La escalada de tensión en torno a Corea del Norte alcanza uno de sus picos más altos, después de que un comité del partido gubernamental presidido por el mandatario Kim Jong-un haya decidido tomar "medidas importantes, prácticas" de disuasión bélica. Tal y como advirtió hace varios días, cualquier movimiento para derribar uno de los misiles de prueba (norcoreanos) se consideraría una "declaración de guerra y se culparía al ejército militar conjunto de Estados Unidos y Corea del Sur".
Entre los armamentos con los que el líder norcoreano está practicando en los últimos meses se encuentran misiles balísticos intercontinentales (ICBM) Hwasong-15, el segundo con mayor alcance potencial de su arsenal; misiles de crucero estratégicos e incluso armamento nuclear.
Por su parte, Estados Unidos y Corea del Sur planean realizar ejercicios militares a gran escala en la zona entre los días 13 al 23 de marzo. La denominada operación "Freedom Shield" que busca reforzar la "postura de defensa conjunta frente a la amenaza nuclear de Corea del Norte" ha provocado la reacción desde Pyongyang que ha amenazado con convertir el Océano Pacífico en "un campo de tiro".
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Entre los simulacros se incluye el entrenamiento al aire libre de movimientos cojuntos a gran escala, como aterrizajes, para reflejar "entornos de seguridad adaptados" a los avances norcoreanos en materia nuclear y de misiles. "Está claro que los misiles de Corea del Norte son lo suficientemente potentes como para cubrir el alcance de un misil balístico intercontinental", indicó Lee Byong-chui, experto en proliferación nuclear del Instituto de Estudios del Lejano Oriente de la Universidad de Kyungnam en Seúl, al New York Times.
“No hay cambio en nuestra voluntad de hacer que los peores maníacos que escalan las tensiones paguen el precio por su acción”. A pesar de la amenaza lanzada por la hermana de Kim, Kim Yo-Jong, de tomar represalias contra los simulacros conjuntos tanto los estadounidenses como los surcoreanos han seguido adelante.
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Esta práctica en el país asiático se vio reducida durante el mandato del presidente estadounidense Donald Trump, quien esperaba que su postura facilitara sus relaciones y negociaciones en materia nuclear con su homólogo de Corea del Norte. Sin embargo, después de tres reuniones no se consiguió reducir el programa implantado por Kim Jong-un, quien al contrario, incrementó su fuerza y tamaño a medida que la diplomacia en persona se fue disipando.
Durante años, Corea del Norte ha advertido de que la realización de ejercicios conjuntos es el preludio de una invasión y de una guerra nuclear. En el mes de febrero probó un misil balístico intercontinental diseñado para lanzar una ojiva nuclear sobre el territorio estadounidense, un día después de advertirle con "contrarreacciones fuertes y persistentes sin precedentes" en caso de continuar con sus ejercicios con Seúl.
A este grupo de coalición se suma Japón, el enemigo histórico de Corea del Norte, quien también ha visto de cerca las pruebas armamentísticas de los norcoreanos.