Al pleno del Parlamento Europeo en Estrasburgo no han venido las otras víctimas. Ninguna de ellas, claro, porque están atrapadas en Gaza. Israel no les deja salir por el norte de la Franja de Gaza, evidentemente, dadas las circunstancias; Egipto no abre el paso de Rafah, al sur, porque no quiere refugiados; y Hamás prefiere mantenerlos allí, como escudos humanos.
Pero las que sí vinieron, madres y padres israelíes supervivientes a la carnicería de Hamás, que empezó en la mañana del 7 de octubre, se acordaron de ellas. "Yo estoy embarazada, en 18 semanas haré este mundo un poco mejor. Y sé lo que es defender la vida… soy tan inocente como las madres de Gaza, soy tan víctima como ellas, ni ellas representan a su pueblo palestino ni yo al pueblo israelí".
Quien habla es Danielle Galliai-Kind, y repitió esta frase, más o menos igual en otro momento de su intervención ante los eurodiputados, este miércoles, pero cambiando "palestino" por "musulmán" e "israelí" por "judío".
Ésta es una guerra de religiones que algunos por odioso interés mezclan con pueblos. Y la hacen mayor. Pero que ella rechaza en ambos sentidos. "Somos personas, seres humanos, y sólo así se puede entender que el mal es inadmisible. Y esto, Hamás, es el mal puro".
Danielle tiene un hijo de tres años, que está a salvo. Pero Danielle lloraba mientras hablaba. Se restregaba los ojos, y se dejaba la cara roja y con unas visibles marcas de los dedos con los que enjugaba sus lágrimas de angustia. Porque sí, ella vivió aquel sábado el infierno, pero la historia que venía a contar era la de una amiga.
Yarden Roman-Gat, que también tiene una hija de tres años, vivía feliz en el kibutz Be'eri junto a su esposo, apenas 8 kilómetros al este de la Franja de Gaza, y los tres fueron secuestrados por terroristas de Hamás aquel sábado.
"En un momento dado, vieron la oportunidad y saltaron del coche, que iba a toda velocidad... no sé ni cómo se atrevieron a hacerlo. Y empezaron a correr por su vida. Ella llevaba a su bebé en brazos, así que en un momento dado, se dio cuenta de que no podría salvar a su niñita porque se estaba cansando demasiado, huyendo de los terroristas, que los disparaban con fusiles automáticos. Así que hizo lo que haría cualquier madre, gritó a su marido, se pararon ambos, y le dijo '¡sálvala!'".
Después, según el relato de Danielle, su amiga se dejó ver para que la localizaran y, después, se escondió un poco para que los hombres armados que la perseguían tardaran en encontrarla y eso le diera más opciones de vida a su familia.
"Ellos están a salvo ahora. De ella, sabemos que no está herida y que no está entre los muertos, así que queremos creer que sí está entre los 199 rehenes que Hamás dice tener en Gaza".
La sesión de testimonios de víctimas, intervenciones del embajador de Israel ante la UE, del teniente coronel de las IDF Peter Lerner y de la exembajadora francesa en Tel Aviv -entre otros- había sido organizada por Tono López-Istúriz, eurodiputado español del PP, y presidente de la Delegación de Relaciones con Israel de la Eurocámara.
Antes de su inicio formal, Roberta Metsola, presidenta del Parlamento Europeo, había recibido a los protagonistas en la sala de reuniones, un pequeño hemiciclo que se llenó de eurodiputados de todos los grupos. Por la mañana, en el debate, no se había visto unanimidad; al contrario, los políticos representantes de los europeos sólo coincidieron en que "Europa es la paz", pero a izquierda y a derecha, cada uno colocaba un nombre distinto a "quién es la guerra".
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Este jueves se vota la resolución del Parlamento Europeo que debe dejar claro "si estamos o no en contra del terrorismo", según López-Istúriz. El texto no versa sobre el eterno conflicto, ni sobre quién tiene más razones o menos culpas entre israelíes y palestinos, entre judíos y musulmanes. Sino, simple y llanamente, cuánto rechaza la UE "los despreciables ataques terroristas de Hamás contra Israel". Porque así se titula el texto.
Metsola, realmente conmovida, estuvo hablando largo rato con Adi Cherry y con Elad Puterman, supervivientes al ataque de Hamás contra el kibutz de Nahal Oz, aún más cercano a la frontera, a sólo 800 metros al este de Gaza, en la zona norte de la franja. "La noche anterior, celebramos la fiesta de aniversario del kibutz, y nos acostamos felices... a las 5:50 de la mañana, nos despertamos en una pesadilla".
Todos los habitantes de esa comuna agrícola corrieron a sus refugios, pero a los 20 minutos se acabaron las sirenas, y todo parecía una falsa alarma. "Salimos aliviados y, ya desde dentro de casa, tuvimos la suerte de que mi marido miró por la ventana... nuestra vivienda es la primera de todas, la más cercana a la frontera. Y le oí gritar '¡oh, Dios mío, Hamás está en el kibutz!'"
Después, vinieron más de seis horas en las que permanecieron encerrados en el refugio. Sin luz, sin verse los rostros unos a otros, sin comprobar el terror compartido: "Eso nos salvó, yo creo, no ver los ojos muertos de miedo de mi hijo mayor", contó ella- y en silencio, en absoluto silencio: "Mi bebé de seis meses no hizo un solo ruido en todo ese tiempo, ni pidió comer ni se quejó de sus necesidades, nada... si no, hoy no estaría aquí hablándoles a ustedes", relató su marido, sentado al lado.
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En esas seis horas de horror, los eurodiputados -algunos sollozando, otros después contarían cómo sus propios abuelos sobrevivieron al Holocausto nazi, y unos más (alemanes) lloraron amargamente las culpas eternas de su país- escucharon el relato del mal: "El refugio no está hecho para un asalto, sino para defendernos de los cohetes, así que la puerta no se cierra con pestillo, para que los soldados nos puedan rescatar con facilidad... de modo que tuvimos que poner una silla encajada, y confiar".
Este periodista no sabe cómo transcribir lo que viene después. Cómo poner en palabras el miedo total, los sonidos del robo y el destrozo, de los disparos y los estertores de muerte del padre, la madre, los hijos de la familia vecina, al otro lado de una puerta débil mal encajada...
Cómo juntar las letras para que al lector se le ericen los cabellos igual que al reportero al imaginar los gritos de "¡masacrad a los judíos!", mientras ella rezaba porque su bebé ni tosiera, o de "Allahu akbar!" [Alá es el más grande] al tiempo que él ponía la mano sobre su hijo mayor para transmitirle algo de paz.
El mismo relato, algo resumido, había escuchado Metsola unos minutos antes. Y la presidenta prometió a los testigos del horror que este jueves "el Parlamento aprobará una resolución fuerte", que Europa permanecerá unida y demostrará al pueblo y al Estado de Israel que las democracias se apoyan, se defienden, se valoran.
La promesa, difícil de cumplir a la vista del debate de la mañana, entre acusaciones, gritos y bombardeos de culpas de un lado al otro del hemiciclo, es lo único que confortó, siquiera un poco, a las víctimas.
Porque lo que se debatía, y se votará este jueves, no es si Palestina tiene derecho a ser un Estado, ni tampoco si el Gobierno de Israel ha favorecido con su fuerza una situación desesperada. "Lo que ustedes votan mañana", cerró Danielle Galliai-Kind, es la condena completa del mal completo. No es una opción... porque si esto se queda en una declaración general, señores eurodiputados, Europa estará en peligro".
Los abuelos de Danielle sobrevivieron al Holocausto, hace dos generaciones, y vivieron en Ámsterdam. "Pero hoy, esa ciudad no es segura para mí, para ningún judío. Tenemos que soñar con el futuro, porque sólo tenemos presente, y el pasado duele... y solos no podemos".