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El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, ha anunciado cambios en la cúpula de su ejército con el nombramiento de Mijaílo Drapaty como nuevo comandante del Ejército de Tierra, y del coronel Oleg Apostol como subcomandante de las Fuerzas Armadas ucranianas.

Aunque las destituciones y los cambios de liderazgo durante la guerra han sido una constante, la elección de Drapaty en un momento de especial complejidad en el frente no es casual.

El propio Zelesnki recordaba en la publicación en la que anunciaba dichos nombramientos que el nuevo líder del Ejército de Tierra fue el encargado de organizar la defensa de Járkov durante la fallida ofensiva rusa del pasado 10 de mayo.

Entonces, el ejército ruso cruzó la frontera y realizó una nueva operación para capturar territorios en el frente del norte. Aunque en la actualidad sigan controlando una pequeña porción de la región, Ucrania logró frenar el avance ruso a gran escala liderados por el que será el nuevo jefe de sus fuerzas terrestres.

La ofensiva rusa fue interpretada entonces como una posible distracción de cara a avanzar en el sur y el este del frente. Otros analistas también apuntaron que Rusia pretendió dar un golpe de efecto recuperando el terreno anteriormente perdido en Járkov tras la exitosa contraofensiva ucraniana.

Drapati sustiruirá al frente de las Fuerzas Terrestres al general Oleksandr Pavliuk, que había estado en el cargo desde febrero de este año.

El retroceso de sus filas en cientos de kilómetros cuadrados en todo el este y el sur del país y la incapacidad ucraniana para reconquistar el terreno perdido han otorgado a Moscú el tempo de la guerra bajo su liderazgo.

Zelenski ha justificado así la necesidad de impulsar "cambios internos" para ganar en capacidad de combate y ha puesto en valor la experiencia demostrada por los dos militares ascendidos.

Las designaciones se han producido tras un encuentro entre el presidente y su cúpula de seguridad para evaluar las últimas olas de bombardeos rusos contra la infraestructura energética que amenazan con dejar Ucrania a oscuras.

No en vano, a la espera de que la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca pueda suponer un cambio significativo en el conflicto, Ucrania se encuentra en un momento complejo desde el punto de vista militar.

Por un lado, la autorización estadounidense para que Kiev pueda emplear armamento de largo alcance contra objetivos rusos, ha impulsado la capacidad disuasoria de los ucranianos.

Sin embargo, la situación en el este es desfavorable para Ucrania. Rusia avanza con paso lento pero firme en Donetsk, donde el asedio sobre Chasiv VarPokrovsk —dos de los bastiones defensivos de Ucrania en la zona— es inminente.

En el sur, medios como The Economist apuntan a que Rusia está preparando una ofensiva para ampliar el territorio conquistado en el oblast de Zaporiya para aprovechar el cambio de presidencia en Estados Unidos. 

Y en la región rusa de Kursk, la incursión ucraniana ha perdido fuelle y los rusos han recuperado parte del territorio controlado por Ucrania y con el que deseaba fortalecer su posición negociadora ante un potencial alto el fuego. 

Con el frente estancado o en declive para los ucranianos, la sombra de Donald Trump y sus tesis partidarias a una negociación para el cese del conflicto se cierne sobre Kiev. Trump ha elegido al exmilitar retirado Keith Kellogg como enviado especial para Rusia y Ucrania.

Kellogg es partidario de resetear la relación entre Moscú y Washington y se ha mostrado muy crítico con la administración Biden, a la que acusa de promover una "guerra proxy" para desgastar a Rusia pero contraria a los intereses estadounidenses.

Mientras Putin ve cómo sus objetivos militares están cada vez más cerca, las últimas semanas de Biden al frente del gobierno norteamericano marcará las cartas con las que Kiev y Moscú negocien el final del conflicto.

Y en esa partida, las esperanzas de Zelenski para garantizar una posición de fuerza en las negociaciones pasan en buena medida por la capacidad militar del propio Mijaílo Drapaty.