Su última grabación es de las más angustiosas: con una cámara en caótico movimiento, expone las consecuencias del último ataque a Kramatorsk. Se ven esquirlas por el suelo, despiste entre los afectados y un grupo junto a un herido que está en un sillón moteado de sangre. Roman Trokhymets registra en estos segundos el drama de la guerra, que atraviesa días difusos entre la rebelión del grupo Wagner y las dudas de la contraofensiva.
Trokhymets no es un reportero enviado por algún medio local o extranjero ni un cineasta que quiere documentar desde fuera el horror de lo que está pasando en Ucrania. Es un soldado del ejército de este país, el suyo, que ha interrumpido una vida como influencer debido al conflicto iniciado por Putin el 24 de febrero de 2022. Desde entonces pertenece al batallón Azov y ha luchado tanto en Kiev, su ciudad de residencia, como en el Dombás, la región del este que lleva en armas desde 2014.
En su perfil de Instagram, con 43.000 seguidores, se define como "bailarín, acróbata y agente inmobiliario". En Twitter añade "psicólogo". Y en YouTube pasa casi por montador de cortometrajes. En cualquier caso, este chico de 31 años hace gala de su forma física y de sus mensajes filosóficos en cada entrada de redes sociales.
Antes de la guerra, lo habitual era verle posando con traje en algún rincón exclusivo de la capital de Ucrania. También aparecía bañándose en una piscina o en un jacuzzi en lo alto de un edificio o jugueteando con su novia. El 18 de enero, en una foto recortad junto a ella en ropa interior, señalaba: "No pospongas la alegría". En febrero, insertaba un pequeño vídeo de un viaje a Montenegro y anunciaba que había sido como un sueño después de haber tenido un mal día.
No es el único post que relata un viaje. Hay historias en su perfil de paseos por Turquía o de excursiones a las playas del sur de su país. Todas van acompañadas por alguna sentencia motivacional. "Comprender y estudiar a las personas no es solo manipulación y gestión. También se trata de tu propia paz interior. Después de todo, aunque las estudies y predigas su comportamiento no cambiarán. Lee sus características y aprende sus fortalezas y debilidades", anota en una de diciembre de 2021, sujetando una carta de póker.
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El 24 de febrero de 2022, esa fecha que sacudió el tablero geopolítico internacional y acabó con la paz en gran parte de su tierra, Trokhymets cambiaba de tercio y aparecía uniformado. En un vídeo posterior en el que explica cómo le ha cambiado la vida "esa decisión de Putin", dice que los ucranianos dejarán todo y se irán a luchar "por la libertad". "No dejaremos a ningún ruso", sentencia, "la victoria será nuestra".
De repente, en las mismas calles que aparecía poco antes corriendo sobre nieve, se muestra armado, con chalecos salvavidas y guantes. Tanto en el pecho como en el casco suele llevar una GoPro, a la cámara que filma todos sus movimientos. No deja de lado sus narraciones: "Varios días de combates y bombardeos sin interrupción. Apenas tuvimos tiempo de dormir", dice al principio, "La vida y la muerte se palpan, las fuerzas enemigas están enfurecidas: no pudieron hacer nada, nuestro espíritu es más fuerte que el de ellos. Ganaremos".
Cuenta sus emociones, las horas de frío, de caminos cortados, de pequeños chispazos de alegría. "Necesitas tomar descansos para mantener la cordura. Llénate de emociones cálidas y placenteras. Sigue siendo humano, civilizado. Y después de la victoria, si tienes suerte, vive como una persona consciente que controla los arranques de ira y agresión. Y capaz de sentir y experimentar emociones positivas", cavilaba en abril.
Poco a poco va profundizando en las trincheras. En alguna ocasión vuelve a la ciudad y presenta a su hermana. En otras, agradece las donaciones para comprarse un coche. Y en la mayoría exhibe la realidad de la contienda. Uno de sus vídeos, de hecho, está bloqueado por la potencia de sus imágenes: se trata de un cuerpo despedazado por el ataque de un misil.
Sin romantizar el conflicto
"La guerra no es romántica", declara "exhausto" a la cámara mientras carga con el cuerpo "de un hermano". "Estamos agotados, pero la gente tiene que ver el precio de la victoria", anota, colgando más momentos similares: aquel en el que bromea con un amigo cuando un mortero hiere a dos compañeros, otro en el que acude a respaldar en el frente. "Cuando mis hermanos están en peligro, siempre trato de hacer todo lo posible para ayudar, pero da mucho miedo, porque una bala es suficiente para matar", afirma en otro.
Hasta que se graba en un hospital de campaña, quejándose de lo poco que le gustan las inyecciones, celebrando su cumpleaños en plena ofensiva de Bakhmut o dando una entrevista a una televisión. También pasa una temporada de reposo por una herida hasta que se acerca a Kramatorsk y ocurre el bombardeo en plena urbe.
"Fui a cenar. Conversaciones agradables, sonrisas de personas, risas de niños, música de fondo. Se ilumina de repente con una llama brillante que quema los ojos. Momentos después, se escucha el sonido supersónico de una explosión que lo abarca todo", escribe como apoyo al vídeo citado al inicio. "La tarea es organizar rápidamente a todos, eliminar a los heridos graves, despejar los pasillos, desmontar las paredes y el techo derrumbados, bajo los cuales la gente grita. 10 personas han muerto, 61 están heridas. El agresor responderá por todo", zanja.