La semana pasada fue Julio de Vido, el todopoderoso ministro de Planificación argentino durante la era kirchnerista. Esta semana, tres días después de que se anunciase que va a ser padre de gemelos, ha sido el exvicepresidente de CFK, Amado Boudou, quien se ha visto arrestado ante las cámaras en su lujoso piso porteño de Puerto Madero para ser trasladado a la cárcel de Ezeiza.

La corrupción de los días de vino y rosas kirchneristas acorrala peligrosamente a la expresidenta, como pensó todo argentino después de la detención de Boudou, no por esperada menos estelar. El economista aficionado al rock y a los coches de lujo que viajaba por toda Argentina inaugurando obras públicas con una sonrisa profidén en los tiempos de apogeo peronista protagoniza una de las caídas más sonadas de una época que parece querer saldar cuentas con los años de la hegemonía social y cultural ‘K’, interrumpida por el triunfo de Mauricio Macri hace dos años.

Amado Boudou (Buenos Aires, 1962) ascendió al poder tras su paso por la ANSES, la Seguridad Social argentina, en 2008. Dirigió la estatalización del sistema privado de jubilaciones, una de las medidas kirchneristas mejor aceptadas por el pueblo argentino, y ello le abrió las puertas del ministerio de Economía sólo un año después. Leal y siempre sonriente, con excelentes habilidades sociales, el aplicado ministro fue sorprendentemente el elegido como compañero de ‘ticket’ presidencial para las elecciones de 2011, en las que Cristina Fernández obtuvo una arrolladora mayoría absoluta (54% de los sufragios).

Al comienzo de aquella segunda legislatura ‘K’, con la inflación desbocada y el Gobierno enfrascado en destacar los logros sociales, la política de derechos humanos y el control (fallido) de precios, Boudou llegó a ser visto fugazmente como el ‘delfín’ de los Kirchner. Su cercanía a la presidenta era absoluta. Sin embargo, su falta de peso intelectual y, sobre todo, el escándalo sobre la supuesta compra irregular de la imprenta Ciccone comenzaron a lastrar sus aspiraciones políticas.

La imprenta Ciccone no era cualquier imprenta: llegó a imprimir papel moneda en 2012 y fue también la encargada de la impresión de las boletas de ‘Cristina Fernández / Amado Boudou’ en las citadas elecciones presidenciales de 2011. En 2014 el juez Lijo (que firmó este viernes su orden de detención) procesó a Boudou por cohecho pasivo y negociaciones incompatibles con su condición de funcionario público. Su carrera política estaba acabada; Boudou sumaba diez causas penales en su contra, algunas de las cuales fueron cerradas posteriormente.

A Boudou, de 54 años, se le acusa concretamente de un delito de "asociación ilícita en el marco de enriquecimiento", paralelo al juicio por la compra irregular de la celebérrima imprenta Ciccone. Junto a Boudou, el magistrado Ariel Lijo dictó este viernes también el arresto de José María Núñez Carmona, uno de sus socios principales en sus asuntos empresariales.



La Justicia argentina había solicitado al exvicepresidente que justificase el origen de 80.000 dólares invertidos en un apartamento a nombre de su exnovia, Agustina Kampfer: la imposibilidad de demostrarlo y otros indicios convencieron al juez de que existía enriquecimiento ilícito y de que la no detención conllevaría destrucción de pruebas.

Las detenciones en diez días de Boudou y Julio De Vido, mano derecha de Cristina Kirchner, se interpretan como un asedio escalonado a la propia expresidenta, reciente candidata del peronismo a las elecciones legislativas, imputada en diversos procesos por corrupción y dueña de un patrimonio de millones de dólares pese a haberse dedicado a la política “desde un pensamiento y un discurso de izquierda”, como suele repetir, la mayor parte de su vida.

Derrotada por el presidente Mauricio Macri en las elecciones legislativas, la justicia parece haberse decidido a avanzar en su persecución de Kirchner, un personaje tan amado como odiado en su país. Consiguió en los citados comicios un escaño de senadora que le protegería de otra eventual orden de detención y prisión (un escenario muy temido en Argentina por las posibles reacciones de las masas peronistas). En términos políticos, sin embargo, la continuación de estas investigaciones podrían significar también el final de una política que tocó el cielo hace seis años y hoy se desploma detrás de la de sus máximos colaboradores.