A punto de que se cumplan 1.000 días desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania, el ataque masivo a la infraestructura energética ucraniana de este domingo ha sido rápidamente contestado por Occidente. La inminente llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ya dibujaba un escenario geopolítico incierto, pero la autorización de Joe Biden para que Kiev pueda emplear misiles estadounidenses de largo alcance para atacar suelo ruso abren una nueva fase en la guerra.
La decisión de Washington es un órdago con múltiples lecturas posibles. El New York Times apunta que la respuesta está vinculada con presencia de soldados norcoreanos en el frente de Kursk y descarta, por ahora, un plan de ataque contra las grandes ciudades rusas.
Hasta ahora, la utilización de este armamento estaba vetado por temor a una escalada y a las represalias rusas. El cambio de postura redobla el apoyo a Ucrania dos meses antes de la llegada de Trump a la Casa Blanca, después de que el republicano haya prometido acabar con la guerra si se imponía en las elecciones.
"Declaración de guerra"
La respuesta de Rusia no se ha hecho esperar. El Kremlin ya ha acusado a EEUU de echar "leña al fuego" y de "seguir provocando una escalada de la tensión en torno a este conflicto".
Cabe recordar que el presidente ruso, Vladimir Putin, afirmó en septiembre que si Occidente daba luz verde a los ataques contra objetivos dentro de su territorio, el Kremlin lo interpretaría como una "declaración formal de guerra". De hecho, Dmitri Peskov, portavoz del Kremlin, ha recordado este lunes estas palabras incidiendo en que el empleo de misiles de largo alcance "significará que los países de la OTAN, EEUU y los países europeos estarán en guerra con Rusia".
Putin ha asegurado que dicha decisión es una línea roja para el Kremlin que podría obligar a Moscú, entre otras cosas, a suministrar armamento de largo alcance a los enemigos de Occidente en diferentes partes del mundo.
Además, un alto senador ruso ha lanzado este domingo una amenaza diciendo que el suministro de las armas de largo alcance "podría llevar a que Ucrania esté totalmente en ruinas de la noche a la mañana".
La afirmación del funcionario ruso subraya la magnitud del desafío que enfrenta el país y las posibles repercusiones que podría acarrear el suministro de armas por parte de EEUU.
Tercer invierno en guerra
Por otra parte, este giro de Washington se produce horas después de que Rusia haya perpetrado el mayor ataque (120 misiles y 90 drones) a la infraestructura energética ucraniana desde el 26 de agosto y tras 73 días de inusual pausa.
El pasado miércoles se registró la primera gran nevada en Ucrania, marcando la llegada del que será el tercer invierno desde el inicio del conflicto. El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, sostiene que su país está más preparado que en los dos años anteriores para hacer frente al frío. Sin embargo, el jefe de la delegación de Naciones Unidas en Ucrania, Mattias Schmale, estimó que Kiev ha perdido el 65% de su capacidad para producir electricidad en un comunicado emitido el pasado viernes, antes del ataque.
La importación de electricidad y combustible desde Europa alivian la situación, pero Schmale advierte de que el objetivo ruso es provocar un nuevo desplazamiento masivo de personas dentro y fuera del país. Todo ello en un momento de avance ruso en el este del frente y tras la llegada más de diez mil efectivos norcoreanos para expulsar a los ucranianos de Kursk.
Los daños reales son difíciles de estimar y son rara vez compartidos por las autoridades. Hasta ahora se han confirmado cortes de luz en el oeste (Volyn, Rivne y Lvyv) y en el este (Dnipró y Zaporiya). Además, el operador eléctrico estatal, Ukrenergo, ha confirmado que todas las regiones del país sufrirán cortes de suministro este lunes por culpa del ataque.
La naturaleza del ataque y la respuesta de las defensas ucranianas tienen una lectura doble. Por un lado, Zelenski afirma que sus defensas antiaéreas fueron capaces de destruir 104 de los 120 los misiles de largo alcance disparados. Por otro, las fuerzas aéreas no lograron derribar ni la mitad de los 90 drones iraníes Shahed que causaron múltiples daños a la infraestructura ucraniana.
En agosto, el Financial Times señalaba que Kiev, Moscú y Catar habían entablado conversaciones para acordar que no hubiera más ataques al sector energético de ninguno de los dos bandos. Tanto Ucrania como Rusia negaron la veracidad de esta información, y con este ataque, Putin confirma que el frío continuará siendo un arma más en esta guerra.
El momento elegido por Rusia para realizar el ataque y la respuesta de Estados Unidos tiene un gran trasfondo geopolítico.
La victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses podría acercar (según sus propias promesas) el final del conflicto. Además, la llamada telefónica que Putin mantuvo con el canciller alemán, Olaf Scholz, representaba un acercamiento sin precedentes desde el inicio de la invasión.
Una vez consumada la ruptura del gobierno de coalición alemán integrado por socialdemócratas, liberales y verdes a principios de este mes, la caída de Scholz es cuestión de meses. Tras las elecciones anticipadas que se celebrarán, en principio, en los primeros meses de 2025, Ucrania podría ver menguado el apoyo de uno de sus socios más fieles.
Las voces críticas con este gesto llegaron desde dentro y desde fuera de Ucrania después de este ataque. El ministro de exteriores ucraniano, Andrii Sibiga, deslizó un comunicado en el que se mostraba irónico con la llamada del canciller alemán.
"Esta es la verdadera respuesta del criminal de guerra Putin a los que recientemente se han reunido con él o que lo han llamado", reza el comunicado.
El primer ministro polaco, Donald Tusk, también ha reaccionado tras el bombardeo con una publicación en su cuenta de X. Señala que "nadie detendrá a Putin con llamadas telefónicas" y que "la diplomacia telefónica no puede sustituir al apoyo real de Occidente".
La incertidumbre política en Alemania y Estados Unidos, aunada a la llegada del invierno, dibuja un escenario que Putin pretende explotar a su favor. Sin embargo, la reacción de Occidente escala el conflicto con unas consecuencias que dependerán del tipo de ataques que Ucrania esté dispuesta a realizar en territorio ruso.