Cuando Rosa Weber, la quinta magistrada en votar, denegó el habeas corpus de Lula da Silva, la balanza se empezó a inclinar irremediablemente en contra del expresidente de Brasil. No sólo porque en ese momento la votación iba 4 a 1 a favor de la prisión de Lula (terminó con 6 votos a favor y 5 en contra), sino porque desde hace días se decía que el voto de Weber sería el decisivo.
En 2016, cuando el Supremo aprobó que la prisión de los reos puede ocurrir después de la sentencia en segunda instancia, y antes de que se agoten todos los recursos, como es el caso de Lula, Weber votó en contra. Pero desde entonces, pese a su posición personal, era la única que se mantenía fiel, en sus votaciones, al entendimiento decidido en su momento por el Supremo, que permite la aplicación provisional de la pena. La única excepción ocurrió hace cinco años, cuando juzgó el caso de una mujer que había robado comida en una iglesia.
Este miércoles, tras votar en contra del habeas corpus del expresidente brasileño, la magistrada volvió a destacar que lo hacía “independientemente de mi posición personal respecto al tema de fondo, y resguardando mi punto de vista al respecto”. “Siendo el entendimiento del Supremo que la aplicación provisional de la pena no compromete el principio constitucional de la presunción de inocencia, no tengo medios para considerar ilegal o abusivo el juicio que ha denegado el habeas corpus”, señaló.
Lula se quedaba así este miércoles a un paso de la cárcel, algo que debe ocurrir finalmente hoy viernes. El juez federal Sergio Moro ha decretado prisión para el ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, condenado a 12 años de cárcel por corrupción en una causa relacionada con la trama destapada en la petrolera estatal Petrobras, y le ha concedido un margen de un día para entregarse.
Moro permite en su auto que Lula se presente voluntariamente a la Policía Federal de Curitiba, en el sur del país, en un plazo máximo de 24 horas.
Sin sorpresas en la resolución del habeas corpus
La suerte de Lula empezó a torcerse con la decisión del Supremo, que no ha sorprendido al expresidente. Según publica el diario brasileño La Folha de São Paulo, Lula habría confesado a sus aliados del Partido dos Trabalhadores (PT) que jamás confió en que Weber votara su recurso de manera favorable. “Tan sólo vosotros creíais en eso”, habría ironizado Lula junto de sus compañeros.
La ‘fe’ de los petistas quizás se basara en que fue el propio Lula quien nombró a Weber como jueza del Tribunal Superior de Trabajo, entre 2006 y 2011, año en el que Dilma Rousseff la designó como magistrada del Tribunal Supremo. Sin embargo, fue justo el perfil más técnico y menos político de Weber uno de los factores que más pesó en la decisión de Rousseff. Entonces, el Gobierno brasileño estaba buscando alguien con un curriculum jurídico impecable y Weber, discreta y alejada de los círculos políticos, encajaba a la perfección. No era, por eso, de esperar que su voto se viera influido por ninguna de estas decisiones.
Como tampoco se espera que decida a favor del expresidente cuando, en agosto, asuma el Tribunal Superior Electoral, justo cuando se cierra el plazo de registro de candidaturas presidenciales, que termina el día 15 de ese mes. Se prevé que ella sea quien lidere un posible juicio sobre la impugnación de Lula, que, en teoría, estaría ya inhabilitado, una vez que, según la ley ‘Ficha Limpa’ que él mismo aprobó en 2010, un candidato condenado queda automáticamente inhabilitado para el ejercicio político durante ocho años. Pero es el TSE quien tiene que declararlo y no puede hacerlo de manera preventiva.
Así, el TSE no podrá pronunciarse sobre el tema hasta que el registro electoral se haga y, con la petición de registro, según la ley electoral, el candidato está autorizado a realizar actos de campaña hasta la decisión definitiva del tribunal. Hasta entonces, y aunque esté en la cárcel, el expresidente no está impedido de ser candidato.
Reservada y alejada de los focos
Rosa Weber, de 69 años, fue la primera magistrada del Tribunal Superior de Trabajo y la tercera en la historia del Supremo. Es una juez rigurosa, firme y a la que no le gusta la polémica. Ejemplo de ello fue su comportamiento durante la votación del Supremo este miércoles. Mientras los jueces Luís Roberto Barroso (en contra del habeas corpus) y Gilmar Mendes (a favor) intercambiaban acusaciones e insultos, Weber permanecía impasible, delante de su ordenador.
Tampoco le gusta la presión mediática y rechaza hacer declaraciones públicas sobre sus juicios más allá de los autos que pronuncia. “La prensa cumple con su papel y yo contesto si quiero, no me parece que su actuación sea inoportuna. El periodista actúa como tiene que actuar. Yo lo respeto y admiro”, dijo en una ocasión, preguntada sobre el asedio de la prensa.
Weber no concede entrevistas, no debate sobre política en público y no tiene contacto, fuera de su agenda de trabajo, con las partes interesadas en los procesos que lleva. Seria y formal las únicas concesiones que se permite son las relacionadas con el fútbol y en especial el Internacional de Porto Alegre, del que es aficionada. “Hemos perdido. Es decir, ganamos 2-0 pero como habíamos perdido 3-0 no nos clasificamos para la final”, dijo a la entrada del Supremo el 22 de marzo antes de decidir sobre una medida cautelar en el caso de Lula. Sobre el proceso en cuestión, ni una palabra.