HARRIS VS TRUMP

Así llegan Kamala y Trump a su cara a cara: las 5 claves de las elecciones más reñidas en EEUU

Trump ganó el primer asalto y tumbó la candidatura de Biden. Este miércoles, en el segundo, Harris se lo pondrá más difícil

Textos e investigación: Borja Bauzá Javier Romualdo
Diseño y formato: Lina Smith José Ramón Pérez
Fecha de publicación:

Una insólita retirada en mitad de la carrera electoral, un intento de asesinato en pleno mitin y dos convenciones para coser a los grandes partidos de EE.UU. tras verse al borde de la división. La sucesión de acontecimientos desde el debate que enfrentó en junio a Joe Biden y Donald Trump ha llevado a que el nuevo cara a cara que confrontará al republicano con su nueva contrincante, Kamala Harris, se produzca en una campaña completamente diferente y con ambos candidatos adaptándose a las circunstancias.

La candidata demócrata llega con una ligera ventaja en las encuestas, un 47% en intención de voto frente al 44% de Trump, según el agregador de sondeos “538", propulsada por el entusiasmo tras su nominación pero con el reto de mantener esa tendencia a medida que se adentra en campaña con propuestas políticas concretas y más intervenciones en medios, su talón de Aquiles.

Como primera alarma, la última encuesta elaborada por el New York Times indica un declive en apoyos. Otorga a Trump un 48% de apoyos frente al 47% de Harris. Y entre los hallazgos más clarificadores del sondeo destaca que el 28% de los votantes admitieron sentir que necesitaban saber más sobre Harris, mientras que solo el 9% dijo que necesitaban saber más sobre Trump.

Por su parte, el republicano ha pasado de vivir un mes de julio pletórico, en el que salió reforzado del debate contra Biden, sobrevivió a un intento de asesinato y puso fin a las críticas internas en la Convención Republicana, a un agosto errático marcado por contradicciones en sus mítines, polémicas declaraciones del aspirante a vicepresidente, J.D. Vance, y una paulatina caída en los sondeos, aunque muy sostenida.

Dato de quién será presidente entre Kamala Harris y Donald Trump
Evolución de quién cree que va a ser presidente entre Kamala Harris y Donald Trump

Sin embargo, considerar que Harris tiene el viento a favor y las opciones de Trump se desploman sería simplificar mucho las cosas: aunque la demócrata aventaje en intención de voto, los estadounidenses sitúan a Trump como el perfil más fiable para gestionar los dos asuntos que más les preocupan, la inmigración y la economía.

Y las elecciones presidenciales de EEUU no se ganan por número de votos, sino por estados, donde todos los sondeos arrojan resultados que entran dentro del margen de error.

Por ello, los votantes indecisos y los ciudadanos de estados clave como Pensilvania y Georgia serán a quienes tratarán de conquistar ambos candidatos durante los 90 minutos que se alargará el debate de este martes. Un cara a cara organizado por la cadena ABC en el Constitution Center de Filadelfia, sin público ni asesores de campaña presentes en el plató y con los micrófonos silenciados cuando no tengan turno de palabra.

Los estados sin dueño

En toda elección presidencial estadounidense hay un puñado de estados que acaparan mucha más atención que el resto. Pero, contra lo que pueda dictar la lógica, esos estados no son los más poblados ni tampoco los más extensos sino aquellos que llevan años sin decantarse mayoritariamente por un partido concreto. Aquellos que pueden caer tanto de un lado como de otro.

Todo el mundo sabe, por ejemplo, que en Nueva York va a ganar el Partido Demócrata. Del mismo modo que se sabe lo que ocurrirá en Kansas: ganará el Partido Republicano. Pero quién sabe lo que ocurrirá en Pensilvania, donde en las últimas décadas han ganadoGeorge H. W. Bush, Bill Clinton, Barack Obama, Donald Trump y Joe Biden.

La importancia de esos estados bisagra –llamados “swing states”, “battleground states” o “purple states”– reside en una particularidad de la política estadounidense: la importancia del voto electoral.

Dicho de otro modo: en Estados Unidos no es el voto popular el que determina directamente quién será el próximo presidente del país, sino el voto emitido por un grupo de electores –cada estado tiene los suyos– que se decantan por el candidato que ha sacado más papeletas en ese estado concreto. Y como hay 538 electores en total, se necesitan 270 votos electorales para acceder a la Casa Blanca.

De nada le sirvió a Trump, por ejemplo, cosechar seis millones de papeletas en California hace cuatro años. Como Biden consiguió once millones, los 55 votos electorales del estado fueron para él. Y viceversa: en Texas fue Trump quien se llevó los 38 votos en juego al conseguir casi seis millones de papeletas frente a los cinco millones y pico que fueron a parar a Biden.

Probabilidad de que los demócratas y los republicanos ganen en cada Estado

Gana Kamala Harris
Gana Donald Trump
Estado en disputa

En cuanto a qué determina el número de votos electorales de cada estado, la ecuación se basa en la suma del número de senadores y congresistas que tiene ese mismo estado en Washington. Una cifra que en el caso de los senadores es siempre la misma, dos por lugar, pero que en el caso de los congresistas suele venir determinada por el censo.

En resumidas cuentas: es un sistema basado en el todo o nada. Las únicas excepciones se encuentran en Maine y Nebraska, donde el voto electoral va por distritos. Pero como solo emiten cuatro y cinco, respectivamente, no suelen considerarse territorios especialmente relevantes.

Por todo lo anterior no es de extrañar que tanto Kamala Harris como Donald Trump lleven semanas dedicando una atención especial a los siete estados que, según la trayectoria de los últimos ciclos electorales, podrían decantarse por cualquiera de los dos. A saber: Pensilvania, Michigan, Wisconsin, Arizona, Nevada, Carolina del Norte y Georgia.

De todos ellos los más importantes son el primero y el último. Pensilvania y Georgia. Primero por los votos electorales que ofrecen –19 y 16, respectivamente– y, en segundo lugar, porque según las encuestas allí ambos candidatos van a la par. No es el caso de Carolina del Norte, que también cuenta con 16 votos electorales pero donde Trump aventaja a Harris.

Gráfico sobre los estados en disputa

Evolución de quién cree que va a ser presidente entre Kamala Harris y Donald Trump

Ahora mismo, y salvo que ocurra alguna sorpresa, tal y como están las cosas –quitando a los “swing states” de la ecuación– Trump contaría con 219 votos electorales y Harris con 225. Con lo cual, Pensilvania representa el 37% y el 42% de los votos electorales en juego , respectivamente, para alcanzar los 270 que determinarán quién será el próximo inquilino de la Casa Blanca.

Puesto de otro modo: Trump necesita mantener Carolina del Norte –que lleva dos elecciones decantándose por él– y ganar en Georgia y Pensilvania –que se decantaron por Biden en 2020– para gobernar. Consecuentemente, si Harris consigue que Georgia y Pensilvania se mantengan fieles al Partido Demócrata lo tendría prácticamente hecho.

Pero, sí, puede haber sorpresas

En cuanto a los cuatro estados clave restantes, según una encuesta reciente publicada por la CNN, Arizona –11 votos electorales– se decantaría por Trump mientras que Michigan, Wisconsin y Nevada –15 votos electorales, 10 votos electorales y 6 votos electorales, respectivamente– lo harían por Harris.

Aunque estos cálculos cuentan con el aval de los corresponsales políticos, nunca faltan analistas que tratan de ver más allá de lo establecido. Así, el historiador Timothy Snyder, natural de Ohio, cree que su estado, que dejó de ser “swing state” hace años para entrar a formar parte del patrimonio electoral del Partido Republicano, volverá por sus fueros en unas semanas. Si está en lo cierto, habría otros 17 votos electorales en juego.

Snyder también considera que Florida, otro de los “swing states” más icónicos hasta que los conservadores se hicieron con él gracias, en parte, a la influencia del voto latino originario de Cuba y Venezuela, dará juego este otoño. Una sensación que extiende a Texas, un estado que si bien se ha acercado al Partido Demócrata en los últimos años gracias a la inercia de sus núcleos urbanos todavía no ha entrado en la baraja.

¿A quién prefieren los asiáticos?

Otro de los apartados más interesantes de las elecciones estadounidenses tiene que ver con la división del voto por grupos demográficos. Una división que puede obedecer a un sinfín de variables: por origen, por grupo étnico, por nivel estudios, por género, por edad, por ingresos… o por todo ello a la vez.

De cara a las elecciones del 2024, los análisis de think tanks como el Pew Research Center dicen que cuatro de cada diez votantes del Partido Demócrata –el 44%– serán latinos, negros, asiáticos o procederán de un entorno multirracial. Un incremento sustancial desde 1996, cuando esa cifra rondaba el 23%.

Mientras tanto, en la bancada del Partido Republicano se espera que ocho de cada diez votantes –el 79%– sean blancos. Un número francamente alto que, sin embargo, ha caído desde los años noventa, cuando se situaba en torno al 93%.

Siguiendo esa lógica, no es de extrañar que la mayoría de los votantes negros estén volcados con Harris. El 77%, según un estudio realizado por el Pew Research Center en agosto, frente al 13% que apoya a Trump (una cifra que podría ascender hasta el 20% si los partidarios de Robert F. Kennedy Jr., ahora aliado del expresidente, siguen su estela). El apoyo sería similar en hombres y mujeres, aunque no en edad –los mayores la favorecen más que los jóvenes– ni tampoco en nivel de estudios; quienes tienen titulación universitaria se muestran todavía más favorables a la candidata.

En cuanto al voto latino, un grupo demográfico cada vez más relevante debido a su rápido crecimiento, como sugieren los datos sigue alineado con el Partido Demócrata. Pero no tanto como se cree.

De hecho, la tendencia es favorable al Partido Republicano. En las elecciones del 2016, por ejemplo, solo el 28% de los que acudieron a las urnas se decantaron por Trump. Cuatro años después, sin embargo, esa cifra había ascendido hasta el 36%. Y según explicó a EL ESPAÑOL el analista Jens Manuel Krogstad, del Pew Research Center, se espera que ese porcentaje se mantenga el próximo noviembre.

“Es un grupo diverso en muchos aspectos”, explica Krogstad desde su oficina en Washington. “Factores como el país de origen, la generación a la que pertenecen o la creencia religiosa pueden generar una diferencia de opiniones notable”.

No obstante, el voto más difícil de catalogar es el de las personas de origen asiático . Son un grupo demográfico que tiene tendencia a definirse como independiente y aunque más del 70% se decantó por Obama en las elecciones del 2012, solo dos tercios lo hicieron por Biden hace cuatro años. Lo cual casa con el hecho de que, según una casa de análisis llamada AAPI Data centrada en este tipo de votante, solo el 59% de ellos se identifica abiertamente como simpatizante del Partido Demócrata.

Vale, ¿y cuáles son las propuestas?

Una de las críticas que se le ha hecho a Kamala Harris tiene que ver con la falta de información en torno a su programa. Qué va a hacer si alcanza la presidencia, y cómo pretende hacerlo, es algo que muchos votantes –también los suyos– quieren saber. Movida por la presión popular, en las últimas semanas ha desmigado, en mítines y en una entrevista concedida a la CNN,, por dónde van sus ideas. No es mucho, pero es algo.

Donald Trump, candidato republicano, en una cumbre de Moms for Liberty en Washington a finales de agosto. Evelyn Hockstein / Reuters
Donald Trump, candidato republicano, en una cumbre de Moms for Liberty en Washington a finales de agosto. Evelyn Hockstein / Reuters

En el discurso que pronunció durante la Convención Nacional Demócrata, por ejemplo, Harris prometió “una economía en la que todo el mundo tenga la oportunidad de competir y de triunfar”.

Días después, en la citada entrevista, dijo que una de sus prioridades tiene que ver con el fortalecimiento de una clase media venida a menos.

En esa línea, ha dicho que impondrá controles al precio de los alimentos, que tratará de domar el de algunos medicamentos así como los del mercado inmobiliario, y que mantendrá la decisión de Biden de no subir los impuestos a quienes ganen menos de 400.000 dólares anuales

En materia de inmigración, Harris ha prometido volver a poner sobre la mesa el proyecto de ley impulsado por Biden que, de haberse aprobado, habría supuesto un endurecimiento de la frontera. También ha declarado que cruzar ésta de forma ilegal “debe tener consecuencias”. En cuanto a la política internacional, ha deslizado sus simpatías por Ucrania y su intención de conseguir un alto el fuego en Gaza. Asimismo, ha asegurado que bajo su mandato Estados Unidos apuntalará su liderazgo mundial impidiendo, así, que China le arrebate el puesto de potencia hegemónica.

En lo que al clima se refiere, Harris se ha conducido con ambigüedad. Ha dado marcha atrás en su oposición al fracking –una técnica que permite extraer gas de la roca– asegurando que, pese a su afán por remar hacia una economía verde, no tiene en mente prohibirlo. .

Y, por supuesto, se ha mostrado totalmente partidaria del derecho al aborto. Ese es, precisamente, uno de los caballos de batalla del Partido Demócrata en estos comicios.

Kamala Harris, candidata demócrata, en la Convención Nacional Demócrata de agosto. Alyssa Pointer / Reuters
Kamala Harris, candidata demócrata, en la Convención Nacional Demócrata de agosto. Alyssa Pointer / Reuters

Trump, por su parte, no ha variado mucho en sus postulados. Ha asegurado, por ejemplo, que si gana las elecciones pondrá en marcha una política económica basada en la reducción de impuestos y el incremento salarial mediante la imposición de aranceles y la aprobación de tasas adicionales a las compañías extranjeras

En lo que a la inmigración se refiere, ha prometido una deportación masiva de ilegales, la reinstauración de su programa “Remain in Mexico” –que obliga a quienes piden asilo en Estados Unidos a esperar una respuesta al otro lado de la frontera– y la retirada del derecho que otorga la ciudadanía por nacimiento a los hijos de inmigrantes ilegales. Entre otras medidas destinadas a reducir el flujo de recién llegados (incluyendo a los que llegan por la vía legal).

En el apartado climático, ha asegurado que volverá a retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París, que impulsará la construcción de gasoductos en lugares como Pensilvania o Virginia Occidental y que terminará, en fin, con todas las “atrocidades” derivadas del Green New Deal (pese a que el programa ecológico, como tal, nunca ha llegado a convertirse en normativa).

Preguntado por los temas más candentes de la política internacional, Trump ha sugerido que si llega al poder logrará terminar con la guerra de Ucrania y también que protegerá a Israel. Además se espera que, si llega a la Casa Blanca, mantenga a China e Irán en su punto de mira. En cuanto a la OTAN, ha dado a entender que evaluará si a Estados Unidos le compensa seguir implicado en la alianza atlántica, y de qué manera.

Finalmente, Trump no ha terminado de definir su posición en torno al derecho al aborto. Hace unos días insinuó estar a favor del mismo bajo algunas circunstancias, pero ha reculado tras las protestas que eso ha generado en el ala más conservadora del Partido Republicano.

Finalmente: los compañeros de viaje

El nombramiento del potencial vicepresidente por parte del candidato presidencial importa bastante en las campañas electorales estadounidenses porque, según los expertos, es lo que suele utilizarse para coquetear con partes del electorado que al propio candidato le quedan un poco lejos. Para reforzar, en fin, la candidatura. De ahí que las opciones de Trump y Harris tengan su importancia.

El primero que anunció a su segundo fue Trump. Se decantó por un ex marine reconvertido en senador llamado J.D. Vance que saltó a la fama hace unos años por unas memorias tituladas Hillbilly Elegy. Un libro que detalla la historia de su familia y su propia experiencia creciendo en una pequeña localidad próxima a Cincinnati, así como las dinámicas socioeconómicas de una de las zonas más deprimidas del país: la Apalachia.

Tim Walz, candidato demócrata a la vicepresidencia, en la Convención Nacional Demócrata de agosto. Brendan Mcdermid /Reuters
Tim Walz, candidato demócrata a la vicepresidencia, en la Convención Nacional Demócrata de agosto. Brendan Mcdermid / Reuters

Antes de entrar seriamente en política Vance, que es católico practicante, ejerció de abogado corporativo e hizo carrera como emprendedor en el ámbito tecnológico. Ideológicamente se suelen utilizar las etiquetas de “neorreaccionario” o “nacional-conservador” para definirle.

Dicho de otro modo: es partidario del aislacionismo –aboga por dejar de ayudar a Ucrania–, es contrario al matrimonio homosexual y a la práctica del aborto.

También es partidario de poner freno al flujo migratorio asegurando que empeora sustancialmente la vida de los estadounidenses. Tanto en el plano económico –salarios más bajos, precios más altos– como en el social –mayor criminalidad–. Asimismo, en lo laboral se ha mostrado favorable a los derechos de los trabajadores ya que ha defendido los beneficios del sindicalismo y del sueldo mínimo. Por otra parte, y aunque no se ha mostrado categórico al respecto, no parece molestarle que las multinacionales paguen más impuestos.

Desde que fue nombrado segundo de a bordo, Vance ha sido acusado de encontrarse muy cerca del think tank conservador llamado Heritage Foundation, que es donde se ha cocinado un documento llamado “Proyecto 2025”. Una suerte de hoja de ruta que promueve, entre otras muchas cosas, llenar las instituciones de personal ideológicamente afín o poner el Departamento de Justicia bajo control presidencial.

Aunque Trump se ha distanciado de la iniciativa, los lazos de Vance con el presidente de la Heritage Foundation son difíciles de ocultar. Hasta el punto de haber firmado el prólogo de su último libro.

JD Vance, candidato republicano a la vicepresidencia, en el Arizona Biltmore de Phoenix. Go Nakamura /Reuters
JD Vance, candidato republicano a la vicepresidencia, en el Arizona Biltmore de Phoenix. Go Nakamura /Reuters

Unas semanas después de que Trump escogiese a Vance fue Harris quien anunció a lugarteniente: Tim Walz, gobernador de Minnesota y un tipo que figuraba en todas las encuestas pero nunca entre los favoritos.

Antaño considerado un centrista, Walz lleva años escorado hacia la izquierda. Es partidario del derecho al aborto, está convencido de la necesidad de combatir el cambio climático, cree que la sociedad del bienestar debe reforzarse, no esconde sus simpatías por el movimiento LGBT y como gobernador ha impulsado políticas favorables a la inmigración.

Un ideario que en algunos ambientes particularmente progresistas cuesta encajar con su gusto por la caza (de faisanes), su periplo militar y su trayectoria como entrenador de fútbol americano.

Uno de sus puntos fuertes, y en esto coincide la mayoría de los analistas, es su forma de expresarse. La campechanía. En contra tiene su pasado militar. O, mejor dicho, un pasado militar que parece haber inflado –insinuando experiencias bélicas que no vivió y elevando un grado su rango– hasta que le han llamado la atención. Algo anecdótico a ojos de algunos, pero no para los miles de veteranos que Walz está intentando decantar a favor de Harris y que se toman el uniforme –y todo lo que representa– muy en serio.