Los cánticos frente a la embajada siria en Madrid iban directos a Damasco. “Libertad para siempre, aunque no quiera al Asad” han entonado este domingo a la vez unas 150 personas que celebraban la caída del que hasta este sábado era el presidente sirio, Bashar al Asad. Enfundados en banderas del Ejército Libre Sirio, que ha sustituido a la enseña oficial de Siria en la delegación, el paseo del Prado ha sido el punto de encuentro de historias de exilio, represión y, ahora, "liberación".
Es el caso de María Suleyman, de 18 años. "Para mí supone [la caída de al Asad] que pueda ir a mi país y no me bombardeen", explica. Junto con sus padres visitaba cada año la Gobernación de Idlib, en la frontera con Turquía, de donde proceden. Algo que ahora, tras la toma de Damasco por parte de los rebeldes sirios, cree que podrá hacer con libertad.
Mientras, unas 10 personas debatían en voz alta señalando hacia la embajada. “Esa bandera, no nos representa” coreaban sobre la enseña oficial de Siria, que finalmente han sustituido sin ningún tipo de oposición por la de color verde, blanco y negro con tres estrellas rojas del Ejército Libre Sirio.
La bandera anterior, la roja, negra y blanca con dos estrellas, pesa mucho para Ahmad. "Está llena de sangre. Está construida sobre los cadáveres de los sirios e impuesta por la familia al Asad", denuncia el chico de 24 años.
Nació en España. Desde el otro lado del Mediterráneo nunca llegaron buenas noticias. "Tengo familia que murió en la guerra. Es algo que te marca. Estás en una situación de no felicidad completa", explica Ahmad. La guerra civil, desde que comenzó en 2011, ha dejado 306.887 civiles muertos, según la ONU.
Después de 13 años de guerra civil en Siria, con miles de muertos y millones de exiliados, la caída del Gobierno propiciada por una rápida ofensiva de los rebeldes ha supuesto la alegría para los opositores de al Asad. Sobre todo para aquellos que tuvieron que dejar el país y no pudieron volver. Como Feras, que no quiere dar su apellido, y que espera que la transición de poder consiga una renovada libertad. "Queremos elecciones. Que elijamos a alguien del país para gobernar y ser un país libre", comunica este sirio de 43 años de la región de Deir ez-Zor, en la frontera con Irak.
Feras dejó su país en 2004, en el cuarto año del Gobierno de al Asad. Vino a estudiar a Madrid y afirma que desde hace 13 años, cuando estalló el conflicto, no ha podido regresar. "No podía volver porque yo estaba contra el Gobierno, al volver te van a coger del aeropuerto y no puedes entrar", explica. Organizaciones como Amnistía Internacional han denunciado que más 7.723 presos murieron en las prisiones del Gobierno desde marzo de 2011, cuando comenzaron las protestas contre el régimen de al Asad, hasta 2016.
La celebración de los opositores del Gobierno de al Asad ha transcurrido entre dulces típicos sirios que los participantes repartían mientras que coreaban "canciones de libertad" que salían de un altavoz. Entre los que alzaban la voz estaba Bachar Alabbasi. A sus 61 años vivió durante el Gobierno de Hafez al Assad (1971-2000), el padre de Bashar. "Es un día muy importante para mí, como nacer de nuevo", dice con una sonrisa.
Alabbassi ha vivido en Europa desde hace 16 años, cuando se fue a Alemania. Solía viajar a Damasco para estar con la familia. No ha vuelto a su país desde 2016, cuando decidió abandonarlo por completo por ser opositor al régimen. Ahora ve su patria con nuevos ojos, a pesar de que todavía ningún grupo ha asumido el poder. "Esperamos unas elecciones, candidatos para ser presidentes. Un país democrático", razona.
El momento más esperado de la concentración ha sido el cambio de bandera. Un acto que se ha replicado en otras embajadas alrededor del mundo, pero no con la facilidad con la que ha ocurrido en Madrid. En la sede diplomática Siria en Atenas, los seguidores de los rebeldes han entrado por la fuerza y han izado la enseña rebelde en el tejado. Un acto que ha acabado con cuatro detenidos.