La lucha por la sucesión de Robert Mugabe, presidente de Zimbabue desde hace 37 años, ha estallado en el propio corazón del poder del país africano. En medio de una gran confusión, el ejército se ha hecho con el control de todas las instituciones y ha detenido al propio Mugabe (de 93 años), a su mujer, Grace, y a un grupo de ministros afines a la primera dama, que desde hace tiempo no escondía sus aspiraciones a heredar todo el poder de su marido.
Al mismo tiempo, y a pesar de que los militares han tomado la televisión pública y lugares clave como el Parlamento, las fuerzas armadas aseguran que lo que está ocurriendo en Zimbabue no es un golpe de Estado. “No se trata de una toma del Gobierno. Nuestro objetivo son los criminales del entorno del presidente”, explicaba en un mensaje televisado el portavoz del Ejército Sibusiso Moyo.
El ruido de sables llevaba días resonando en este país cuya amplia riqueza natural se han repartido durante años las élites. El propio jefe de las Fuerzas Armadas, el general Chiwenga, había llegado a sugerir la asonada militar horas antes de que se produjera este miércoles. El detonante de esta batalla por el poder desde el poder está en la destitución el lunes pasado de Emmerson Mnangagwa.
El fulminante cese del poderoso vicepresidente, apodado ‘el Cocodrilo’, sorprendió a muchos al ser considerado un hábil político muy bien posicionado para suceder al nonagenario Mugabe. Hasta que empezaron las intrigas y el juego de tronos en el partido del poder, que se estaba resquebrajando ante las presidenciales de 2018, era su mano derecha.
A pesar de ser un veterano de guerra colmado de galones tras las guerras de la independencia del país -Zimbabue se emancipó definitivamente del Reino Unido en 1980- Mnangagwa tendrá que demostrar en las próximas horas y días que los apoyos que acumula entre las filas del Ejército son leales y no tienen fisuras. Hasta ahora, los movimientos militares no han encontrado resistencia. Al menos en apariencia.
Este presunto golpe de Estado es la culminación de la batalla entre las viejas élites del poder representadas por Mnangagwa y las nuevas, lideradas por la primera dama Grace Mugabe. Hace unos días el vicepresidente, que según muchas hipótesis se convertirá en presidente interino si se consuma la dimisión de Mugabe, estaba exiliado en Sudáfrica tras su despido. Hoy, el tablero se ha dado la vuelta y la primera dama estaría en arresto domiciliario junto a su marido aunque otras fuentes apuntan a que puede estar en la vecina Namibia.
Viejos enemigos
La enemistad íntima entre Grace y Mnangagwa viene de lejos y nunca ha sido ocultada. Chris Mutsvangwa, uno de los apoyos del vicepresidente en el sector de los veteranos de guerra describía hace unos días a Grace Mugabe como a una “loca” que quería llegar al poder “a golpe de certificado de matrimonio”.
De hecho, su destitución se produjo después de que sus seguidores supuestamente abucheasen a Grace Mugabe durante un mitin del vicepresidente. Esto se convirtió en la gota que colmó el vaso para la primera dama, quien había acusado al vicepresidente de "jugar a un juego peligroso" después de que éste reiterase que había sido envenenado por ella durante un mitin en agosto, algo que Grace desmintió.
Tras la destitución de Mnangagwa, la primera dama era la principal candidata a suceder a Mugabe. Su carrera política empezó en diciembre de 2014 cuando fue elegida presidente de la división femenina del partido del poder, la Unión Nacional Africana de Zimbabue y desde entonces fue conquistando apoyos dentro del partido. Parte de la formación política apoya al vicepresidente depuesto, Mnangagwa, y otra parte a Grace.
Hasta ese momento, lo que más trascendía sobre la primera dama eran sus despilfarros y sus excentricidades, pero desde entonces la maquinaria del partido se puso a trabajar para destacar su perspicacia política. Empezó a aparecer en mitines, donde atacaba a los enemigos del presidente y asumía sus aspiraciones: “Dicen que quiero ser presidente. ¿Por qué no? ¿No soy zimbabuense?”
En su escalada política, Grace contó también con el apoyo de la Liga juvenil de Zanu-PF y de otros políticos que se unieron a ella para formar la Generación 40, una facción de líderes jóvenes en el partido que pretende apartarse de la vieja guardia. Pero su afición a las compras de lujo y su estilo ostentoso la siguen haciendo muy impopular en la población en general.
Excéntrica y rodeada de polémica
Nacida en Sudáfrica, Grace, que tiene casi la mitad de la edad del presidente, empezó siendo su secretaria antes de convertirse en su esposa. Tras la muerte de Sally Hayfron, la primera mujer del aún presidente, en 1992, Grace y Robert Mugabe se casaron por todo lo alto, en una boda con más de 40.000 invitados.
Al inicio, la primera dama se mantuvo lejos de los focos mediáticos pero poco a poco los escándalos a su alrededor empezaron a ser una constante. En 2009, un fotógrafo británico fue agredido por Grace Mugabe,después de que sus guardaespaldas le persiguieran por intentar hacerle una foto en un hotel de Hong Kong. El mismo año, agredió al personal de seguridad del aeropuerto de Malasia tras impedirle entrar por una zona exclusivamente de salida.
Ya este año, además de la acusación de envenenamiento por parte de Mnangagwa, Grace Mugabe fue acusada de agredir a una joven modelo en Johannesburgo. Denunciada por la joven de 20 años, Grace Mugabe no compareció ante la justicia alegando inmunidad diplomática, privilegio que sudáfrica le acabó concediendo para que pudiera salir incólume del incidente.
Mientras iba sumando casos polémicos y enemistades dentro y fuera del país, el Gobierno trató de blindarla, hasta el punto de haber ordenado detenciones de personas por abuchearla. Dentro del partido, Robert Mugabe trató de apartar todo el que pudiera representar un peligro para la perpetuación de su régimen. La intervención militar de esta semana parece indicar que se ha precipitado con Mnangagwa.