La raza de bronce. Esa es la idea con la que José Vasconcelos, intelectual de cámara de la Revolución Mexicana, creó uno de los mitos fundacionales de la identidad moderna de México: el mestizaje. Esto dejaba fuera del debate el racismo. Si la inmensa mayoría de los mexicanos están dentro de esa raza cósmica, no es posible discriminar por color de piel. Una encuesta reciente ha mostrado que el mexicano, cuanto más alto en la escala social, más blanco se siente. En los últimos años, otros estudios, libros y exposiciones tratan de poner al país frente al espejo.
“La discriminación por color de piel es cotidiana, con la piel morena asociada en el imaginario social a una condición subalterna, en mi caso, soy profesor de universidad y cuando lo digo, la gente no me cree o lo duda”, explica Fortino Domínguez, docente de antropología en la universidad de Guadalajara e indígena zoque, “otra cosa es que no se creen que pueda ser indígena si vive en la ciudad o que, al entrar en una tienda, el policía te sigue pensando que vas a robar algo. Hay una criminalización de lo moreno en este país”.
Hace poco, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía publicó una gran encuesta sobre condiciones socioeconómicas de la población mexicana. Uno de los apartados pedía a los mexicanos que autoclasificasen su color de piel. Cuanto mayor poder adquisitivo y escolaridad, más blanco se veía el entrevistado. Cuanto más oscuro el tono de piel, el porcentaje de personas ocupadas en actividades de baja calificación aumenta.
El 55% de los mexicanos reconoce que se insulta a los demás por su color de piel
“En México hay un problema de autoaceptación, todo el mundo se percibe más blanco, hay una tendencia a ponerse menos prieto [negro]”, dice César Carrillo Trueba, biólogo, antropólogo y comisario de una expo bastante exitosa sobre el racismo en México, “es una muestra de la que la sociedad es racista y para evitarlo la gente quiere ser más clara”.
Indígenas y mestizos
En otro análisis, este del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, el 20% de los mexicanos no se sentía a gusto con su color de piel, el 25% declaró haberse sentido discriminado por su apariencia física y el 55% reconoció que se insulta a los demás por su color de piel. El racismo en México, de acuerdo a los autores que se dedican a estudiarlo, tiene dos escalas. Una, clara y explícita, contra los indígenas, mientras, irónicamente, se alaba todo lo prehispánico. La otra sutil entre los autodenominados mestizos.
“Esto se generó en el siglo XIX, con la idea del indio puro y antiguo de pasado glorioso que da legitimidad a los criollos que se quieren separar de la Corona, pero hay un problema con los indios degenerados a los que quieren reemplazar con gente de fuera”, sigue Trueba, “este discurso es terrible, ya que seguimos haciendo monumentos a Cuauhtemoc [último emperador mexicano que se enfrentó a Cortés] y exaltamos todo ese pasado, mientras despreciamos al indígena contemporáneo”.
También se puede observar en las múltiples frases populares que tienen a los indígenas como objetivo. Algunos ejemplos: "Pareces india", "te bajaron del cerro", "se te está asomando el comal", "te mereces el rebozo", "no tiene la culpa el indio sino el que lo hace compadre", "¡Ah, cómo eres indio!"
La segunda forma es algo que podría denominarse microrracismos. Son burlas, bromas, pequeños comentarios. Si uno se empareja con alguien más blanco, está mejorando la raza. El niño es morenito, pero está bonito. Federico Navarrete, historiador y autor de México Racista y El Alfabeto del Racismo Mexicano, tuvo sus pequeñas raciones según crecía. En una foto familiar, el fotógrafo lo quiso apartar de sus primos más blancos ya que iba a echar a perder el retrato.
En los centros comerciales, si no va vestido de clase media, el guardia de seguridad lo enfrenta y trata peor, llegando al tuteo. Algo que jamás haría con un güero. La blancura es la mitad de la ecuación, las personas más prietas tienen que gastar más en ropa para parecer clase media. Y aquí es donde converge el racismo con el clasismo.
Una vergüenza privada
“Todavía a la fecha hay personas que afirman que los actos de discriminación en México que se hacen por el aspecto físico, la forma de hablar, la cultura, no son propiamente racistas, sino que son una discriminación de clase”, explica Navarrete, que en su Alfabeto tiene una entrada dedicada al clasismo, “pero es que clase y raza siempre han estado combinadas en México, ya que en la práctica leemos clase social como una cuestión de raza”.
México abolió la esclavitud en 1810, décadas antes que el mundo anglosajón. Sin una dicotomía tan marcada entre blanco y negro como en Estados Unidos ni políticas activas de segregación, en México no ha existido, hasta ahora, una reacción social contra estos prejuicios. “Una de las cosas que han mostrado los estudios es que la gente puede sentirse menos valorada, pero no es consciente de que ha sufrido racismo”, razona Navarrete, “creen que es su culpa, por ser feos, no arreglarse, por llevar zapatos baratos. Lo ven como una vergüenza privada y no como un sistema social que repite estructuras discriminatorias”.
Si la lucha es cultural, el campo de batalla debería ser los medios de comunicación. Aunque, según el CIA World Fact Book, la etnia de población es en un 62% mestiza, un 28% amerindia y el resto europea y de otras latitudes, en la publicidad resulta misión imposible encontrar representaciones alejadas del blanco. En un casting de un anuncio que fue muy criticado hace unos años, Aeroméxico pedía “look Polanco”, un barrio de clase alta y blanca de la capital, y “nadie moreno”.
En los programas de ficción la clase alta y los valores positivos suelen estar reservados a los blancos también. “Las posibilidades de representación favorable se reducen a ser adultos y a pertenecer al fenotipo blanco o al euro-mestizo, fuera de esto la presencia de los actores tiende a ser restringida y no favorable, sobre todo si representa al fenotipo indo-mestizo”, se lee en el análisis universitario De la “pigmentocracia” a la “cracia del fenotipo”: formas de racismo y otras
exclusiones en el discurso de la televisión mexicana.
El epítome de esta práctica es un arquetipo femenino de las telenovelas: el de la joven blanca que vive en un barrio popular moreno, luz de virtudes en la oscuridad, y luego se descubre que es una hija perdida de un matrimonio de clase alta.
“Nosotros creemos que el racismo es estructural en este país, que tiene que ver con el proyecto del mestizaje que se construyó tras la Revolución, que era excluir a los indígenas y dejarnos como único horizonte la integración y una promesa de blanqueamiento, de monocultura y monolengua”, concluye el antropólogo Fortino Domínguez. Y cuenta la historia de cuando el volcán El Chichonal, en Chiapas, erupcionó en marzo de 1982: su comunidad, unas 3.500 familias, fue la tercera prioridad a la hora de evacuar la zona. Antes vinieron las 25.000 cabezas de ganado y 35.000 toneladas de café que los latifundistas criaban en la región.