Agencias

Alemania ha apagado este domingo sus últimos tres reactores nucleares. Este acto ha sido el adiós definitivo a este tipo de energía en el país europeo. Y se produce en un momento de grandes controversias por la decisión: con la guerra de Ucrania y la reciente crisis energética, el debate y la polarización social se han extremado.



La decisión fue impulsada por el Gobierno conservador de Ángela Merkel en 2011, tras la catástrofe de Fukushima. Se aprobó por una amplia mayoría en el Parlamento alemán -con 513 votos a favor y 79 en contra-, pero la incertidumbre provocada por la guerra de Ucrania ha reabierto el debate sobre una forma de energía que hasta este sábado generaba el 5% de la electricidad consumida en Alemania.



Inicialmente prevista para el 31 de diciembre de 2022, el Ejecutivo presidido por el socialdemócrata Olaf Scholz retrasó la desconexión de los últimos tres reactores -Isar 2, Neckarwesthiem 2 y Emsland- en tres meses, después de que los test de estrés a los que fue sometido el sistema eléctrico revelaran vulnerabilidades de cara al invierno.

No obstante, ya en la recta final del apagado, las organizaciones de la industria alemana han alertado de las posibles consecuencias para un sector castigado por el elevado coste de la electricidad, mientras que la oposición democristiana -al igual que los socios de Gobierno liberales- han propuesto diversas fórmulas para diferir la desconexión de los reactores.



Al mismo tiempo, una veintena de científicos, entre ellos dos premios Nobel, apelaron el sábado a mantener en funcionamiento las últimas tres centrales para alcanzar los objetivos climáticos, ante la subida de las emisiones de CO2 ocasionada por el mayor consumo de carbón el año pasado, mientras que una encuesta encargada por la televisión pública ARD reveló que el 59% de los alemanes rechaza ahora mismo el abandono de la energía nuclear.

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En declaraciones a Efe, el experto en el mercado energético Jonas Egerer explicó que la situación actual se debe en parte a que tras 2011 el Gobierno no tomó medidas para una transición hacia un sistema totalmente renovable, sino que concibió las centrales de gas como tecnología puente a largo plazo para el suministro eléctrico, con lo que se aceptó una creciente dependencia del gas ruso.



El docente de la Universidad Friedrich-Alexander de Erlangen-Nürnberg señala que la decisión de última hora de prorrogar la vida de los reactores durante tres meses se debió en particular al bajo rendimiento de las centrales hidroeléctricas en 2022 y a los problemas de nucleares francesas, pero a su juicio, "con los preparativos adecuados" no existe un riesgo para el abastecimiento de cara al próximo invierno.

No obstante, advirtió de que, en determinados escenarios, sobre todo si el gas se vuelve a encarecer, la reducción de la oferta podría impulsar los precios de la electricidad en el mercado mayorista alemán, con lo que el coste final y el uso adicional de energías fósiles "podría variar fuertemente en base a diversos factores marco".



La experta energética Anke Herold se mostraba más confiada en declaraciones a Efe: "En general el suministro eléctrico en Alemania en 2023 es muy seguro y la producción que se pierde por las centrales nucleares puede ser compensada sin problema".

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"Tampoco es probable que las emisiones de gases de efecto invernadero aumenten otra vez en Alemania como el año pasado, ya que la compensación se realizará sobre todo en base a energías renovables", agregó a Efe la directora del centro de investigación independiente Öko-Institut.



Los tres reactores todavía en activo generaron en 2022 un total de 33 teravatios/hora, indica, y ese año las plantas eólicas y fotovoltaicas de nueva instalación produjeron 20 teravatios/hora adicionales, a los que se sumarán en 2023 otros 13, con lo que terminará de cerrarse el hueco dejado por la energía nuclear.

Además, Herold argumenta que el superávit en la producción de electricidad en 2022, de 26,3 teravatios/hora, casi igualó el volumen generado por los tres reactores, y, por si fuera poco, en caso de necesidad, las centrales que funcionan con combustibles fósiles cuentan con amplias capacidades que no se están empleando en la actualidad.

Caminos opuestos en los demás países de la UE

Otros países de la Unión Europea como Bulgaria, Hungría o las repúblicas bálticas han tomados caminos opuestos en este sentido. En el primer ejemplo, la energía nuclear cubre hasta el 40% de su demanda eléctrica con los dos reactores de la central de Kozloduy, construida con tecnología soviética en la década de 1970. Tienen una potencia de 1.000 MW cada uno.



De momento, sólo pueden funcionar con combustible ruso, cuyo suministro está en peligro por las potenciales sanciones contra Rusia tras su agresión contra Ucrania, aunque se cree que la planta tiene reservas de combustible hasta 2025. En diciembre de 2022, Bulgaria firmó con la empresa estadounidense Westinghouse un acuerdo para que a partir del año que viene le suministre ese combustible. Además, el pasado marzo, la planta firmó un memorándum con esa compañía sobre la posible construcción de, al menos, un reactor.

Hungría también se debe a esta energía. La planta de Paks, de construcción soviética, comenzó a funcionar en 1982 y produce hoy la tercera parte de la electricidad que consume Hungría. El país centroeuropeo ha firmado un acuerdo con Rusia, renovado esta semana, para añadir cuatro reactores a los dos ya existentes, un proyecto que costará unos 12.500 millones de euros.

En Croacia y Eslovenia se ha prorrogado hasta 2043. Ambos países comparten la central nuclear de Krsko, ubicada en Eslovenia, que empezó a funcionar en 1983, cuando formaban parte de Yugoslavia. La planta tiene un reactor de la empresa estadounidense Westinghouse. Gestionan conjuntamente la central y comparten la energía que produce, que satisface el 20% del consumo eléctrico de Eslovenia y el 16% de Croacia.

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La central fue construida con una vida operativa de 40 años, que el pasado enero fue ampliada hasta 2043, después de que la planta fuera sometida en 2022 a una revisión general. Eslovenia y Croacia están considerando construir un nuevo bloque en Krsko y que empezaría a funcionar antes de 2043.

República Checa sí que ha apostado y seguirá apostando por lo nuclear. Sus dos centrales, Temelin y Dukovany, de diseño soviético, generan el 40% de la energía que consume el país, un porcentaje que aumentará al 48% cuando entre en funcionamiento, en 2036, el quinto reactor de Dukovany.

La República Checa dejará el año que viene de comprar combustible nuclear a Rusia y recibirá ese material de la empresa estadounidense Westinghouse, en reacción a la invasión de Ucrania por Rusia. El Gobierno ha dejado claro que la energía nuclear será clave para asegurar un suministro eléctrico libre de emisiones contaminantes, en un país donde los combustibles fósiles suponen el 54% del mix energético.



En el plan de expansión nuclear checo se contempla, además del quinto reactor de Dukovany, la posibilidad de otros tres grandes reactores y no se descarta instalar pequeños reactores modulares.

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Eslovaquia, donde la nuclear aporta el 60% de la electricidad, tiene dos centrales atómicas, en Jaslovske Bohunice, con dos reactores soviéticos, y Mochovce, con tres reactores y un cuarto que entrará en funcionamiento en 2025. También está pendiente la aprobación de un tercer reactor para Bohunice.