El puente dañado que conecta las partes controladas por Rusia de la región ucraniana de Jersón con la península de Crimea.

El puente dañado que conecta las partes controladas por Rusia de la región ucraniana de Jersón con la península de Crimea. Reuters

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Ucrania vuelve a atacar los puentes de Crimea para aislar la península de sus objetivos en Zaporiyia

Este aislamiento provocaría el derrumbe absoluto del frente y la retirada de las tropas rusas ante la imposibilidad de seguir enviando mercancías y armamento.

23 junio, 2023 03:12

Bombardear puentes es una maniobra clásica en cualquier guerra. Rompe rutas de suministro, aísla a unos soldados de sus compañeros y, en general, entorpece la logística del enemigo. En Ucrania, lo hemos visto repetidas veces: Rusia intentó, sin éxito, bombardear el llamado "puente de hielo" de Kiev, sobre el río Dniéper. Ucrania ya atacó en su momento el puente del Kerch, en Crimea, causando unos destrozos considerables y basó buena parte de su estrategia para ocupar Jersón en aislar a su capital del resto del territorio ocupado mediante la destrucción del puente Antonovski.

Dicho aislamiento provocaría un par de meses después el derrumbe absoluto del frente y la retirada deprisa y corriendo de las tropas rusas ante la imposibilidad de seguir enviando mercancías y armamento a la zona. Tal vez, el ataque de este jueves al puente sobre el estrecho de Chongar, que une parte de Crimea con el sur de Jersón, pretenda un efecto parecido, aunque es difícil comparar una ciudad con una península entera. En cualquier caso, los daños en dicho puente, unidos a los que se provocaron hace unos días en la vía ferroviaria que une Crimea con Melitopol, suponen un inesperado quebradero de cabeza para los invasores rusos.

De entrada, todo ataque a Crimea tiene un punto emocional para el Kremlin y es bueno que Ucrania intente agitar el árbol también por ahí. Crimea es la única región que Putin considera verdaderamente suya, por mucho que se haya anexionado también Zaporiyia, Jersón, Donetsk y Lugansk. De hecho, a principios de esta misma semana, el Kremlin llegó a amenazar a Ucrania con "el juicio final" si se atrevían a atacar la península. Una amenaza que, como se ve, no ha surtido demasiado efecto.

El puente dañado que conecta las partes controladas por Rusia de la región ucraniana de Jersón con la península de Crimea.

El puente dañado que conecta las partes controladas por Rusia de la región ucraniana de Jersón con la península de Crimea. Reuters

Rusia puede verse ahora ante la tentación de salirse de su plan de defensa para vengar la afrenta… y cuando uno se sale de su plan, es más fácil que cometa un error. Del mismo modo, atacar Crimea justo antes de la temporada de turismo de verano tiene una doble motivación clarísima: si los rusos entienden que su lugar de vacaciones es un lugar en guerra, por un lado, dejarán de ir, con el perjuicio económico que eso supone para la zona. Por el otro, serán más conscientes de que ellos también tienen algo que perder en este conflicto.

Parece haber cierto consenso entre los expertos occidentales en que Crimea es la clave para cualquier tipo de negociación. Ni el general Milley, jefe del estado mayor estadounidense, ni el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, han descartado nunca públicamente la recuperación de la península mediante el uso de la fuerza militar. Ahora bien, en privado, han filtrado a distintos medios de comunicación el mensaje de que conseguir entrar en Crimea por las bravas es un imposible.

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Ucrania tiene que intentar ese imposible… o, al menos, tiene que intentar que ese imposible no lo parezca tanto. La amenaza militar directa sobre Crimea puede llevar a acuerdos para evitar la amenaza militar directa de los rusos sobre otras zonas del territorio ucraniano. No es lo ideal para el gobierno de Zelenski, pero no cambiaría demasiado la situación respecto al período 2014-2022. Del mismo modo, si no se puede conquistar militarmente la península, aislarla económicamente es igual de importante. El asunto es que Crimea se convierta en un problema para Rusia y que entiendan que ese problema solo se resuelve cediendo.

Con todo, el ataque sobre ese puente en concreto debe entenderse también desde la óptica general de la contraofensiva. Pese al poco entusiasmo que la misma está levantando en los medios occidentales -este mismo jueves, la CNN citaba fuentes anónimas para calificarla de "decepcionante", sin explicar del todo por qué-, lo cierto es que Ucrania sigue empujando hacia abajo por todo el frente de Zaporiyia. Primero, maniobras de reconocimiento; luego, de desminado y, por último, limpieza de trincheras y avance. Un proceso arduo, costoso en vidas y en equipamiento, pero que forma parte de lo que es una guerra.

El otro objetivo: Melitopol

En ese contexto, Melitopol es, junto a Berdiansk y Mariúpol, uno de los tres grandes objetivos de ese frente. No puede ser casualidad que los ataques sobre Crimea se estén centrando precisamente en sus comunicaciones con Melitopol. Tal vez, el asunto no sea tanto aislar la península como aislar uno de los dos puertos que mantiene en su poder Rusia en la región de Zaporiyia. Impedir un movimiento rápido y efectivo de refuerzos no ya hacia Crimea, sino desde Crimea.

Cuando hablamos de la península ocupada por los rusos, es imposible compararla con la ibérica o la itálica. No tienen nada que ver. Crimea es un trozo de tierra que se gana al Mar Negro, pero a su vez dicho mar está presente en buena parte de su geografía, separando y acercando el territorio al resto del continente. El objetivo de Rusia desde 2014 ha sido evitar estos obstáculos naturales con la construcción de puentes como el citado del Kerch, la mayor obra de ingeniería de la era Putin.

Una península colgada de un hilo

Ahora bien, no siempre es fácil. En rigor, el único punto que sujeta la península al resto del continente es el que une, mediante la carretera E97, las ciudades de Armiansk y Perekop con Havrilyvka Druha y Makarivka. Son terrenos, además, arenosos, propios de unas marismas. Desde el resto de la península solo se puede acceder al otro lado del Mar Negro mediante el uso de barcos o tirando puentes. En el caso del que cruza el estrecho de Chongar, su importancia radica en ser el único acceso directo (carretera E105) a la citada Melitopol.

Si se confirman los daños que se pueden apreciar en vídeos y fotos, Rusia tendrá que optar por dar un rodeo de centenares de kilómetros hasta el citado cruce de la E97 en caso de tener que enviar refuerzos a la zona. Otra opción, también lenta y muy peligrosa si Ucrania consigue convencer a Occidente de que le vendan los F16 que lleva meses pidiendo, es cruzar directamente el Mar de Azov hasta Kyrilyvka, pero en caso de una ofensiva exitosa, para cuando lleguen los refuerzos, igual Melitopol ha cambiado ya de manos.

En resumen, sigue la partida de ajedrez de la que veníamos hablando esta misma semana. Es imposible entender cada movimiento por sí mismo sin atender al resto de opciones que presenta el tablero en cada momento. Un doble ataque al eje Crimea-Melitopol no puede ser casual. Si es el previo a un ataque inmediato o, como pasó en Jersón, habrá que esperar dos meses para ver los resultados, solo el tiempo y el general Zaluzhnyi lo saben.