Cada ciudad tiene un ADN particular. A unas se les relaciona con la música. A otras, con la gastronomía. Y a otras, con el carácter de su gente. En el caso de Múnich, el emparejamiento está más que servido: la cerveza se impone sobre cualquiera de sus demás aptitudes. Esta bebida alcohólica -lograda a base de agua, cebada y lúpulo- es la protagonista principal de la urbe alemana.
Sobre todo durante la Oktoberfest, su celebración más internacional. Este 16 de septiembre se han abierto sus puertas a lo largo de aproximadamente dos semanas, hasta el 3 de octubre. Tiempo en el que las calles se inundan con millones de turistas y en el que las jarras de litro forman (aún más) parte del paisaje. Aunque no es excepcional: se ven a cualquier altura del año.
Pero para saber el origen concreto de este festejo hay que remontarse al 12 de octubre de 1810. Aquel día tuvo lugar el enlace entre el príncipe Luis I de Baviera con la princesa Teresa de Sajonia-Hildburghausen y los ciudadanos fueron invitados a asistir a las celebraciones del matrimonio en Theresienwiese (también llamado Wiesn), los campos frente a las murallas de la ciudad.
Fueron cinco días de festejos, coronados con una carrera de caballos. La fiesta se repitió al año siguiente con gran éxito en toda la región de Baviera, dando origen al Oktoberfest. Ahora mismo, sin embargo, el Oktoberfest de Múnich se ha convertido en una de las fiestas más populares y multitudinarias del mundo. En 2022, por ejemplo, 7,2 millones de visitantes pasaron por el recinto de Theresienwiese donde se instalan las carpas.
En total se sirvieron 6,9 millones de litros de cerveza, más de medio millón de pollos, 120.000 salchichas, casi 100.000 codillos y un centenar de bueyes. El impacto económico que el evento deja en la región ronda los 1.000 millones de euros. Las cervezas elaboradas en la zona son las que más cabida tienen esta celebración. Estas son: Augustiner, Paulaner, Spaten, Hacker Pschorr; y Lowenbrau. Cada una elabora una cerveza única para la ocasión, conocida como Oktoberfestbier, con un 0,6 a 1,1% más de alcohol y más azúcar que la media de la cerveza alemana.
Basta con darse una vuelta por Múnich para encontrarse con vidrios espumosos en barras y terrazas, durante el Oktoberfest y en otras semanas. "Solo un vaso de cerveza hace feliz a la gente de Múnich", reza un cartel en el museo dedicado a este brebaje, a pocos metros de Marienplatz, centro neurálgico de los residentes en la capital de Baviera. En el siglo XVII ya funcionaban unas 60 destilerías.
Las elaboraban en pequeñas fábricas domésticas. Casas donde se producía la bebida con una licencia propia para servir al por menor. En 1516 se tomó en serio el asunto. Guillermo IV de Baviera firmó la denominada 'ley de pureza': al triángulo de ingredientes básicos no se le podía añadir ningún aditivo.
Tal documento se considera la primera decisión oficial sobre el control de un alimento, aunque inoculó cierto grado de incertidumbre. En algunos casos, por la imposibilidad de protegerlas de alguna manera, las inclemencias climáticas o las malas cosechas dejaron en el limbo el futuro familiar. El mayor temor era la acidificación del grano.
Una muchedumbre en busca de trago aumentó y tuvieron que encontrar recintos mayores. Primero se mudaron a la vereda del río Isar, que atraviesa Múnich. Luego adoptaron técnicas industriales. E inauguraron salones que pillaban en el camino de vuelta de las fábricas, donde los trabajadores "conversaban, intimaban con amigos del trabajo y hasta podían tener suerte y conocer a alguna mujer", tal y como indican los carteles del museo.
En 1870 se empezó a embotellar la cerveza. Antes, solo se servía en el propio local. A finales del siglo XIX ya se concentraron en 16 corporaciones. Y hoy se ha reducido a seis grandes marcas: Augustiner-Bräu, Hacker-Pschorr, Löwenbräu, Spaten, Paulaner y Hofbräu.
Ahora es todo un fenómeno. Según datos de la oficina de turismo, Baviera contabiliza 626 destilerías, 40 variedades de cerveza y de 23 a 24 millones de hectolitros de producción anual. Aparte, enarbola la bandera de ser la zona con mayor producción de lúpulo del mundo: en la zona de Hallertau, al sur, se dedican 14.200 hectáreas para su cultivo. El 85,4% de toda Alemania.
Accidente en la inauguración
Esta edición de 2023 comenzó con un altercado. Un accidente en la atracción de la montaña rusa de la tradicional Fiesta de la Cerveza en Múnich ha dejado como saldo ocho heridos leves, según informaron este domingo las autoridades municipales. Por razones que todavía no se han establecido, dos trenes tuvieron un choque con lo que el funcionamiento de la montaña rusa tuvo que ser interrumpido.
De los ocho heridos, seis fueron atendidos en el lugar de los hechos por personal sanitario y dos fueron trasladados a un hospital. Los accidentes leves son relativamente frecuentes en la montaña rusa de la Fiesta de la Cerveza y normalmente se deben a comportamiento imprudente de personas que han consumido alcohol en exceso. En esta ocasión, sin embargo, todo indica que se debió a un problema técnico que condujo al choque de trenes. Ocurrió a las 22:10 horas del sábado, pocas horas después de que se inaugurará la Fiesta de la Cerveza.