Ucrania avanza hacia Donetsk capital y obliga a Rusia a atender otra posible brecha en el frente
Kiev planea seguir con las operaciones de ataque hasta final de año y confía en su capacidad de aguantar una guerra de desgaste.
12 septiembre, 2023 02:27Darlo todo en todos lados. Es una estrategia que Estados Unidos considera temeraria, pero que Ucrania está llevando adelante con todas las consecuencias. Este fin de semana, la portavoz del ministerio de defensa, Hanna Malyar, informaba de avances en el eje Tokmak-Robotyne, en concreto en los asentamientos de Verbove y Novoprokopivka. Es la brecha principal de la ofensiva ucraniana en todo el frente, pues ahí se han superado las primeras barreras de la 'línea Surovikin' y se está obligando a los rusos a mandar reservas a mansalva para evitar un desplome que ponga en peligro la propia Tokmak y, a continuación, Melitopol.
Lo que lleva tiempo pidiendo el Pentágono es que el general Zaluzhnyi se centre en un solo punto y ataque sin descanso. Que meta todos los Abrams, los Leopards, los Challengers y los Bradleys. Que bombardee sin cesar con sus HIMARS y sus Storm Shadows. Que sus unidades de élite luchen por ese pedazo de tierra como si fuera el único ocupado por los rusos. Zaluzhnyi, sin embargo, se niega. Tiene más confianza que Washington en su capacidad para aguantar una guerra de desgaste. En vez de sacrificar miles de vidas y de armas en un solo punto, prefiere ahogar al ejército invasor cortando líneas de comunicación y de suministro y obligándole a moverse en tierra hostil a toda velocidad, de un extremo al otro.
Así, al frente de Zaporiyia hay que unirle el del saliente de Vremievski, más tranquilo en las últimas fechas, el de Bakhmut, a falta de confirmación de la liberación completa de Klishchiivka... y el de Donetsk capital, donde la propia Hanna Malyar informaba este lunes de la toma parcial de Optyne, a apenas dos kilómetros del antiguo aeropuerto internacional y lugar de enfrentamiento entre ambos países durante los últimos nueve años.
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Ataque... y defensa
El ataque sobre Optyne dice más de las posibilidades defensivas de Ucrania que de las ofensivas. Por supuesto, si se confirma la toma del asentamiento, estaríamos hablando de un punto de presión sobre la capital, pero, siendo realistas, Ucrania no está en disposición ahora mismo de intentar un ataque masivo sobre una ciudad de 918.000 habitantes antes de la guerra. Tampoco forma parte de su estrategia: sería un derramamiento inútil de sangre y le impediría mantener la presión en Zaporiyia y el oeste de Donetsk.
Lo que sí es interesante de la posible toma de Optyne -más allá del acercamiento a un aeropuerto que hace tiempo que no funciona precisamente por su proximidad al frente- es la posibilidad de ampliar la zona de control que protege la ciudad de Andriivka. Andriivka es un asentamiento clave para las fuerzas ucranianas, precisamente porque obliga a los rusos a fijar tropas que no se pueden utilizar en otras partes del país. En los últimos meses, Rusia había intentado arrebatar el pueblo a los locales, pero sin éxito. Ahora, tienen menos capacidad de amenaza que antes y eso es importante de cara a lo que pueda venir.
Rusia sabe que, aunque Donetsk es demasiado grande e importante -la capital siderúrgica del país, ni más ni menos, tierra de oligarcas y grupos de poder- como para que Ucrania intente un ataque en desventaja, pero también sabe que no puede permitirse la más mínima infiltración en los barrios más cercanos al aeropuerto y, por ello, no podrá desviar tropas cuando estas sean reclamadas en Tokmak, en Krasna Poliana o donde sea. De hecho, se puede dar la situación contraria y que las pocas reservas que van quedando en Jersón o en Kreminna acaben protegiendo un aeropuerto fantasma.
Ofensiva hasta el invierno
Que la ofensiva va para largo lo volvió a dejar claro el jefe de la inteligencia militar ucraniana, Kyrylo Budanov, quien afirmó este domingo que Kiev tiene planeado seguir con las operaciones de ataque hasta finales de año. De esa manera se confirmaría la predicción de sus homólogos estadounidenses que apuntaban la semana pasada a una posible toma de Melitopol y un desplome de la defensa rusa en el sur de Ucrania justo para esas fechas. Los estadounidenses calculan que quedan seis o siete semanas aún de lo que se consideran "condiciones meteorológicas propicias para un ataque". A partir de ahí, volverá el frío, la lluvia, la nieve y el hielo.
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Sin embargo, Budanov y el alto mando ucraniano no ven con malos ojos la llegada del frío. Creen que tienen el equipamiento ideal para esas fechas, con unos blindados de última generación que chocan con los vetustos T-55 que ha desplegado Rusia en algunas partes del país. Hablamos de tanques que se pusieron en funcionamiento en 1955, es decir, hace casi 70 años, y con los que difícilmente Rusia podrá respaldar ninguna acción defensiva en caso de apuros.
Para el otoño-invierno, Ucrania confía en contar con prácticamente todo el material terrestre prometido por sus aliados occidentales. De hecho, durante el fin de semana, se rumoreó la inminente cesión de equipos lanzamisiles de larga distancia ATACMS por parte de EEUU tras meses de negativas. Estos equipos complementarían a los Storm Shadows británicos y a los misiles de crucero de fabricación propia con tecnología Neptuno. No estarán aún los F16, llamados a ofrecer la deseada superioridad aérea, pero probablemente estén ya, con pilotos debidamente entrenados, en primavera.
Da la sensación de que Ucrania quiere llegar a esa primavera en una situación de constante amenaza sobre cientos y cientos de kilómetros de frente para ahí sí culminar su campaña de liberación. Los 200.000 nuevos movilizados del ministerio de Defensa ruso pueden quedarse cortos. En cualquier caso, piensan en Kiev, mientras Rusia tenga que pensar en cómo defender lo que le va quedando en suelo ucraniano, no puede permitirse contraofensivas propias ni cumplir por lo tanto con sus objetivos del 24 de febrero de 2022. En otras palabras, la guerra ya no va a ir a peor para Ucrania. O al menos esa es la idea.