La península ibérica ya no es el bastión del socialismo europeo. El pasado domingo 10 de marzo, Portugal dijo adiós a ocho años de gobierno de António Costa, líder de un Partido Socialista ahora acechado por la sombra de la corrupción.
En unas elecciones marcadas por la alta participación, la coalición de centroderecha lusa, Alianza Democrática, se hizo con la victoria. Ganó, eso sí, por los pelos. Con apenas 79 escaños, sólo dos más que su rival socialista, no logró una mayoría absoluta. ¿Qué significa eso? Que su líder, Luís Montenegro, está en manos de la formación ultraderechista Chega!, que en un ascenso meteórico se ha erigido como la tercera fuerza política del país y que tiene ahora la llave de la gobernabilidad.
Así, el nuevo primer ministro tendrá que escoger entre el camino fácil o el camino prometido. Es decir: pactar con la formación de extrema derecha y aprobar normas y presupuestos holgadamente o mantener el cordón sanitario a una opción ultraconservadora que parece estar en pleno apogeo en Europa. Por el momento, Montenegro ha rechazado tender la mano a los ultras.
¿Trabajar con la ultraderecha o trabajar para arrinconarla? Esa es la tesitura a la que, como Montenegro, también tendrán que enfrentarse los partidos europeos de centroderecha -los conservadores y los democristianos- en las elecciones al Parlamento Europeo que se celebrarán entre el 6 y el 9 de junio.
En los últimos años, la ultraderecha ya se ha colado en gobiernos nacionales, regionales o locales de toda Europa. Con un discurso antiinmigración y euroescéptico incluso han llegado al Gobierno de coalición de Italia que lidera Giorgia Meloni.
Son miembros de la principal alianza política en Finlandia y se han convertido en el gran apoyo del Ejecutivo derechista sueco. En Países Bajos, el partido antiislamista de Geert Wilders ganó, casi por sorpresa, las elecciones generales. Esta semana, sin embargo, tuvo que tirar la toalla y renunciar a encabezar el Gobierno tras meses de infructuosas negociaciones con el resto de partidos.
De cara a las europeas, las últimas encuestas otorgan a la extrema derecha un potente impulso. Representada a través de los grupos Identidad y Democracia (ID), liderado por el partido de la francesa Marine Le Pen, y el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), que reúne a partidos como Vox y el polaco Ley y Justicia, podría convertirse en la tercera opción más votada.
Esas previsiones colocan a los conservadores de la Unión Europea, que durante décadas han liderado las instituciones europeas, ante un gran dilema: ¿Ceder o no ceder? ¿Pactar o no pactar con la extrema derecha? O en otras palabras: deberán decidir si continúan o no con la tradicional gran coalición con los socialistas que durante años ha mantenido firme un cordón sanitario a la ultraderecha que parece cada vez más elástico.