómetros hasta la sede del Parlamento, donde ha prestado juramento frente a todo el poder político nacional y delegaciones de medio centenar de países.

"Prometo mantener, defender y cumplir la Constitución, observar las leyes, promover el bien general del pueblo", ha declarado el nuevo gobernante, quien hace cuatro estaba en prisión condenado por supuesta corrupción en unos juicios luego anulados por la Corte Suprema.

"Sobre estas terribles ruinas asumo el compromiso de, junto con el pueblo brasileño, reconstruir el país y hacer nuevamente un Brasil de todos y para todos", ha afirmado el líder progresista. Lula ha señalado que su equipo de transición hizo un diagnóstico de las cuentas públicas y se encontró con un panorama "atroz".



"Vaciaron los recursos de la Sanidad. Desmantelaron la Educación, la Cultura, la Ciencia y la Tecnología. Destruyeron la protección del medio ambiente. No dejaron recursos para comidas escolares, vacunación o seguridad pública", ha enumerado.

Lula da Silva acompañado por su esposa, Rosângela "Janja" da Silva, su vicepresidente Geraldo Alkmin, y su esposa, Maria Lúcia Ribeiro. Reuters

El nuevo presidente de Brasil ha celebrado la "victoria de la democracia" que le permitió ganar las elecciones de octubre a pesar de las "amenazas" de la ultraderecha, que aún no acepta su triunfo. "Si estamos aquí es gracias a la conciencia política de la sociedad brasileña", ha declarado.

"Fue la democracia la gran victoriosa", que "superó" las "más violentas amenazas a la libertad del voto", ha apostillado en relación a la campaña de desprestigio que tejió su rival, Bolsonaro, durante las elecciones.

También ha prometido "rescatar" del hambre a 33 millones de personas y de la pobreza, a 100 millones de personas, casi la mitad de la población del país. "Nuestras primeras acciones apuntan a rescatar del hambre a 33 millones de personas y rescatar de la pobreza a más de 100 millones de brasileñas y brasileños, que soportaron la más dura carga del proyecto de destrucción nacional que hoy se cierra", ha dicho.

También ha habido una alusión a la política medioambiental tan abandonada por su antecesor, en la que Lula ha abogado por acabar con la deforestación ilegal en la Amazonia y proteger a los pueblos indígenas."No podemos admitir que (la Amazonía) sea una tierra sin ley, no vamos a tolerar la degradación del medioambiente que tanto mal ha hecho a nuestro país", ha afirmado el líder del Partido de los Trabajadores.

Lula da Silva jura su cargo como presidente de Brasil en el Parlamento. Reuters

En el comienzo de la sesión en el Parlamento se guardó un minuto de silencio en honor del exfutbolista Pelé y del papa emérito Benedicto XVI, fallecidos en los últimos días. Lula, el primer político brasileño que llega tres veces al poder, ha firmado con el mismo bolígrafo que empleó en 2003 para jurar su cargo como presidente.

Arropado tras su llegada con vítores que entonaban un "oe, oe, oe, oe, oa, Lula, Lula", el presidente electo ha pronunciado su primer discurso como mandatario para después dirigirse al Palacio de Planalto, sede del Gobierno, donde saludará a la multitud congregada en la Explanada. Las ceremonias oficiales concluirán con una recepción que será ofrecida por Lula a las delegaciones extranjeras en el Palacio de Itamaraty, sede de la cancillería, situada a unos quinientos metros de la sede de Gobierno.

La ceremonia de toma de posesión, celebrada en medio de una vasta operación policial, ha movilizado a unos 15.000 agentes de todos los cuerpos de seguridad del Estado, debido a las amenazas de grupos violentos de la extrema derecha bolsonarista que no reconocen la victoria de Da Silva.

No en vano, antes de la toma de posesión, la policía brasileña ha detenido a un hombre con un artefacto explosivo y un cuchillo que quería entrar a la explanada en la que se está desarrollando el evento, tal y como han informado a Reuters los miembros de la policía militar del país.

El suceso, que ha quedado en un susto, confirma las sospechas previas que pedían a Lula tomar precauciones de seguridad en su discurso. Le pedían que llevara un chaleco antibalas para evitar cualquier susto, pero el presidente electo se ha negado. Tampoco llevaba protección el Rolls Royce con el que ha recorrido la explanada de Brasilia que desemboca en la sede del Parlamento. Lula ha querido demostrar en todo momento su confianza en el pueblo brasileño, el que ha votado, y confirmar que, ante todo, es un hombre de masas.

Los actos se concentran en la Explanada de los Ministerios, una avenida donde se sitúan todos los edificios del poder público nacional. Desde horas antes de la ceremonia, en la Explanada se celebra el llamado Festival del Futuro, un concierto que reúne a medio centenar de artistas populares y cuyo telón se prevé que bajará ya entrada la madrugada del lunes.

Tercer mandato

Lula estuvo en el poder durante dos períodos consecutivos, entre 2003 y 2010, y regresa a la Presidencia a los 77 años y tras una durísima campaña electoral en la que derrotó en segunda vuelta y por escasos 1,8 puntos porcentuales al ultraderechista Jair Bolsonaro, quien este viernes partió inesperadamente hacia Estados Unidos, según informa Efe. 

La vuelta de Lula al poder ha generado una gran expectación en el mundo y su toma de posesión ha contado con la mayor representación extranjera vista hasta hoy en una investidura en Brasil, único país en el que los mandatarios asumen en una fecha tan incómoda como el 1 de enero.

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Serán en total delegaciones de medio centenar de países que incluyen a veinte jefes de Estado y de Gobierno, encabezados por el rey de España y los líderes de Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay, Uruguay, así como los presidentes de Alemania y Portugal.

Enfrentarse a la polarización

En términos políticos, Lula estará obligado a atender a una ciudadanía que está dividida, en la medida en que su victoria en las últimas elecciones no fue tan abultada como cabía esperarse y hubo menos de dos puntos de diferencia con Bolsonaro. De hecho, el mandatario saliente obtuvo 58,2 millones de votos, más de los logrados cuatro años antes.

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Bolsonaro, que no reconoce la victoria de Lula, ha enarbolado una intensa campaña al abandonar el país y partir hacia Orlando (Estados Unidos), donde, según sus allegados, pretende permanecer unos tres meses. Después de 60 días de silencio casi absoluto, pidió a los suyos que mantengan una dura oposición al "comunismo".

Lula ha prometido que, en los primeros compases de su mandato, tomará medidas contra quienes siguen negándose a reconocer su victoria, en un momento en que sigue habiendo grupos de 'bolsonaristas' reclamando frente a los cuarteles una potencial intervención de las Fuerzas Armadas. 

Ha conformado un gobierno multipartidista, aunque reserva para el Partido de los Trabajadores (PT) puestos clave, y con mayor presencia de mujeres, si bien dista mucho de ser paritario ya que la balanza sigue decantándose del lado de los hombres con 26 puestos a once.

Lula ya ha comenzado a dejar claro que, en el ámbito internacional, también marcará distancias con su predecesor, aliado del expresidente Donald Trump y crítico con el multilateralismo. Bolsonaro se quedó prácticamente sólo a nivel mundial durante la pandemia, criticando las restricciones y difundiendo bulos sanitarios.

Lula Da Silva.