Las imágenes son espeluznantes. En medio del desierto, mientras la música electrónica suena y la gente se sumerge en el ambiente, llegan los cohetes, los milicianos armados y de ahí, los gritos, las carreras, los disparos. El festival SuperNova, celebrado al sur de Israel, cerca de Re'im, se vio interrumpido el pasado fin de semana por el repentino ataque de Hamás a varios puntos del país.
En esta jornada lúdica se vivieron momentos de pánico que han quedado registrados en grabaciones y fotos. Han trascendido algunos testimonios, algunos datos y alguna historia macabra, como la de Shani Louk, una chica alemana que desapareció durante la jornada y que expusieron los terroristas en un vídeo donde aparecía inconsciente y semidesnuda.
Además, no han faltado aquellos que han narrado los momentos de agonía. Una de estas personas ha sido Noa Beer. La joven de 29 años era una de las asistentes al festival. Además, es promotora musical y asidua a este tipo de espectáculos. Según lo que ha escrito en su perfil de Instagram y lo que ha declarado a algunos medios, ella vivió todo de forma súbita, casi sin poder darse cuenta de nada.
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Beer empieza su relato contando cómo escuchó las explosiones. Y de repente vio la llegada de milicianos. Los guardias del acto pidieron parar la música y refugiarse. Ella se marchó con el Dj húngaro Wegha. Fueron a su coche entre otros 3.000 asistentes. Salieron "chirriando" del aparcamiento y se encontraron con ocho terroristas que disparaban a la multitud. La chica, cuya familia vive en Manchester, comentaba cómo vio dos coches que iban delante y se estrellaron cuando un motociclista recibió un disparo.
"Me detuve y abrí la puerta para ayudarlo, pero las balas volaban. Miré hacia arriba y había un terrorista a 20 metros de distancia. Estaba disparando como loco, directamente hacia mí. Me miraba a los ojos. Le grité al Dj que saliera del coche y se pusiera a cubierto. Nos escondimos detrás de las puertas de los coches mientras la gente de delante que no había muerto se arrastraba hacia nosotros", explicaba.
Entonces, dice Noa Beer, una bala pasó por su lado desde la dirección contraria. "Pensé que eran soldados respondiendo al disparo, pero, para mi horror, eran cuatro terroristas más, estaban a nuestro alrededor, no teníamos adónde ir. Disparaban desde todas direcciones, por lo que esconderse detrás de las puertas del coche no tenía sentido", recordaba.
Gritó Noa Beer que entraran todos al coche. "Fue una decisión de una fracción de segundo. Volvimos a entrar y también saltaron tres desconocidos con heridas de bala. Estaba asustadísima. Había un terrorista de frente, disparando como loco con el asesinato en los ojos. En unos diez segundos vi más muerte que nunca en mi vida. Di marcha atrás a gran velocidad y giré el auto. Las balas impactaban contra nuestro jeep, pero sorprendentemente ninguna alcanzó las ventanas", continúa.
Los vehículos que iban delante de ellos se salían de la carretera porque los hombres armados apuntaban a los conductores y luego a los pasajeros cuando salían e intentaban huir. "Pero no me quedó otra opción que atravesar a los pistoleros. Había uno mirándome fijamente a los ojos y levantando el arma para dispararnos. Empecé a conducir hacia él. Pisé el acelerador y conduje rápido. Nos disparó desde unos dos metros de distancia y por poco pasó por la ventana", relataba la superviviente.
"Seguí conduciendo mientras todavía estaban disparando a la parte trasera del auto y no miré hacia atrás. Conduje lo más rápido que pude y no me detuve", apuntaba Beer, que se dirigió a un hospital a 40 minutos de distancia para que sus pasajeros pudieran recibir tratamiento. "La gente en ese festival era gente pacífica y feliz que sólo quería bailar", alegó.
"No tenían armas, no eran soldados. No pidieron nada de esto", se quejaba Noa Beer, con dos de sus amigas asesinadas y al menos otras cuatro desaparecidas hasta la noche del lunes. Se temía que estuvieran muertas o secuestradas. Noa Argamani, de 25 años, era una de ellas. Se la grabó gritando: "¡No me mates! ¡No, no, no!", mientras la secuestraban y la llevaban a Gaza en una motocicleta.
Después de atacar el lugar principal del festival, los hombres armados se desplegaron para cazar a los asistentes que intentaron esconderse entre los matorrales. Uno de ellos, llamado Ortel, explicó después que se subió a un árbol y vio "masas de gente herida; los habían acribillado a balazos". En total, según han denunciado, hay 260 personas desaparecidas. Aún no se sabe qué ha sido de ellas.
Las fuerzas del orden israelíes compararon la tragedia del festival con otros atentados yihadistas. "El mundo necesita saber a qué nos enfrentamos. Son terroristas de Hamás, pero no son diferentes de los terroristas de ISIS. Mismas tácticas, diferentes nombres. Matar familias, secuestrar abuelas. Profanando cuerpos", adujeron.
Tras este ataque, algunas familias desesperadas se dirigieron a un centro para personas desaparecidas instalado cerca del aeropuerto Ben Gurion, en las afueras de Tel Aviv. Se les pidió que trajeran consigo artículos que contuvieran ADN, como cepillos de dientes, para ayudar, si fuera necesario, a identificar los cuerpos de los asesinados.